Número 138 | Jueves 10 de enero de 2008
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Director: Alejandro Brito Lemus
NotieSe

VIH/sida y migración
Caminar con el riesgo a cuestas

Migrar es aumentar las oportunidades de desarrollo, vivir libre de la vigilancia de la comunidad, pero también es estar rodeado de riesgos para los que muchas veces no se está preparado. En este texto se repasan muchos de los factores que hacen de los migrantes una población muy vulnerable al VIH/sida.

Por Tamil Kendall *

La epidemia del VIH/sida ha sido asociada con la migración y otras formas de movilidad poblacional. La ruptura y creación de nuevas redes sociales como consecuencia de estar en movimiento, la inseguridad económica y la violación de los derechos de los migrantes aumenta la vulnerabilidad a la infección por el VIH y a la progresión de la enfermedad. Los migrantes y las poblaciones móviles enfrentan, además, diversas formas de discriminación debido a su condición de indocumentados, su nacionalidad, género, idioma, raza y etnicidad. Aunado a lo anterior, los migrantes y las poblaciones móviles son estigmatizados como vectores del VIH/sida. Los contextos sociales de la migración crean ambientes que favorecen comportamientos de alto riesgo: relaciones sexuales forzadas, sexo de supervivencia, incorporación al trabajo sexual, consumo elevado de alcohol y drogas, y relaciones sexuales sin protección con múltiples parejas y trabajadores sexuales.

Los números de la migración y el sida
• La prevalencia del VIH entre migrantes mexicanos en EU es de 0.6 por ciento, dos veces más que entre la población mexicana.
• 9 de cada 10 mujeres parejas de migrantes han oído del sida pero seis de ellas no hacen nada para protegerse.
• Se estima que la mitad de los migrantes nunca ha usado condón.
En México, la tasa de infección del VIH estimada entre migrantes es casi tres veces la estimada entre la población general: uno por ciento contra 0.3 por ciento. Estudios recientes de prevalencia del VIH entre migrantes en California calculan una prevalencia de 0.6 por ciento. Los hombres que tienen sexo con otros hombres, los usuarios de drogas inyectables y sus parejas son frecuentemente las poblaciones con las prevalencias más altas. Muchas veces, estas poblaciones se concentran en las fronteras, y son altamente móviles, por lo que deben ser prioritarias en las estrategias de prevención y las intervenciones de atención a la salud. Actuar en contra del estigma relacionado con el VIH y atender las realidades cotidianas enfrentadas por los migrantes y las poblaciones móviles son elementos clave en los programas de prevención y atención exitosos.

A menos que las condiciones económicas de México y Estados Unidos cambien dramáticamente, podemos esperar que la migración aumente. La condición de indocumentados ilegales de muchos migrantes mexicanos y centroamericanos los pone a merced de la explotación y la violación de sus derechos humanos, limitando su acceso a servicios de salud y otras fuentes de apoyo social, lo que a su vez se traduce en condiciones que aumentan su vulnerabilidad al VIH.

Las mujeres también migran
De la misma manera que en otros grupos, las relaciones inequitativas de género representan una importante barrera para los esfuerzos de prevención del VIH entre los migrantes mexicanos y sus parejas. Los estereotipos de masculinidad y virilidad alientan comportamientos sexuales de riesgo, como tener muchas parejas, tener relaciones sexuales sin condón y consumir alcohol o drogas antes de las relaciones sexuales. Los estereotipos femeninos incluyen la virginidad, la monogamia sexual y la ignorancia o pudor sexual, elementos que crean barreras para que las mujeres hablen de sexualidad o de prevención del VIH con sus parejas y que puedan negociar el uso del condón. Dos terceras partes de las parejas femeninas rurales de migrantes mexicanos no usaron condones con sus parejas cuando ellos regresaron, a pesar de la sospecha de que este comportamiento las podría poner en peligro de infectarse de VIH o cualquier otra infección de transmisión sexual.

Las herramientas de las mujeres para protegerse son limitadas debido a la falta de comunicación con sus parejas masculinas y a su incapacidad para influir en el comportamiento sexual de ellos. Otras razones para no sugerir el uso del condón incluyen la percepción de que se pierde la intimidad y la confianza, y el miedo a la violencia o el abandono. Los cambios generacionales y los relacionados con la experiencia de la migración en los roles de género y las expectativas de la relación de pareja no demuestran reducir el riesgo a contraer el VIH, ya que aunque existe mayor comunicación y equidad, también hay un mayor deseo de ser pareja y tener intimidad, con lo que se asume que existe fidelidad sexual (que puede o no ser cierto) y se excluye el uso del condón.

