Usted está aquí: miércoles 29 de agosto de 2007 Sociedad y Justicia Internos del albergue Arbol de la Vida denuncian recibir un trato denigrante

Se nos regatea la comida, pese a que grandes empresas son donantes de la institución, dicen

Internos del albergue Arbol de la Vida denuncian recibir un trato denigrante

angeles cruz martinez

Alimentos en mal estado y un trato despótico recibe un grupo de enfermos que viven en el albergue de la institución de asistencia privada (IAP) Arbol de la Vida, Enfermos en Recuperación. Aseguran que la fundadora, Emma Medina Martínez, les “regatea” la comida. “Dice que no es como en nuestra casa, que este es un albergue y no hay más”.

De esa manera, denuncian los pacientes, afectados de VIH-sida principalmente, les dan de desayunar atole con un bolillo y eso mismo cenan. Para la comida, sólo algunos días se cocina. Ese alimento se sirve ese día y los posteriores hasta que se acaba. Según los inconformes, ni la fundadora de la institución ni la cocinera toman en cuenta que algunos alimentos no los pueden consumir a causa de su enfermedad, o por los medicamentos que toman.

Arbol de la Vida fue creada en agosto de 1978 por Emma Medina Martínez, quien había sido diagnosticada con una enfermedad incurable que se suponía terminaría con su vida. Antes que eso pasara y mientras pudiera, junto con otras dos mujeres también enfermas terminales, iniciaron las actividades de ayuda a otros pacientes. “Nada más llegaban a morir”, recuerda Medina Martínez.

En entrevista, también comenta el trato que ella recibió en el ya extinto “hospital de incurables”, institución pública en la que el personal comentaba frente a los enfermos que no tenía caso hacer el aseo porque ya se iban a morir. “La comida y el trato eran de lo peor. Nosotros no decíamos nada porque sentíamos que nos hacían un favor… por eso ahora no sé por qué tanto se quejan”.

Los conflictos con los beneficiarios de la IAP empezaron hace poco más de un mes, cuando Medina Martínez retomó el control del organismo. Había estado alejada y en su lugar estuvo Emilia Rodríguez Bátiz, a quien los pacientes reconocen por su calidad profesional y porque durante los pasados dos años en que estuvo a cargo del albergue recibieron un trato digno.

Los pacientes participaban en la organización de las tareas y diferentes actividades con las que sobrellevaban su enfermedad, y sobre todo en la comida, podían opinar sobre lo que se guisaría cada día.

De esta actividad, en particular, se encargaba Pedro Cruz, seropositivo, y quien dijo que hasta hace dos meses tenía un empleo y aún así se encargaba de preparar la comida. “Me iba a trabajar pero ya les dejaba todo listo para calentar”.

Una vez que Medina Martínez decide retomar su responsabilidad al frente del albergue, “las cosas empezaron a cambiar”, al grado de que no escucha sus peticiones y, por el contrario, los amenaza. En una reunión que pretendió ser de conciliación, la respuesta del administrador, Gustavo Arroyo, fue: “nosotros no necesitamos de ustedes, ustedes sí nos necesitan”. Luego les han dicho que si no están conformes se pueden ir.

Arbol de la Vida es una institución de asistencia privada, recibe donativos del Nacional Monte de Piedad y de varias empresas como Liverpool, Fábricas de Francia y otras que les regalan diversos productos que son vendidos en la agrupación para allegarse recursos económicos. Al inmueble ubicado en Azcapotzalco llegan muebles, lavadoras, refrigeradores, salas, ropa y artículos de vestir, que de acuerdo con los inconformes generan “grandes ingresos”.

Se supone, señalaron, que ese dinero debería utilizarse para beneficio de los pacientes, pero no es así. Medina Martínez afirma, por el contrario, que los inquilinos del albergue reciben todo lo que necesitan. “Nada les falta”, aunque también comenta que tiene severos problemas con Pedro Cruz, quien –asegura– no cumple con el reglamento y siembra la molestia en los demás pacientes, con la finalidad de “recuperar el poder de la cocina”.

La problemática que se vive dentro del albergue es de tal magnitud que la fundadora está decidida a sacar a Pedro Cruz. “Se tiene que ir. Si no tiene a dónde, es su problema. Eso debió pensar antes de armar tanto lío y de convencer a los otros para que se quejen”.

Medina Martínez asegura que nadie la obliga a tener al paciente en Arbol de la Vida. Dice que existe un reglamento que establece que las personas sólo podrán permanecer ahí tres meses, aunque hay varios que llevan entre uno y dos años. Y es que a causa de sus enfermedades, están imposibilitados para trabajar y algunos de ellos están en una situación de total dependencia.

 
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