Sociedad y Justicia
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El Estado la realiza a cambio de recursos, afirma Díaz Barriga

La evaluación educativa es perversa en México: experto

Los maestros han perdido el valor de su profesión, señala

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La crisis puede ser una oportunidad para transformar un sistema que no tiene por qué invertir cifras millonarias en sistemas de evaluación que no están atendiendo los procesos vinculados a la formación del estudiante, sostiene el especialista Ángel Díaz BarrigaFoto La Jornada
 
Periódico La Jornada
Domingo 8 de marzo de 2009, p. 41

En México urge un cambio de políticas educativas, ya que con crisis económica o sin ella enfrentamos un sistema de examinar muy perverso, en el que la lógica que se aplica desde el Estado es la evaluación institucional a cambio de recursos, afirmó Ángel Díaz Barriga, especialista en el sistema educativo y catedrático del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México.

En entrevista, señaló que la crisis puede ser una oportunidad para transformar un sistema que no tiene por qué invertir cifras millonarias en sistemas de evaluación que no están atendiendo los procesos vinculados a la formación del estudiante, que es lo que podría hacer cambiar los mecanismos que operan en el aula y la escuela.

La crisis económica, afirmó, también podría propiciar que las autoridades educativas tuvieran más humildad y se confiara más en los profesores, para apostar más a los sujetos de educación, tanto en la formación básica como en la superior.

Sin duda, indicó, existen ámbitos donde se pueden reducir costos. La evaluación es un área sobrecrecida que podría ser más modesta, más educativa, para hacer una evaluación no para dar dinero, que es absurdo, sino para ayudar a la institución, es decir, para mejorar lo que sucede en el salón de clases.

Díaz Barriga sostuvo que en México, como en la mayoría de los países de América Latina, los maestros han perdido el valor de su profesión. Explicó que de la mística de la Revolución Mexicana se trataba de pasar a un docente profesional, pero éste se quedó a mitad del camino y se volvió un empleado. Así se fue perdiendo el interés en el alumno y en su proceso educativo. Por esta razón, señaló, en México las evaluaciones se han convertido en una lista de chequeo, con miles de detalles absurdos para mirarlos con lupa, al convertirse en negocio o en una perversión.

Enfatizó que en educación superior la aplicación de esquemas de productividad y eficiencia, asociados a los programas de estímulos, generó que los docentes ya no tengan mucho tiempo para atender a sus alumnos, y se ha dejado de valorar a quienes enseñan los fundamentos del saber científico, al exigirles que publiquen investigaciones para acceder a los estímulos salariales.

Vale la pena preguntarnos si un maestro que enseña las bases de la química o las matemáticas a estudiantes que más tarde llegarán al doctorado no merece tener un buen salario.

Ante un escenario de crisis, manifestó, veo una autoridad educativa que ya no está en el aula, y un apresuramiento en aplicar reformas curriculares que no necesariamente se traducen en cambios en el trabajo docente. Ojalá la autoridad fuera más humilde y limitara la búsqueda de la eficiencia para tratar de consolidar un modelo de calidad, con una evaluación más orientada a los procesos educativos y, por tanto, más diversificada y con capacidad de reconocer singularidades.