Usted está aquí: lunes 2 de junio de 2008 Cultura México y España, lengua de Montserrat Aleix para expresarse pictóricamente

■ Montan exposición con su obra y editarán un libro sobre la pintora naif

México y España, lengua de Montserrat Aleix para expresarse pictóricamente

■ “Mi madre pintaba con la ilusión de explicar algo de los dos países donde vivio”: Ana María Pecanins

Merry MacMasters

Montserrat Aleix (1908-2004), quien empezó a pintar a los 66 años, lo hizo con la ilusión de reflejar los dos países donde vivió, expresa su hija Ana María Pecanins, cuya galería, manejada con su gemela Teresa, ha montado una exposición con motivo de los 100 años del nacimiento de su progenitora, celebrados el pasado 1º de abril.

Integrada por obra hecha en los años 70, 80 y 90, la muestra, titulada Aleix, aparte de dar cuenta de su producción, pretende ser el inicio de la realización de un libro de arte sobre la pintora naif, nacida en Palamós, Cataluña, pero radicada en México desde 1950. Aunque hay un grupo de cuadros que “no vamos a vender nunca”, en cuanto a los demás Ana María anuncia que se hará un pequeño descuento sobre su venta para apoyar la publicación del libro.

En aras del volumen, las galeristas ya se han acercado a entidades como la Embajada de España en México y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes porque los cuadros de Aleix tienen que ver con “los dos países donde ella vivió. Hay cuadros que son muy catalanes, muy mediterráneos, mientras otros remiten a Veracruz, las iglesias de México, las procesiones, los pueblos con su particular manera de representar las montañas, los pajares, los ríos, la gente vestida para sus festivales. Es decir, tiene una visión de ambos países, que ha sido su gran motivación para poder pintar. México y España fueron su lengua para expresarse en el sentido pictórico, pero siempre como autodidacta”.

No hay que confundir la pintura de Aleix con el arte popular o primitivo. “Mi madre vivió una sociedad que le dejó marcas, recuerdos, memoria, y usó esos tres temas para poder pintar su historia vivida, vista, entendida de sus dos países donde ella participó”, explica Ana María.

La galerista trae a la mente otra pintora naif: la estadunidense Grandma Moses (1860-1961), quien comenzó a pintar cuando tenía 70 y tantos años, porque su artritis ya no la dejaba bordar, y cuyas escenas eran más bien de la vida rural. “Mi madre –acota– es la sociedad en que vivió y entendió. Los dos países no representaban un conflicto para ella. Fue una ilusión, un descubrimiento.”

Aleix pintó escenas de cabaret, el futbol, los toros, bueno, hasta unos africanos que vio en un programa de televisión. También la iglesia, apunta Ana María; “sin ser beata era muy respetuosa de la religión. Y del campo. Es decir, no olvidó las circunstancias que la rodeaban. Aunque no lo viviera, sabía que existía”.

–¿Cómo veía a su pintura? ¿Se sentía artista o lo hacía por pasatiempo?

–Mi madre pintaba con la ilusión de explicar algo. Si hubiera sido escritora habría realizado novelas de cantos y cuentos. En vez de esto, como no era estudiante de universidad, era una persona que observó el mundo, lo interpretó pintando con una inteligencia nata que la hizo recordar el mundo donde se crió, donde vivió.

“La ignorancia de mi madre era no meterse en política porque en España tenías que ser como mudo durante y después de la guerra civil. Al llegar a México se sintió muy libre, descubrió que el mundo era bello. Mi padre la estimuló mucho, le regaló caballete, pintura. Le dijo, ‘Monse, tu tienes un don, no lo dejes’. No lo dejó nunca, sino hasta unos meses antes de morir. Hay un respeto al ser humano único. Para mi madre pintar no fue una afición ni una distracción, fue su mundo.

 
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