Usted está aquí: jueves 28 de agosto de 2008 Política Vicios en la vida interna de los partidos impiden que se posicione la democracia

Segundo informe

■ En el año reciente persistieron viejas prácticas, como el dedazo en AN o el cochinero del PRD

Vicios en la vida interna de los partidos impiden que se posicione la democracia

■ La reforma electoral, un gran paso, acotado por la embestida de las dos grandes televisoras

Alonso Urrutia / I

Ampliar la imagen Las viejas trampas electorales reaparecieron en los comicios del PRD, en el que persiste la crisis política Las viejas trampas electorales reaparecieron en los comicios del PRD, en el que persiste la crisis política Foto: Víctor Camacho

Año de contrastes en la política y la democracia en México. Oscilante entre los cambios legales que aspiran a acotar el poder del dinero en las elecciones y la presencia de los vicios del viejo régimen en la vida interna de los partidos.

La reforma electoral para reposicionar la democracia mexicana coexistió con la preservación de añejas prácticas, que van del dedazo presidencial que encumbró a Germán Martínez como dirigente panista, hasta el reciclamiento de la gama de trampas que reaparecieron en los comicios internos del PRD, que llevaron a su nulidad y a sumergir al sol azteca en otra crisis.

El segundo año de gobierno de Felipe Calderón transcurrió también entre la confección en el Congreso de una reforma electoral de segunda generación –que se aprobó, en parte, pese a la embestida de los poderes de facto que buscaban abortarla– y la frustrada tentativa presidencial de aprobar una reforma energética fast track que agitó el escenario político y provocó que en unas cuantas semanas en el Legislativo se pasara de la toma de tribunas a la realización de un amplio debate energético.

El año político comenzó con un desafío de los consorcios mediáticos a uno de los poderes de la República. Apenas trascendió la posibilidad de que el Congreso aprobaría una reforma para prohibir la compra de publicidad electoral, los poderes fácticos lanzaron una embestida que tuvo su día medular el 11 de septiembre, cuando una reunión de trabajo con la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión se transformó en un juicio sumario al Congreso de la Unión.

Transmitido en cadena nacional, el encuentro fue el foro para que locutores, conductores de noticiarios e incluso de programas de espectáculos –la elite de los empleados de los Azcárraga, los Salinas Pliego– arremetieran contra diputados y senadores por su pretensión de legislar en materia electoral, en un intento de dar un golpe de mano a la reforma en ciernes.

“Nos van a arruinar los ratings”, resumió entonces el dueño de Radio Fórmula, una de las cadenas más poderosas de la radio en México. Frase que sintetizaba la opinión de los consorcios mediático que veían cómo la reforma cancelaba el negocio trianual que representaban las elecciones.

A pesar de la oposición mediática que pronto se encubrió en la defensa de la libertad de expresión como bandera para cuestionar la reforma constitucional y posteriormente electoral, ésta inusitadamente avanzó en el primer caso casi unánimemente y en el segundo por una importante mayoría, provocando, entre otras consecuencias, la salida escalonada de consejeros electorales.

“Hay que decirlo con todas sus letras –diría el entonces coordinador de los senadores panistas, Santiago Creel–, es el dinero, con todas sus letras, la fuente de inconformidad de los concesionarios”. Su frase sentenciaría su destino meses después, cuando su partido, encabezado ya por Germán Martínez, entregaría su cabeza como coordinador, en aras de ganar espacios para el blanquiazul en la discusión de la reforma energética.

La reforma electoral se aprobó prohibiendo la compra de promocionales en radio y televisión, reduciendo los tiempos campaña, acotando las precampañas, restringiendo la publicidad de los gobernantes, entre otros avances. Sin embargo, como secuela de las presiones de los consorcios, las reformas secundarias quedaron inconclusas.

PAN: elección desde Los Pinos

Precipitada por las ostensibles malas relaciones que mantenían el presidente Felipe Calderón con el líder nacional del PAN, Manuel Espino, el partido determinó adelantar la renovación de la dirigencia nacional de su partido, originalmente prevista para marzo de 2008, con el propósito de efectuarla en diciembre de 2007. En la estrategia de Los Pinos se tenía el cálculo de enviar a un hombre de todas las confianzas de Calderón para subsanar los roces y las críticas de Espino a la figura presidencial.

Desde Los Pinos se barajaban nombres entre allegados al Presidente, pero se optó por un secretario de Estado, Germán Martínez, que era titular de la Función Pública. Como antaño, cuando el dirigente del partido era virtualmente otro miembro del gabinete, se diseñó promover a Martínez, amigo cercano de Calderón, a la presidencia del PAN.

La señal era clara, por lo que antes de ser avasallado por lo que ya cobraba formaba de la vieja “bufalada” priísta, el grupo de Espino se allanó a lo que virtualmente era una desginación presidencial para dirigir al PAN. Sin adversarios en la contienda, con los vientos en su favor y la bendición presidencial, el 8 de diciembre, con una votación avasallante, 330 votos en favor, ni uno en contra y sólo ocho sufragios anulados, Martínez era ungido como el nuevo dirigente nacional del blanquiazul.

Desde entonces, los roces gobierno-partido han cesado, aunque Espino –quien habría rechazado el exilio de una embajada, ofrecida para que no buscara la relección–, se refugió en la Organización Demócrata Cristiana de América, cargo que le ha permitido reanudar, en mucho menor medida, las críticas a Calderón Hinojosa.

PRD: crisis de legitimidad

Si en el PAN se reprodujeron las añejas prácticas priístas del dedazo y la cargada, en la izquierda abundaría la otra faceta de la premodernidad democrática: el robo y quema de urnas; casillas zapato; lugares donde votaron más ciudadanos que las boletas repartidas; la presunta compra de votos, un coctel de irregularidades que no tendría otro fin que la anulación y la crisis política en el PRD, la cual no termina de solucionarse.

Desde la misma noche de la elección comenzó a tejerse una historia de descalificaciones, cuestionamientos entre los propios contendientes, denuncias de un “cochinero” en la asistencia a las urnas, rellenadas previamente. Nueva Izquierda e Izquierda Unida entraron en una espiral que hasta ahora trae en vilo al partido, inmerso en una crisis de legitimidad derivado de un muy desaseado proceso electoral.

Pronto, las descalificaciones hicieron estallar a las “autoridades electorales” del partido, provocando la renuncia del Comité Técnico Electoral, que ante tal nivel de irregularidades optó por abandonar la nave, y posteriormente la renuncia de una integrante de la Comisión Nacional de Garantías.

Decenas de recursos fueron a dar al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que ha tenido que intervenir decididamente en el proceso interno, ordenando a la Comisión Nacional de Garantías terminar un cómputo que tardó meses en completarse por las descalificaciones. Todo ello concluyó con la nulidad de los comicios, decisión igualmente impugnada en tribunales que aún aguarda resolución.

 
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