Usted está aquí: martes 20 de marzo de 2007 Cultura Con aportaciones insospechadas, la compañía de danza finlandesa Tero Saarinen hermanó las artes

Protagonizó uno de los capítulos hasta ahora más relevantes del festival

Con aportaciones insospechadas, la compañía de danza finlandesa Tero Saarinen hermanó las artes

PABLO ESPINOSA

La compañía de danza finlandesa Tero Saarinen escribió con los cuerpos de sus excelsos bailarines uno de los capítulos hasta ahora más importantes del Festival México en el Centro Histórico, en su versión 23, que se realiza desde el jueves en distintos escenarios.

En el Teatro de la Ciudad, la tarde del domingo escenificó tres de sus obras esenciales que trazan al mismo tiempo la trayectoria vital de esta trouppe de excelencia. Tres momentos complementarios entablados con un trío, un dueto y un solo en carrera ascendente.

Inició con Westward Ho!, inspirada en un acto tribal de la secta protestante estadunidense conocida como Shakers, por el impulso anímico y muscular con el cual desarrollan su ritual de temblores y sacudimientos para entablar contacto con lo divino.

La partitura idónea resultó ser un ritual urbano del británico Gavin Bryars (Yorkshire, 1943), compañero de ruta de John Cage y de Brian Eno, entre otros renovadores del arte sonoro. Su Jesus' Blood Never Failed Me Yet se unta a los cuerpos de tres bailarines que destellan en implosiones anímicas con desplantes de torso, tela y tersura coreográfica deslumbrantes.

La segunda, Wavelengths, es un dúo formidable que plantea conceptos hondos, vuelos elevados y una tensión suave y firme al tiempo que desarrolla una dramaturgia alucinógena.

Pero la alucinación mayúscula sobreviene en la parte final, con el solo de Tero Saarinen titulado Hunt, que es una disquisición magistral de una de las coreografías y de las partituras fundamentales de la historia de la danza: La Consagración de la Primavera. Los referentes primigenios de esta coreografía, desde Nijinski hasta Pina Bausch pasando por Maurice Béjart, se vuelven en el imaginario del espectador que conoce tales antecedentes en una suerte de ciclorama que se convierte a su vez en otro ciclorama que es por último el abdomen, el plexo solar, la carne lunar de Tero Saarinen, quien despliega sobre las tablas un discurso monumental preñado de erotismo salvaje, elemento primigenio de esta coreografía y esta música, cuya potencia sexual conduce a reflexiones sociales hondas merced a la magia multimedia mediante la proyección de imágenes abstractas, pixeles barridos y barritados, sobre el cuerpo del bailarín y el todo estalla en un alarido de luz y cuerpo y sonidos y más luz y un remolino/ caleidoscopio/ matraz de maravillas.

El alto arte finlandés representado por esta compañía de danza es un ejemplo formidable del avance, en un sistema de vasos comunicantes, de la hermandad de las artes con aportaciones insospechadas. El caso de la compañía de Tero Saarinen constituye un ejemplo mayúsculo de tal esplendor.

 
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