Opinión
Ver día anteriorDomingo 29 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Por un México social
S

uponiendo, sin conceder, que con la globalización de fin de siglo haya venido un régimen de auténtico libre mercado, con la crisis actual se hace evidente que creer y confiar en dicho régimen no puede sino traer consigo su corrosión y con ella la del resto de los tejidos y mecanismos que hacen posible la convivencia y la supervivencia de una sociedad tan grande y compleja como es la actual comunidad internacional. Si algo es evidente hoy es el abuso y la sobrexplotación que se ha hecho del mercado y del entorno, con los consiguientes y enormes costos sociales y ambientales que han puesto a la humanidad, que apenas ayer estrenaba el nuevo milenio con arrogancia globalista, al borde del colapso. Y a nosotros con ella.

Los datos duros y suaves que perfilan los panoramas y escenarios de nuestra economía política son contundentes: la actividad económica se desploma en todos sus frentes y los servicios y el comercio, proverbiales zonas de refugio para los no incluidos en las formas dinámicas de la producción, caen como la industria y las manufacturas, las finanzas y los escondrijos del empleo ilegal que llamamos outsourcings. Para enero se ha estimado una caída anualizada en el Indicador Global de la Actividad Económica de 9.48 por ciento, de 11.1 por ciento en la industria y de 9.1 por ciento en el sector terciario, lo que confirma el pronóstico del Banco de México sobre una contracción del producto interno bruto superior a uno por ciento y lleva a otros especialistas a prever caídas cercanas a 5 por ciento en 2009.

El tobogán productivo ratifica el escenario laboral del que la prensa dio cuenta unos días antes. El desempleo abierto supera 5 por ciento de la población económicamente activa, que sumado al mal empleo, formado por personas que quisieran trabajar más horas y que obtienen ingresos ínfimos, nos ofrece un escenario de empleo indecente e indigno que supera los 4 millones de trabajadores urbanos, pero que no deja a nadie inmune, porque los superricos no pueden olvidar que sus protectores tienen familias y parentelas que a diario sufren y viven esta y otras calamidades.

Proponer como salida a esta circunstancia la creación o ampliación de una economía de libre mercado es un mal chiste analfabeta, aunque se asuma que la nostalgia por el régimen económico anterior, el del presidencialismo económico, no lleve a ningún lado. En la encrucijada puede apelarse a la desmemoria, pero falsear la historia hasta negarla, como lo han propuesto el PAN y sus corifeos desde que se volvió (mal) gobierno, es querer condenar al país a unas jornadas de irracionalidad que no pueden sino anunciar el arribo de nuevos brotes autoritarios, como los que se anuncian con las regresiones en materia de derechos humanos y los incumplimientos persistentes en materia de derechos económicos y sociales de que nos diera cuenta hace unos días la activista cívica Clara Jusidman.

La necesidad de plantearse la construcción de un México social desde las honduras de la crisis y los hoyos negros de unos rezagos productivos, de empleo y bienestar, seculares pero exacerbados en estos lustros de revolución neoliberal, fue la convocatoria del Seminario Universitario de la Cuestión Social que entre el 25 y el 27 de este mes reunió a un distinguido y plural grupo de investigadores en el paraninfo de la Antigua Escuela de Medicina.

Basados en sus hallazgos y conocimientos, estos estudiosos del CIDE, el Colmex, el Coneval, la Ibero, el ITAM, la UAM, la UDG y la UNAM, junto con investigadoras y consultoras de organizaciones de la sociedad civil, desplegaron el diagnóstico de nuestras desolaciones, examinaron instituciones y relaciones políticas, dieron cuenta de debilidades y fracturas portentosas. Sin embargo, trataron de dirigir mirada y angustia a las condiciones sociales y políticas, institucionales, necesarias para usar lo que se tiene en la producción material y en capacidades de protección y promoción social, para capear una crisis abrumadora y al mismo tiempo abrir brecha para un curso distinto por promisorio, no de la abundancia de un primer mundo que se adentra en la penuria máxima, pero sí de una seguridad digna basada en el empleo protegido y el derecho universal garantizado a la salud, así como en una educación capaz de abandonar pronto la situación vergonzosa a que la ha condenado desde hace décadas la irresponsabilidad oficial y la codicia insaciable del corporativismo.

De esto y mucho más pudimos hablar en los días señalados. La paradoja más cruel: que con libertad política, democracia y sin presidencialismo autoritario y mandón, lo que priva es la falta de voz para la mayoría, un ruidero insufrible en las alturas y una ceguera social, aquí sí que un blindaje infernal, en los que mandan frente al reclamo y el llanto que inunda el llano y lo lleva de la desesperanza a la desesperación.

Hay que empezar por algún lado y desde el seminario decidimos convocar a los estudiosos sociales a manifestar y enriquecer un llamado urgente, lo mejor sustentado que se pueda, por un México social aquí y ahora (véase: www.cuestionsocial.unam.mx).