Usted está aquí: miércoles 3 de diciembre de 2008 Cultura Colegas y discípulos despiden a Enriqueta Ochoa

■ Sus cenizas serán depositadas al pie de una jacaranda, como dispuso la escritora

Colegas y discípulos despiden a Enriqueta Ochoa

Arturo García Hernández

Enriqueta Ochoa es, junto a Rosario Castellanos y Dolores Castro, uno de los “tres grandes puntales” de la poesía femenina en México. Su obra es un parteaguas porque “configuró una imagen diferente de la mujer a partir de las metáforas de la maternidad y de un erotismo que tiene mucho que ver con la mística”.

Especialista en la poesía de la fallecida poeta, a cuya obra ha dedicado 15 años de estudio, Esther Hernández Palacios sostuvo que “a partir de su generación y a partir de la fuerza de su voz poética, de su seguridad para enunciar desde un yo poético profundamente femenino, no necesariamente feminista, ya no puede decirse que sean excepcionales las mujeres que descuellan en un universo poético masculino”.

Hernández Palacios, también prologuista de la obra reunida de Ochoa publicada este año por el Fondo de Cultura Económica, fue entrevistada en la funeraria de avenida Félix Cuevas, donde fueron velados los restos de la poeta fallecida la tarde del lunes. La especialista informó que está en la imprenta un libro de su autoría sobre la relación de Ochoa con la poesía mística, se trata de un ensayo, derivado de su tesis de doctorado, Enriqueta Ochoa: la sacralidad femenina: “Conocía muy bien la tradición de los poetas místicos, había leído y estudiado a Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y, como los místicos, trabajaba a partir de los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire”.

Hasta la funeraria llegó a despedir a su amiga, la también poeta Dolores Castro: “Estoy muy triste, nos conocimos desde jóvenes y vine porque quiero despedirme de ella, creo que la amistad no se termina aquí, que algún día la volveré a ver”.

Castro se refirió a Ochoa como “una de las más grandes poetas de México; su poesía es deliciosa, mística, con una fuerza extraordinaria de expresión y una capacidad para ver el mundo aquí y más allá, ese más allá del que ahora estará disfrutando, que ella imaginó y pudo ver desde antes y expresarlo con tal capacidad y fuerza”.

La poeta Marianne Toussaint –hija de la autora de Retorno de Electra– explicó que el final de su vida, Ochoa disfrutó un reconocimiento que de algún modo ella misma había evitado: “Toda su vida se escondió porque sentía que peligraba en un ambiente muy caníbal e infame; no le interesaba la competencia ni la demostración, le tenía mucho respeto a la poesía como algo sagrado, no se atrevía a mancharla con cuestiones como estar en el candelero, jugando carreras a ver quién tiene más nombre”.

Ser hija de Ochoa, dijo Marianne, “fue vivir en un mundo paralelo que ella creaba para poder sobrevivir, para poder defenderse, porque la lastimaba hasta el aire que respiraba.

“Era una persona muy gozosa, que adoraba lo placentero de la vida, defensora de su libertad para tomarse una cerveza en el malecón de Veracruz o irse de viaje al último rincón, al mismo tiempo sufría mucho las miserias humanas. Entonces, fue vivir el mundo a través de unos ojos muy distintos.”

Enzia Verducchi, coordinadora de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes, fue discípula de Ochoa. También presente en la funeraria, recordó la importancia de los talleres que impartió la poeta durante más de dos décadas. El trabajo que hizo en ese sentido, sobre todo en los años 70 y 80, fue “guiar con total y absoluto respeto la voz de sus alumnos, nunca quiso imponer su estilo ni sus gustos; siempre nos respetó; nos ayudaba a encontrar un camino, nos proporcionaba lecturas y nos enseñó a escucharnos a nosotros mismos.

La titular de la Coordinación de literatura del INBA informó que en estos días, en el la sede de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, hay una instalación sonora en la que el público puede escuchar una lectura de poesía en voz de Enriqueta Ochoa, grabada en 1986.

Por otro lado –informó el poeta y editor Alejandro Sandoval– está por publicarse un libro póstumo de Ochoa: el Diccionario de imágenes en la poesía mexicana del siglo XX, al que dedicó 15 años. Documenta de qué manera los poetas mexicanos han nombrado elementos y objetos diversos (aire, mar, fuego, etcétera) “desde Ramón López Velarde hasta poetas de treinta y tantos años.”

Los restos de Ochoa fueron cremados anoche y, según Toussaint, su madre dispuso que sus cenizas se depositaran al pie de una jacaranda.

 
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