Número 138 | Jueves 10 de enero de 2008
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus
NotieSe

Contra la violencia de género: El día que desperté

Christian Rea Tizcareño Hablar puede detener la violencia, así sea por un minuto. Dentro de las actividades en torno al Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el Gobierno del Distrito Federal realizó, el 9 de diciembre pasado, un evento titulado “Un minuto contra la violencia y vida por la equidad”. En ella hablaron los hombres: políticos, activistas, líderes sociales, artistas, figuras públicas. Todos durante un minuto. Pero también participaron algunos hombres violentos que ahora participan en grupos de apoyo, en alguna de las Unidades de Atención y Prevención de la Violencia Familiar (UAPVIF), y que dieron su testimonio de vida.

Juan Manuel es uno de esos hombres. Entrevistado por Letra S, cuenta como la violencia se volvió algo cotidiano, hasta que logró romper el círculo, despertar, luego de que su pareja, después de 26 años de violencia física y mental, interpuso una demanda por maltrato psicológico. La UAPVIF de Cuajimalpa envió a Juan Manuel al Grupo de Hombres, en donde recibió terapia.

“A los 44 años aprendí la lección, cabrón. Ese día desperté. Venía agresivo. Pensé que era una broma. Me burlaba de los psico-locos. Mi idea era que donde yo encontrara a mi mujer, la iba a matar con quién viniera. Estaba desecho. Me sentía ahogado. Quería gritar. No asimilaba mi cobardía.

“Para mí, golpearla era algo normal. Nunca pensé que obligarla a tener relaciones sexuales conmigo fuera violarla. Nunca tuve un detalle, creí que eran cursilerías. La maté, le di en la madre. La hice a mi manera. Cuando salió embarazada, le dije: ‘¿querías un cabrón?, ya lo tienes. Ahora qué estás chingando’. No sé cómo me aguanto tanto. No me di cuenta hasta que llegue aquí. Me sentí muy ruin de haberle hecho tanto daño. Me di miedo a mí mismo. Aprendí a llorar.

“En el Grupo de Hombres se me brindó la oportunidad. Agradezco a Erika Saldaña, la psicóloga, por haberme escuchado, a mis compañeros por haber compartido sus testimonios. Sin ellos, hubiera hecho una pendejada. Estaba listo para morirme, para hacer más daño. No me importaba nada. No sabía qué hacer. No dormía. Hoy se me han abierto los ojos. Estoy aprendiendo a ser otra persona, a respetarme. Voy a dar lo mejor de mi a los que me rodean. Me siento en paz, no sabía qué era eso.

“Yo sí sé lo que es el hambre. No tuve buena infancia, ni nada de eso. Tenía seis años cuando mi papá dejó a mi mamá. Mis tíos fueron los que más me agredieron. Me salí de mi casa a los 13 años. Cuando estaba en el reclu, mi madre me decía ‘por qué volviste a caer en esto’, y yo le contestaba ‘sabes qué, a ustedes no los conozco, mi familia es la calle’.

“El machismo es cobardía disfrazada. Me hubiera gustado ser hombre como pareja, escucharla, atenderla, ser responsable, ser el mejor de los esposos, no ser posesivo y celoso. Quisiera compensarla, pero creo que con no molestarla la voy hacer feliz por primera vez”.

“Ahora que estoy solo, sí puedo decir que me amo como persona. Estoy aprendiendo a vivir. A mi pareja le agradezco el paso que dio y le pido perdón.

“Tengo tres hijas y dos nietas, y no me gustaría que las tocaran ni de broma, ni de pensamiento. Yo les sugiero a las mujeres que al primer signo de violencia, que se hagan a un lado”.