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Disquero
Una flor, un sueño
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Periódico La Jornada
Sábado 16 de mayo de 2009, p. a19

¿En cuál nube, en qué andamio invisible, dónde entre el misterio del aire que nos envuelve se asoma y esconde la magia que escancia la música de Oumou Sangare?

En cuanto suena inicia el cuento, se tiñe de colores el aire, ondea en su espléndida fragancia de flor aereada, enhiesta, alta, sonriente.

¿Cómo olvidar la danza de las trencitas de pasa, piernas de mujer-gacela, voces venidas de un sueño de sus coristas mientras ella, Oumou, sonreía como flor enhiesta en el centro del escenario?

Eso fue hace ya casi 10 años. Guanajuato, Alhóndiga de Granaditas. Festival Cervantino. Oumou Sangare, bamboleando su alta y rotunda humanidad, cantó y encantó y el encanto quedó prendido, prendado y volvió a arder la llama cuatro años después, cuando las trencitas de las gacelas, las piernas de las bellísimas coristas –otra vez, una belleza nacida de un sueño– y el canto de la flor morena volvió a estremecer las almas, esa vez en la Sala Nezahualcóyotl.

La manera como vuelve Oumou Sangare ahora es con algo mejor que la evocación: la puesta en vida de su vida, porque en cada concierto entrega la existencia entera, cuando uno abre el mensaje que viene dentro de su nuevo disco, es decir, cuando lo pone a andar en el aparato reproductor y las bocinas cimbran y siembran.

Seya se llama el álbum y así se titula la canción que ocupa el track ocho. Seya en la lengua de Oumou Sangare, es decir, en su idioma y en su canto, significa alegría, felicidad, la vida hermosa.

El encanto de su canto viene envuelto, arropado en una orquestación audaz porque abraza y abrasa en una misma orquesta instrumentos africanos y europeos.

El efecto es devastador: transporta de inmediato a un estado del alma, a un paisaje interior, una nube, un misterio que se esconde y asoma enmedio del aire que nos circunda, nos circula.

Entonces suena una brisa tibia de monzón, galopan las gacelas con su canto. Enmedio del sueño los escenarios se vuelven cubistas: Ulises ya no está atado al mástil, decide inclinar el rostro hacia el encanto del canto de las sirenas, que han tomado la forma de gacelas que han tomado la forma de mujeres hermosas que bailan y cantan alrededor de la flor enhiesta, alta, sonriente: Oumou Sangare.

Qué fortuna. Discos CoraSon reincide. Hace siempre el bien. Trae a México alegría, felicidad, la vida hermosa, Seya, que así se titula el nuevo álbum de Oumou Sangare.

Y siempre que termina un disco empieza algo nuevo. García Márquez dice que siempre que termina un disco de Los Beatles empieza la nostalgia. Modestamente podríamos añadir que la alegría perdura.

En cuanto terminó de sonar en las bocinas el nuevo disco de Oumou Sangare se asomó la sonrisa de Virginia Rodrigues en alguna nube, como un misterio del aire que nos circunda. No necesitó ella pronunciar las palabras. De inmediato el Disquero la puso a caminar. Prodigio, una voz que viene de muy lejos, como la verdad que, lo dicen Las Mil y una Noches, no está en un sueño sino en muchos sueños.

El Disquero recibió un regalo hermoso hace algunos años: el primer disco de una mujer nacida de otro sueño, Virginia Rodrigues, portadora de una voz que viene de muy lejos, de otro planeta, de otro cosmos, de otras vidas.

El descubrimiento es mérito de Germaine Gómez Haro y los lectores beneficiados pueden elongar la experiencia sublime de presenciar la epifanía que implica escuchar a Virginia Rodrigues con otro de sus discos: Mares profundos, álbum espléndido que dirigió artísticamente otro ángel: el maestro Caetano Veloso, cuya samba maracatú por cierto, porque las casualidades no existen sino las causalidades, cimbra la alegría inmensa que irradia el Slava’s Snowshow por estos días en la capital mexicana.

Afrosambas son las que canta Virginia Rodrigues, el legendario ciclo de canciones de Baden Powell y el poeta inmenso Vinicius de Moraes.

El aire que nos circunda circula y devela el misterio, lo vuelve luz.