Usted está aquí: martes 5 de junio de 2007 Ciencias Ciencia y ciudad

Javier Flores

Ciencia y ciudad

Es la primera vez en nuestro país que una ciudad intenta una relación abierta con la ciencia. Hemos estado acostumbrados a los discursos en los que se asocia (siempre de manera infructuosa) a las actividades científicas y tecnológicas con el país entero. Por eso resulta hasta cierto punto extraño, o inédito, que una entidad particular, como el Distrito Federal, decida emprender un programa propio relacionado con actividades que son centrales en el desarrollo del mundo actual.

Lo primero a destacar es la decisión del gobierno de la capital de establecer un compromiso tan explícito que sin duda contrasta con la postura del gobierno federal, para el que la ciencia y la tecnología resultan prescindibles dentro del modelo de desarrollo que se ha elegido para la nación. El primer paso ha sido la creación del Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal (ICyTDF), organismo nuevo creado por la administración de Marcelo Ebrard y que encabeza la doctora Esther Orozco, cuyo objetivo principal es aprovechar la capacidad científica y tecnológica de las instituciones de investigación en la ciudad de México para enfrentar los graves problemas de la megalópolis.

Hay un razonamiento que difícilmente podría ser cuestionado: si en el Distrito Federal se encuentran las principales instituciones de investigación -que realizan alrededor de 60 por ciento de la actividad científica del país- y aquí se concentra casi la mitad de los investigadores de México en los distintos campos del conocimiento; y si, por otra parte, la ciudad capital enfrenta graves problemas; ¿por qué no propiciar la asociación de los centros científicos y sus expertos con estos desafíos y su solución? A pesar de la lógica que parecería irrebatible, es necesario reconocer que se trata de un camino complejo en el que no se cuenta con mucha experiencia y que habrá que empezar a recorrer.

Se trata, sin duda, de un gran avance, pero se necesita actuar con prudencia para no crear falsas expectativas. Hay varios elementos que actúan en favor de esta iniciativa. En primer lugar, la decisión del Gobierno del Distrito Federal, cuyo jefe ha manifestado una convicción sobre la importancia de la ciencia y la tecnología para el desarrollo, que es difícil encontrar en otros funcionarios. En segundo, la elección de la directora del nuevo instituto, la doctora Esther Orozco, quien es una científica notable, cuya capacidad, energía y entrega para emprender la tarea que tiene encomendada está fuera de toda duda.

En el medio científico se observa con gran interés y simpatía la iniciativa. Pocas veces se ha convocado a los investigadores a trabajar por su ciudad respaldados por las autoridades. Los problemas del Distrito Federal son los de sus habitantes, incluidos los especialistas, que de seguro imaginan ya algunas posibles soluciones. Pero no bastan las buenas intenciones: se trata de poner en movimiento la voluntad de las autoridades y la disposición de los investigadores; se requiere identificar de manera realista los problemas que pueden ser enfrentados con el concurso de la investigación, pero falta una tercera pieza: los recursos económicos para emprender y concluir exitosamente los proyectos.

En este punto, el programa del ICyTDF considera, desde luego, la participación del propio Gobierno del Distrito Federal y la convocatoria a la colaboración de entidades del gobierno federal, en especial del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, así como del sector privado de la capital. Con excepción del primero, la búsqueda de financiamiento en los sectores estatal y privado forma parte de los esquemas que hasta ahora han sido ensayados (con escasos resultados) a escala nacional. Hay que pensar que para la solución de problemas tan complejos como el del agua, por citar un ejemplo, se requerirá de inversiones cuantiosas. Los esquemas de financiamiento requerirán de la creatividad y seguramente surgirán modelos novedosos que podrían ser una de las mayores contribuciones del instituto recientemente creado. Un ejemplo sería explorar fuentes internacionales de financiamiento para atacar problemas específicos como los del medio ambiente.

Si bien es cierto que el objetivo central es propiciar el concurso del conocimiento en la solución de problemas, el nuevo instituto se plantea una agenda más amplia que se orienta no sólo a la investigación aplicada, sino también a los estudios científicos y a la educación y difusión del conocimiento. Sin excluir la parte tecnológica (que constituye su objetivo principal) es en la difusión donde se podría anticipar el éxito. Hacer del Distrito Federal una auténtica ciudad del conocimiento, donde todos sus habitantes puedan estar al tanto de los avances científicos y tecnológicos a escala mundial y entender sus significados.

Si el ICyTDF puede crear en esta etapa de arranque modelos propios de financiamiento, si logra asegurar algunos casos de éxito y avanza en la educación científica de los habitantes de la ciudad, se habrá dado un paso de gran trascendencia en el desarrollo científico y tecnológico de México, y se sentarán las bases para enfrentar y resolver en el mediano plazo problemas de gran magnitud, no sólo a escala regional sino nacional.

Se trata de un esfuerzo al que hay que dar la bienvenida y con el que todos debemos comprometernos.

 
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