El número de mujeres migrantes va en aumento, tanto dentro de grupos familiares como por su cuenta. Los cambios sociales en las comunidades de origen relacionados con la migración y la feminización de la migración generan preguntas interesantes acerca de los roles de género y la vulnerabilidad al VIH/sida: ¿Se están reconfigurando las redes sexuales de las mujeres que se quedan? ¿La pobreza de las mujeres migrantes en las comunidades de destino propicia la entrada al trabajo sexual? Es claro que la experiencia migratoria cambia los roles de género y las expectativas, ¿cómo impactan esos cambios en la vulnerabilidad relativa al VIH/sida entre mujeres que se quedan en sus comunidades de origen y aquellas que migran?

Que lejos estoy del suelo…
Los cambios en los comportamientos sexuales de los hombres cuando migran pueden incrementar su riesgo a la infección del VIH. Condiciones de vivienda sobrepoblada, soledad, distancia de la pareja femenina regular, escape del control social sobre la sexualidad en la comunidad de origen, la percepción de que se vive en una cultura sexualmente más liberal, así como el aumento de estrés y consumo de drogas y alcohol, contribuyen a crear contextos de mayor vulnerabilidad al VIH para los migrantes masculinos. Los comportamientos específicos relacionados con la infección de VIH que han sido estudiados incluyen: uso de condón, sexo con trabajadores sexuales y sexo entre hombres.

El uso del condón es bajo entre los migrantes mexicanos. Un estudio con trabajadores agrícolas reportó que la mitad de ellos nunca había usado un condón, de la tercera parte de los que reportaron tener relaciones sexuales con varias parejas, solo 25 por ciento usó condón. Los hombres casados reportaron la misma frecuencia y tipos de comportamientos sexuales que los hombres solteros, pero menor uso de condón. Las relaciones sexuales con trabajadoras sexuales son comunes entre los hombres migrantes; casi la mitad de los trabajadores agrícolas reportó esta práctica. Las trabajadoras sexuales latinas muestran tener menor percepción del riesgo a la infección del VIH y no usan condones consistentemente.

Las relaciones sexuales entre hombres aparecen como una práctica común dentro de la experiencia migratoria. Los factores que contribuyen a esto pueden incluir la percepción de un contexto social de menor vigilancia de su sexualidad y los contextos homosociales, como los campos de labor, las obras de construcción o las cantinas, bares de estripers y cines pornográficos que se encuentran entre los pocos espacios sociales abiertos a los migrantes mexicanos indocumentados en Estados Unidos.

El sexo entre hombres también puede ser entendido como una manera de satisfacer lo que ellos perciben como sus necesidades físicas, protegiendo y respetando a sus esposas.

“Para ellos, el sexo seguro es un coito rápido en el baño de una cantina con otro hombre porque nadie se va a embarazar, nadie le va a decir a sus esposas, ni se van a enamorar y es sexo seguro porque el riesgo por el que ellos están preocupados es el riesgo social, no el riesgo de una enfermedad” (Investigadora, Estados Unidos). El consumo de alcohol es un factor importante que contribuye al sexo entre hombres, y para mantener la identidad heterosexual, pues lo que pasa bajo su influencia “no cuenta”. Para otros hombres, además de aumentar las oportunidades económicas, el deseo de vivir una identidad sexual más abierta puede motivarlos a migrar.

Aunque los contextos de migración incrementan la vulnerabilidad al VIH, este proceso también puede incrementar el uso del condón. Un estudio que compara a los migrantes con los no migrantes de los estados de Puebla y Morelos encontró que mientras los migrantes reportaron un número más alto de parejas casuales y comerciales durante el último año, también reportaron mayor uso de condón durante su última relación sexual con sus parejas sexuales regulares, comerciales y casuales.

En resumen, el proceso migratorio crea contextos que hacen que los migrantes y sus redes sociales en las comunidades de origen y destino sean vulnerables a la infección del VIH. Para obtener ganancias significativas a largo plazo en términos de prevención del VIH es necesario atacar las raíces de la vulnerabilidad, tales como la pobreza, la ilegalidad, el estigma y la discriminación relacionados con el VIH, la homofobia y las relaciones inequitativas de género. Grupos específicos dentro de las poblaciones migratorias y móviles, como los hombres que tienen sexo con hombres, los usuarios de drogas inyectables, los hombres casados que viajan solos y las trabajadoras sexuales reportan más prácticas de riesgo y deben ser el foco de las campañas de prevención.

* La autora es consultora de VIH del Fondo de Población de las Naciones Unidas. El texto es un extracto de la investigación “Migración, VIH/SIDA y temas relacionados”, publicada como parte del proyecto Migración y VIH/sida, de la organización civil Population Council. http://www.popcouncil.org/migracion/