Número 147 | Jueves 2 de octubre de 2008
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus




La coyotera
Por Joaquín Hurtado

Los policías venían y cobraban cuota a mi mama que en ese tiempo trabajaba cuidando a las muchachas en la vecindad de la Coyotera. Como no tenía para darles moche les pagaba con servicio. Yo veía que ellos entraban muy orondos, hacían muchas burlas mientras de uno por uno pasaban a los cuartos a estar con ellas. Después mi mama se enfermó de los pulmones, adelgazó bastante hasta quedar en los puros huesos. No sabíamos qué la estaba acabando hasta que vinieron del centro de salud y nos sacaron sangre a todos.

Yo creía que la enfermedad que ella tenía era por tanto malpasarse y fumar, pero luego le siguió la diarrea, los llagas en sus partes, el algodoncillo en la garganta que no la dejaba tragar comida. Sufrió lo que no se imaginan.

Dos de sus amigas resultaron con lo mismo. Yo también le entré al jale a la edad de quince años. Así es la necesidad. Me enamoré de un cadete de la séptima zona. Me enseñó a cuidarme con condón, me prometió sacarme de allí y llevarme a vivir con él a su rancho de Veracruz. Yo estaba muy chamaco en aquel entonces, no sabía que andaba esa epidemia que luego se supo era cosa incurable, tremenda. Todos pensaban que era un mal puesto, como brujería, porque mi mama y las gentes fueron quedando chupados como si las estuviera desangrando un vampiro invisible cada noche. El soldadito ya no volvió al ver tanta calamidad, me dejó para siempre, me cambió por otro chavo. Yo vi morir a mi mamá y varias muchachas en mis brazos.

Hace poco vino uno que fue policía, aseguraba que aquí lo habíamos contagiado. La vecina le dijo que ya todas se habían muerto, que yo estaba limpio. Enrabiado, entró a mi casa con pistola y de coraje rompió la televisión, el ropero, los espejos y las pocas cosas que mi mamá me dejó o que yo había comprado con lo que sacaba de mi trabajo de repartir condones, dar platicas y animar a la gente a que se hiciera la prueba del sida. Lo que más me duele es que todas las muñecas que mi mamá guardaba en una vitrina quedaron sin cabeza, destrozadas. A ese fulano le dicen el Gorgojo. Me dijo que iba a regresar para darme un escarmiento porque ahora iba a entrar a jalar con los Zetas.

Asustado fui y di aviso a los del gobierno pero se rieron de mí. Pinche sidoso, pos qué esperabas, me respondieron. A un amigo también lo han amenazado porque anda dando metadona en lugar de heroína en los picaderos. Yo si creo que el Gorgojo es capaz de matarnos. El domingo salió en las noticias que a tres cuadras de aquí un comando de encapuchados ejecutó a una familia. Acribillaron a la abuela y sus tres nietos. Oyeron que la viejita le gritaba a un tal Gorgojo que por amor de Dios no se llevara a sus chamacos. La rafaguearon junto a los chamaquitos, dizque andaban vendiendo droga para otros jefes. Los niños iban apenas en quinto y sexto de primaria. Yo tengo mucho miedo, tanto que me dio parálisis en la mitad del cuerpo, si viene un c omando no podré ni siquiera correr. Antes era el sida lo que nos provocaba mucho espanto, ahora son los encapuchados que llegan en patrullas de la policía y tiran bala parejo. Polis y matones son de los mismos.