Usted está aquí: lunes 8 de septiembre de 2008 Cultura Muerto el grafitero, el artista visual está en libertad: Heredia

■ Después de 10 años retoma la técnica para reinterpretarla

Muerto el grafitero, el artista visual está en libertad: Heredia

Merry MacMasters

Muerto el grafitero, el artista visual está en libertad de abordar el tema del grafiti para hacer obra. Este pensamiento anima La muerte de S.R. Niuk a manos del cobarde Guillermo Heredia, exposición de 14 relieves pintados y dos esculturas, que se inauguró el sábado en la Galería Pecanins.

Después de una década de no salir a la calle a hacer pintas, Guillermo Heredia (DF, 1972) retoma el grafiti como tema plástico, aunque de manera light: “Esta no es una exposición de grafiti, sino de pinturas basadas en uno de los grandes temas, como había antes el retrato y el paisaje. Uno de los grandes aportes del grafiti a la plástica es tomar la tipografía, poner un nombre y desarrollarlo estéticamente de una infinidad de formas. Me interesó como reto plástico –ya con todo mi bagaje artístico– regresar al tema del grafiti y darle una reinterpretación”.

Heredia fue atrapado por el grafiti en 1985, época en que se puso de moda el break dance en México. “Se proyectaron un par de películas a nivel comercial, una llamada Beat Street, donde se hablaba del grafiti, el hip hop y el break dance. La primera vez que vi unos trenes pintados con grafiti me maravilló; nunca había visto algo así. Le pedí a mi mamá que me regalara latas de aerosol en mi cumpleaños, lo cual hizo. A partir de allí empecé a hacer grafitis”, explica el entrevistado.

Todavía faltaba una década para que ese movimiento se diera “en forma” en México. Heredia recuerda que en ese entonces, en la zona de Aragón, “hasta cerraban las calles donde hacía mis grafitis, ponían sillas, música y veían como pintaba, a la manera de un acto comunitario”.

En un principio se inspiró en la expresión plástica neoyorquina de los años 70, que después mezcló con su propio referente artístico que abarcó la cultura de la calle y “el arte que llamamos culto”.

–¿Por qué se alejó del grafiti?

–Porque no me daba más. El grafiti surge ante el deseo de poner tu nombre en las calles. El ‘aquí estoy’, pero llega un momento en que se vuelve un callejón sin salida. Entonces, empecé a hacer experimentos plásticos en la calle, como poner siluetas de asesinados en el piso o seccionar zonas con cintas de prohibido el paso, como si fuera el escenario de un crimen. Eran actos callejeros más acordes con el arte de los grupos.

–Al dejar el grafiti, ¿qué le llama la atención?

–La pintura y la escultura. Manejo también el aerógrafo desde 1988, porque es muy parecido al aerosol. En 2000 agarré por primera vez unos pinceles, empecé a pintar y monté mi primera exposición en la casa de Felipe Ehrenberg –fue su asistente un par de años– en la colonia Portales, donde tenía una pequeña galería. Me encantó el hecho de tener otro tipo de discurso. Después empecé a hacer escultura que por necesidad se armaba y desarmaba. Quería hacer obra tridimensional, pero no podía porque mi taller es muy pequeño y no tenía dónde guardarla.

En 1999 Heredia fue invitado por la galería Intermedia Arts, de Minneapolis, Estados Unidos, para participar en el proyecto Diálogo de muro a muro en el arte público, con artistas grafiteros como Lady Pink y Case 2. Hace dos años exhibió en Sao Paulo, Brasil, en una galería especializado en el arte callejero.

Para el artista, “el verdadero grafiti tendría que ser ilegal. El problema surge cuando se le da un valor artístico, porque el grafiti no es un arte, es una forma de expresión que puede llegar a ser arte dependiendo de la calidad del artista. Pero, si al grafiti le quitamos el arte, sigue siendo una forma de expresión”.

 
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