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En abril, histórico desplome de la ocupación

Ni los giros negros se libran de influenza y desempleo en Sinaloa
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 19 de mayo de 2009, p. 31

Culiacán, Sin., 17 de mayo. Paulina trabajaba en un prostíbulo disfrazado de casa de masajes que cerró en abril. El encargado le explicó que la Secretaría de Salud (Ssa) ordenó suspender actividades en ese establecimiento, así como en antros, bares, centros nocturnos con table dance, salas de cine y de juego, a fin de evitar la propagación del virus de la influenza A/H1N1 en Culiacán.

La historia de Paulina se suma a las de más de 5 mil 400 personas que perdieron sus trabajos entre abril de 2008 y el mismo mes de este año, según cálculos del director de la licenciatura en economía de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Gerardo López Cervantes.

El analista explicó que el número de personas empleadas se redujo 1.48 por ciento. Para la entidad es la caída más significativa en un mes de abril. En ningún año de la presente década se había registrado una reducción neta del empleo, señaló.

Paulina tiene 35 años y es madre soltera de un niño de cuatro. Vive en casa de su madre, que es maestra jubilada, y ésta es la cuarta vez que queda desempleada. Recurre a su oficio de peluquera, que no le deja suficiente para mantener a su hijo.

En junio de 2005, el dueño de la estética la despidió luego de 13 años de labores, pese a que era buena en su oficio y no faltaba, sólo porque estaba embarazada.

En la estética ganaba alrededor de 750 pesos semanales, pero me alivianaba con las propinas, que eran más o menos otro tanto, y con eso me daba para ir al cine o llevar a mi hijo a dar la vuelta.

No discutió ni entabló demanda por despido injustificado. Le dieron una liquidación que le pareció injusta, y empezó a buscar trabajo. Encontró un empleo de recepcionista en el consultorio de un médico que, relata, constantemente le gritaba y la insultaba. Renunció a un sueldo de mil 600 pesos quincenales, con horarios de casi nueve horas diarias.

En septiembre de 2006 consiguió empleo de encargada en una tienda de ropa. Trabajaba casi nueve horas diarias y no salía a comer para no cerrar el negocio. Ganaba 700 pesos semanales. Me salí porque era muy pesado. Casi no veía al niño; además no había aire acondicionado y era mucha responsabilidad el manejo del dinero y la mercancía, comentó.

Soportó el desempleo varios meses, mientras hacía cortes de cabello en su casa, lo que le dejaba de 300 a 500 pesos semanales.

Desesperada, buscó trabajo en casas de masaje en las cuales se inició en la prostitución, entre temores. Busqué otras opciones, la verdad, pero no encontraba y ya a mi edad como que la gente no contrata. No tuve de otra, asegura.

Era noviembre de 2007. El lugar donde encontró ocupación cerró dos meses después y Paulina emigró a otro negocio del mismo giro, en el cual ganaba hasta 4 mil pesos a la semana.

Sin embargo, muchos de sus clientes eran narcotraficantes que andaban armados, borrachos o drogados. Otras prostitutas le dijeron que habían sido vejadas, secuestradas u obligadas a tener sexo sin condón o en grupo. Renunció a ese burdel y buscó otro más decente.

Llegó a un establecimiento en un sector céntrico de Culiacán, con cierta exclusividad, pero los mismos riesgos... hasta que llegó la influenza. El encargado le dijo que seguramente reabrirán de nuevo, aunque no sabía cuándo, y la llamarían.

Pero Paulina no quiere volver a la vida nocturna, las armas sobre las rodillas de sus clientes ni a la droga en las mesas. Por eso volvió al trabajo de estilista y se conforma con los 600 pesos semanales que, cuando mejor le va, le dejan los rayitos y cortes de pelo. Añora los sueldos fijos, las prestaciones como el Seguro Social y no vivir en medio de vaivenes económicos.