Usted está aquí: lunes 14 de julio de 2008 Deportes Arriesgar la vida, al alcance de todos; crear arte con un toro es otra cosa

TOROS

■ Explica conocedor cómo vino y por qué ya no se fue la suerte de varas

Arriesgar la vida, al alcance de todos; crear arte con un toro es otra cosa

■ Los detractores de la fiesta brava en su mayoría no entienden lo que es, sostiene

Leonardo Páez

Ampliar la imagen Manolo Olivares, durante la novena novillada en la Plaza de toros México Manolo Olivares, durante la novena novillada en la Plaza de toros México Foto: Jesús Villaseca

La suerte de varas tiene un sentido en la fiesta. Es producto de una evolución y gracias a ella se ha llegado al toreo moderno. Habrá quien esté en contra y podrá esgrimir que se castiga al toro en demasía, que se estrella contra un verdadero muro o que hace cruento el espectáculo, pero lo cierto es que la suerte de varas tiene su razón de ser.

Habla Saúl Acevedo Meyer, hoy exitoso mercadólogo y en su adolescencia elegante novillero, quien agrega: Al no picar un toro, no se puede ahormar la embestida, pues la mayoría tiende a hacerlo con brusquedad, no importa el estilo o la bravura. Hay embestidas bruscas de un manso o de un bravo. Esta brusquedad permite llevar a cabo espectáculos como el del salto del toro al estilo cretense, que se desarrolló en la civilización minoica, o con piruetas como se hace actualmente en Francia y España, o suertes como el Tancredo o el salto con garrocha, en las que se necesita un toro entero y brioso. Pero el toreo ha evolucionado durante más de un siglo en un espectáculo diferente. Se crea arte y no sólo se arriesga la vida.

Arriesgar la vida es algo al alcance de todo ser humano; crear arte con un toro es otra cosa. Basta ver la cantidad de personas que lo han intentado y el bajísimo porcentaje de los que lo han logrado. Se podrá decir que hoy día se crían toros más a modo para el toreo actual y que por tanto ya no es necesario picarlos.

El argumento tiene su parte de verdad. Por ejemplo, las novilladas sin picadores que se llevan a cabo en pueblos de España. Sin duda es un espectáculo diferente pero nunca se logra torear como al espectador actual le gusta. A pesar de ser novillos y no toros, los animales embisten con mucha brusquedad, independientemente de su condición de bravos o mansos. Se les lidia como mejor se puede y defendiéndose de los arreones, pero no se logra crear arte, se da espectáculo, pero no uno estético y lucidor, sino de valor, entrega y recursos.

–Los antitaurinos sostienen…

–Los detractores de la fiesta brava –ataja Saúl– en su mayoría no entienden lo que es, y toman la bandera de otros que fingen no estar de acuerdo con ella. Lo que no se ponen a pensar es que esos otros los “torean” a ellos y los utilizan para escalar posiciones políticas o sociales. El discurso de estos detractores cabecillas no es más que un estandarte, probablemente ni siquiera estén convencidos de lo que dicen pero sí de los resultados que les proporciona esta seudo oposición al toreo. La fiesta brava como cualquier otra actividad humana requiere de estudio para ser comprendida, es muy fácil criticar sin conocer.

La forma de embestir

La técnica actual aunada a una embestida acompasada permite mandar y ligar muletazos en serie, lo que se logra por medio del temple. Mucho se habla del toreo templado y de la clase o calidad de los toreros. Lo que no se dice es que sin el temple es imposible lograr esa calidad y esa ligazón, y que para ello es indispensable una embestida que lo permita. A partir de ahí es exactamente de donde se debe valorar la suerte de varas.

Es cierto que se ha abusado de la puya y que han echado a perder toros en los caballos, pero también es cierto que grandes faenas se han realizado gracias a una suerte de varas eficaz. Un puyazo puede cambiar la forma de embestir de un toro para bien o para mal, ya que la colocación del mismo puede influir en que el toro acometa descolgado o con la cara arriba, aunque en cualquier caso será con menos brusquedad, concluye Acevedo Meyer.

 
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