Opinión
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Sri Lanka: la lágrima de India
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principios de 1983 tuvo lugar un pogrom contra la población tamil en varias ciudades de Sri Lanka. La destrucción de negocios y empresas tamiles: 2 mil tiendas, 5 mil bodegas y 17 centros de producción quedaron reducidos a cenizas. La población cingalesa persiguió a los tamiles, asesinó a varios miles y acabó con la supremacía económica tamil. Los Tigres de la Liberación de la Tierra Elean Tamil emergieron entonces de un grupo de estudiantes de la ciudad de Jaffna, la capital más importante del norte de la isla. Velupialli Prabhakaran, un joven de 17 años, se volvió un líder; estratega de la guerra de guerrillas, combatió en siete frentes distintos y mantuvo sitiados durante 25 años a todos los gobiernos srilanqueses. Prabhakaran se transformó en un héroe popular idolatrado por las juventudes tamiles, su muerte hace unos días concluyó el último capítulo de la resistencia tamil.

Los Tigres de la liberación se transformaron un mito guerrillero. Un grupo militar de 80 mil efectivos, muy disciplinado; todos sus combatientes eran suicidas; cada tigre llevaba consigo una cápsula de cianuro, tenían prohibido contraer matrimonio con mujeres tamiles, su ascetismo era una suerte de columna vertebral y se convirtieron en verdaderas máquinas de matar. Hacia 1978 se contaba una historia que anunciaba la perversidad de los combatientes. Un grupo de Tigres guerrilleros ante una emboscada del ejército cerca de la ciudad de Mullaitivu había tomado las cápsulas de cianuro, pero ninguna había surtido sus efectos letales, todas las cápsulas eran aspirinas y los guerrilleros fueron ejecutados por el ejército cingalés. Sin embargo, en los territorios que los Tigres controlaban sometían a la población, la secuestraban y la mantenían cautiva durante meses. Los Tigres y el ejército son un espejo de la brutalidad y el salvajismo del conflicto en Sri Lanka. Sólo así se explica que la guerra se haya prolongado 25 años.

A principios de la década de 1960, se fundó el Janatha Vimukthi Paramuna, o Frente de Liberación Popular, inspirado en la figura carismática de Rohan Wijeweera, un líder religioso cingalés, un movimiento de estudiantes de Colombo, la respuesta popular a los Tigres tamiles. El frente era una extraña mezcla de ideología maoísta y de la extrema derecha cingalesa, cuyo fin era exterminar a la población tamil. Apoyado por intelectuales, académicos y empresarios cingaleses, el Frente Popular cingalés ensayó la rebelión a principios de 1971. El resultado fue una vez más una masacre: 8 mil militantes del frente cayeron en batalla, detuvieron a 16 mil personas. No obstante, el gobierno decretó en 1978 la amnistía general. Ante la violencia incontrolable, India decidió enviar en 1987 sus fuerzas de paz, unos 70 mil soldados (Indian Peace Keeping Forces) y ocupó territorios de Sri Lanka. La atmósfera antihindú se mezcló con el odio a los tamiles y comenzó una época de un feroz terrorismo.

Las elecciones del 7 de diciembre de 2001 dejaron ver una posible solución al conflicto armado, se iniciaron las negociaciones de paz, los Tigres parecían aceptar la retirada de ciertas ciudades, sobre todo de Kandy; pero durante un concierto en Kurunegala, a 100 kilómetros de Colombo, explotaron dos bombas que causaron 11 muertos y 200 heridos. Ganar la paz era más importante que ganar la guerra; exterminar a los Tigres tamiles a costa de la vida de decenas de miles de civiles sólo serviría para que la ardiente cosecha de odio prosiguiera su camino.

A partir de 2006 los corresponsales extranjeros –única fuente de información– veían el inicio de una tumultuosa derrota de las guerrillas tamiles. De los 15 mil kilómetros cuadrados que los Tigres controlaban en agosto de 2006, cuando se reiniciaron las hostilidades, a principios de este año ocupaban sólo 50 kilómetros cuadrados. Cinco divisiones del ejército los mantuvieron sitiados por largo tiempo. El general Shavendra Silva, la punta de lanza del exterminio tamil, declaró en marzo de este año a la agencia Reuters que estaba convencido de que el líder de los Tigres, Vellupillai Prabhakaran, se encontraba con un puñado de comandantes tamiles en el cerco y sin salida.

La colaboración del coronel Karuna, ex comandante de la guerrilla tamil, ha sido un factor decisivo en el exterminio de los Tigres. El coronel abandonó su lugar de nacimiento, Batticaloa, perdió a su único hermano en las luchas internas de los Tigres tamiles y sus seguidores, estuvo preso en Gran Bretaña por irregularidades con su visa y está indiciado por violaciones de derechos humanos. Cuando Karuna, ahora líder de los Tigres para la Reconciliación del Pueblo Tamil, prestó juramento en el Parlamento el 7 mayo de 2009 como miembro de la gobernante Alianza para la Libertad del Pueblo Unido, muy pocos pensaron que se trataba del desenlace de una complicada conspiración de varios actores, donde el propio presidente de Sri Lanka, Mahinda Rajapaks, ha jugado un papel decisivo..

Veintisésis años después de que los Tigres de Liberación de Tamil Eleam emprendieron una de las ofensivas más brutales en su lucha por independizarse de sus enemigos capitales, la etnia cingalesa, ahora han despuesto por fin las armas. Desde la ruptura definitiva del alto el fuego en junio de 2006, unas 200 mil personas, la absoluta mayoría tamiles, se han establecido en Occidente. Uno de sus voceros anunció hace solamente unos días el suicidio de Velupialli Prabhakaran, el máximo líder tamil, y esta batalla ha llegado a su amargo final. Es nuestro pueblo el que muere bajo las bombas, los misiles, las enfermedades y la hambruna. No podemos permitir que el exterminio sea radical, corremos el peligro de desaparecer.

El coronel Karuna, ahora ministro de la Reconciliación de los Pueblos de Sri Lanka, ha creado uno de los grupos paramilitares en los que ahora se apoya el ejército. Karuna se hizo del control del este de la isla y redujo la capacidad de fuego y el dominio de los Tigres del norte de Sri Lanka. Según Amnistía Internacional, el coronel Karuna está acusado de haber cometido crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, aunque haya sido nombrado en estos días ministro de la Reconciliación. La masacre genocida de Sri Lanka, el exterminio de sus últimos combatientes tamiles, no son sino un trágico legado del colonialismo inglés.