Usted está aquí: miércoles 22 de agosto de 2007 Sociedad y Justicia Andrew Almazán, niño de 12 años, ingresará a la universidad

Sólo una institución mexicana le abrió sus puertas

Andrew Almazán, niño de 12 años, ingresará a la universidad

KARINA AVILES

Hace tres años concluyó el tercer grado de primaria, pero este jueves, a los 12 años de edad, le serán abiertas las puertas de la universidad para que estudie las carreras de medicina y sicología. Andrew dice que es un niño, porque juega con peluches, soldados y muñecos, pero luego confiesa que lo hace para "tratar de regresar a como era antes".

En sólo un año y un mes aprobó los últimos tres años de primaria, secundaria y preparatoria. Podría haberlo hecho en menos, si no fuera por los trámites que tuvo que realizar. Tardó cuatro meses en sacar el cuarto, quinto y sexto grados de primaria, siete meses en obtener el certificado de secundaria y dos el de preparatoria.

Cuenta que la única universidad que lo llamó para recibirlo fue la de las Américas de Puebla (UDLAP), privada, y la Johns Hopkins, en Estados Unidos, ya está interesada en él, pues busca alcanzar acuerdos con la institución poblana para que obtenga el doble título.

Andrew Alexi Almazán Anaya es alto y delgado, y cuando se siente nervioso comienza a tartamudear. Le gustan la historia y la medicina, y dice que lo que le cuesta trabajo es la redacción. Sin embargo, asegura que ya escribió "algunas novelas, pero todavía no se han publicado. No tengo muy buena ortografía".

Con sus amigos Alexis y Javier -a quienes considera "normales"- juega y saca los peluches, los soldaditos. "No tengo ningún problema con ellos, porque es una forma de regresar a como era antes".

Para él, sus capacidades sobresalientes no son propias. Piensa que "esto viene de Dios". En entrevista, comenta que tiene que aprovechar sus habilidades al máximo, pues se ha dado cuenta de que hay niños y muchachos que "a veces se molestan y son envidiosos. Tratan de sabotear mis estudios".

Más que tener héroes a quienes admirar, afirma que le gusta ser "espectador de la historia, para ver los errores del pasado y evitar que se vuelvan a cometer". Entre estos desaciertos, considera, "ha habido movimientos obreros muy ligeros, que han podido tumbar un país completo", aunque no aclara cuáles.

Su madre, Dania Anaya, explica que Andrew sólo cursó hasta el tercero de primaria en el sistema escolarizado. De ahí en adelante, explica, fueron exámenes para aprobar la educación básica y la media superior. Ahora, en la universidad, tomará clases con el resto de sus compañeros, y otras las recibirá de manera particular. Sin embargo, la carrera de cirujano cardiólogo la tendrá que hacer en seis años, y la de sicología la llevará a su ritmo.

El sistema público fue el que le brindó la posibilidad de obtener los certificados de enseñanza básica y de nivel medio superior. Así, Andrew se ha convertido en el egresado más joven del Colegio de Bachilleres y, quizá, del país en ese nivel educativo.

Es por ello que ayer asistió al Auditorio Nacional, a la ceremonia de entrega de becas para el bachillerato que encabezó la secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota. Ahí, en el podio, Andrew confesó sentirse intimidado por los miles de jóvenes que llenaban el lugar.

Les confesó que estaba preparado para hacer exámenes, incluso para calcular el porcentaje de buenas respuestas en las pruebas, pero no para hablar ante un gran público. "No canto ni bailo, y no sé decir chistes". El único chiste que ha encontrado es el estudio.

Entonces parafraseó al gran narrador Franz Kafka, quien afirmaba que se lee para preguntar. "Hoy empiezo a comprender cuánto ignoro, pero sé que entre más lea menos ignoraré, y a lo mejor escribo un libro de lo que no sé".

Terminó su exposición y luego fue llamado para hacerle algunas preguntas. "¿Cuál ha sido la travesura más grande que has hecho?", le preguntaron, y respondió que no recordaba, pero que estaba seguro de haber molestado a una de sus hermanas, porque "todavía soy niño".

 
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