Usted está aquí: sábado 5 de abril de 2008 Cultura El vino secreto que guarda cada sílaba

Disquero

El vino secreto que guarda cada sílaba

Pablo Espinosa

Otro orgullo latinoamericano que ya está en el “sello amarillo” es el compositor argentino Osvaldo Golijov, cuyo signo es la diáspora, la migración constante.

Nació en el seno de una comunidad judía en La Plata, Argentina, el 5 de diciembre de 1960, y en su obra recupera el crisol cultural en que se ha desarrollado: música klezmer por igual que Astor Piazzolla, música popular brasileña y latinoamericana por igual que la vanguardia europea.

Su cuarto disco en Deutsche Grammophon es una obra maestra que mereció media hora de aplausos (más de lo que dura la obra, que suena entera en 26 minutos) en Stutgtart, hace ocho años y la versión definitiva en disco, titulado Oceana, cantata para voz, coro de niños (“small boy’s choir”, dice en el original, es decir “coro de niños pequeños”), doble coro y orquesta.

Es una obra magna, hecha por encargo del director alemán Helmuth Riling, quien hizo escribir a autores importantes una serie de “Cantatas de las Américas” para conmemorar el cumpleaños 250 de Bach.

La respuesta de Golijov fue oceánica en todos sentidos. De entrada, decidió espejear a Bach con una contraparte latinoamericana: Pablo Neruda, a quien Golijov presentó a los alemanes como “un Bach latinoamericano” por su capacidad de transmutar en belleza todo lo que es del mundo.

Fue al libro preciso: Cantos ceremoniales (1961) y al poema inequívoco: “Oceana”. Ésta sí que es una manera efectiva, bella, inteligente, digna, sincera y respetuosa de esgrimir metáforas del mar.

Por si no fuera suficiente el carácter grotesco de la fabulita del “tesoro oculto en las profundidades del mar que tenemos todos los mexicanos” (faltó sólo el “vamos a por él”, no vamos por él, sino en español de neocolonizaje), recurramos a lo honesto para limpiar el honor: reproduzcamos un fragmento de Oceana, que canta la estrella popular brasileña Luciana Souza, el doble coro, y el coro de niños pequeños: “Oceana nupcial, cadera de las islas,/ aquí a mi lado, cántame los desaparecidos/ cantares, signos, números del río deseado/ Quiero oír lo invisible, lo que cayó del tiempo/ al palio equinoccial de las palmeras,/ Dame el vino secreto que guarda cada sílaba;/ ir y venir de espumas, razas de miel caídas/ al cántaro marino sobre los arrecifes (…) Oceana, dame las conchas del arrecife/ para cubrir con sus relámpagos los muros,/ los Spondylus, héroes coronados de espinas,/ el esplendor morado del murex en su roca:/ tú sabes cómo sobre la sal ultramarina/ en su nave de nieve navega el Argonauta”.

Oceana, la de Neruda y de Golijov, suena a cantata, oratorio, clímax, catedral. No en balde escribió una Pasión según San Marcos (las otras Pasiones originalmente escritas por Bach fueron también, al igual que a Golijov, encargadas a otros tres compositores contemporáneos de primer nivel: Wolfgang Rihm, Tan Dun, Sofia Gubaidulina) y no en balde Osvaldo Golijov es una de las opciones más interesantes en el campo de la composición actualmente.

El disco incluye otras dos partituras igualmente portentosas: Tenebrae, interpretada por el Kronos Quartet, por quienes el Disquero dio a conocer la obra de Golijov (cuyo retrato aparece aquí) en México, merced a las grabaciones que esos cuatro fantásticos han realizado de obras del argentino.

Y culmina en el éxtasis con Three Songs, cantadas por la maestra Dawn Upshaw, otro referente de lo sublime en el Disquero, por su grabación de la Tercera Sinfonía de Gorecki y otros discos aquí reseñados. Las tres canciones las armó Golijov con poesía de mujeres: Sally Potter, Rosalía de Castro y Emily Dickinson.

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