Usted está aquí: lunes 11 de junio de 2007 Cultura Positivo, revisar el legado de las luchas de independencia: Florescano

La emancipación mexicana debe verse como un proceso atlántico, señala el historiador

Positivo, revisar el legado de las luchas de independencia: Florescano

A 200 años de distancia Hispanoamérica debe dialogar sobre el papel futuro que desean

ARMANDO G. TEJEDA

Madrid, 10 de junio. El prestigioso historiador mexicano Enrique Florescano señaló que a dos siglos del comienzo de las guerras de independencia en América Latina, "la imagen de relámpago que desde su aparición marcó el fenómeno revolucionario sigue viva en el siglo XXI". Así, en el contexto de un coloquio internacional sobre el bicentenario de las luchas de emancipación de la corona española, Florescano destacó los análisis más recientes sobre aquellas rebeliones populares, en los que se desmitifican sus logros e, incluso, sus propios orígenes.

Florescano, nacido en Veracruz en 1937, es autor de numerosos libros sobre la historia de México, desde la época precolombina hasta los años más recientes, en los que también ha expuesto profundos análisis sobre la fundación y evolución del Estado mexicano. En el contexto del debate Emancipación... ¿doscientos años?, celebrado en la Casa de América de Madrid, Florescano confrontó su visión de las guerras de independencia con la de otros historiadores y académicos, como Carmen Iglesias, Héctor Aguilar Camín y Sergio Ramírez, entre otros.

El autor de Espejo mexicano comenzó su participación con un diagnóstico sobre la idea persistente de la revolución a lo largo de la historia: "Cada generación tiene la obsesión de escribir la versión definitiva de sus innumerables limitaciones y de tiempo en tiempo enciende controversias memorables. Entre tantas interpretaciones quisiera recordar las que perviven en el imaginario colectivo de nuestros días, que le otorgan a la revolución el aura de presentador de la modernidad. Los mismos protagonistas de la revolución de 1789 le dieron el rango de movimiento fundador de un tiempo nuevo. Según sus primeros intérpretes, la revolución destruyó los cimientos de la monarquía, elevó al pueblo a la condición de protagonista de la historia y desencadenó esta cascada de acciones imprevisibles que dieron origen a la deriva que formó el amplio cauce revolucionario".

En este sentido, Florescano recordó la idea de Alexis de Tocqueville sobre el suceso revolucionario, que consideró a la revolución como la continuación de procesos iniciados en el pasado. "La revolución no es un origen, es una aceleración de acciones que arrancaron en tiempos anteriores. La revolución no como acontecimiento singular, sino como proceso. No como conflagración aniquiladora, sino como suma de sucesos entrelazados en la larga duración".

Legados de libertad

El historiador destacó los principales legados de los movimientos libertarios y revolucionarios del siglo XVIII, ya que éstos condicionaron e inspiraron a los que se llevarían a cabo en las décadas posteriores, entre ellos la declaración de los derechos del hombre, el tratado de la soberanía del poder absoluto, que junto con la institucionalización del sufragio anularon la separación antigua entre lo público y lo social. Es decir, la diversidad social quedó absorbida en un cuerpo político unificado por la igualdad de los ciudadanos ante la ley.

Posteriormente, se refirió a la manera en que han evolucionado los jóvenes estados latinoamericanos y sus procesos revolucionarios: "Entre 1810 y 1824 los virreinatos, reinos, capitanías de origen colonial amanecieron transformados en repúblicas independientes de España, gobernadas por los ideales del constitucionalismo de Cádiz y por los códigos reales de Francia y Estados Unidos. Sin embargo, como sabemos, la aspiración de instaurar una república regida por la división de poderes y la búsqueda del bien común fue subvertida por las prácticas que privilegiaban los intereses de la oligarquía tradicional, o la subordinación de los derechos individuales a los de la dictadura de una confesión religiosa y por el consenso de la gente para conservar la división jerárquica de la sociedad".

Florescano destacó el caso "paradigmático" de México, en el que "cien años más tarde, cuando estamos a punto de conmemorar el bicentenario de las independencias, el enfoque y el contexto con los que miraron esos acontecimientos han cambiado. El suceso emancipador ha dejado de ser un fenómeno regional o nacional para ser considerado en parte un proceso hispanoamericano y atlántico".

Citó, para ilustrar los nuevos enfoques historicistas sobre la Independencia, las tesis defendidas en The other rebellion, de Eric Van Young, quien concluye que la revolución de la rebelión popular en la medida -dice- se distinguió que por ser plural e indígena fue profundamente conservadora. Asimismo, la versión clásica de que la consumación de la Independencia en 1821 puso fin a tres siglos de oscurantismo colonial y dio inicio la modernidad ha sido cuestionada por los estudios que muestran que las decisiones políticas que llevaron a la confirmación de la Independencia fueron provocadas por el temor que suscitaron en las elites americanas las disposiciones liberales que se preparaban en las Cortes de Cádiz, y luego en las de Madrid contra los intereses del clero, los militares, los comerciantes y los terratenientes.

Florescano finalizó su intervención destacando un aspecto "positivo" de la inminente celebración de los dos siglos de independencia: "es la oportunidad que nos ofrece esta efeméride a los hispanoamericanos para intercambiar ideas sobre el papel que deseamos y podemos jugar como entidad política y cultural en el mundo globalizado del futuro actual e inmediato".

 
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