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Arielle Dombasle filma en México cinta de Francisco Athié; también rodará con Jodorowsky

Nada me da miedo; ser artista es ponerse siempre en peligro

Soy una yegua fina, entrenada y desbocada, afirma la también cantante y vedette

Rinde homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz en su más reciente disco, Glamour a mort

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Quedarse en un estereotipo sería permanecer inmóvil como una mariposa clavada con un alfiler, expresa en entrevistaFoto Marcus Mam
 
Periódico La Jornada
Jueves 30 de julio de 2009, p. 8

Soy como un caballo de entrenamiento, más bien, una yegua fina, entrenada y desbocada, nada me da miedo, todo se me hace fácil, porque ser artista es ponerse siempre en peligro, arriesgar, comentó Arielle Dombasle, quien actúa, canta, hace teatro y cabaret. Es una creadora iconoclasta que se mueve igual en el set de filmación, en las tablas de un proscenio que en el escenario de un concierto. Puede ser Marlene Dietrich, una vedette del Crazy Horse, la musa de un maestro del cine como Eric Rohmer o una heroína feminista y glamorosa de un universo kistch, como en el más reciente de sus discos, Glamour a mort, en el que rinde homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz.

En 1993 en México, bajo la dirección de Alejandro Pelayo, actuó como Miroslava (de edad madura), cinta sobre la actriz mexicana de ascendencia checa. Ahora, filma en nuestro país El baile de San Juan, de Francisco Athié, quien luego de una investigación de dos años, evoca una historia sobre la Nueva España unos 15 años antes de la Independencia. También forma parte del elenco (Asia Argento, Nike Nolte, Marilyn Manson, Santiago Segura) de la próxima película de Alejandro Jodorowsky, King Shot.

Arielle pasó su infancia en México, ya que su abuelo fue embajador de Francia en este país. En 1976 fue a París a estudiar en el Conservatorio Internacional de Música, y en 1978 (cuando grabó su primer disco, Cantate 78), a los 18 años, debutó en Perceval le Gallois, de Rohmer. Un año después trabajó con Roman Polanski en Tess.

Dombasle comentó sobre El baile de San Juan: Me gustó la forma en que el director enfocó el periodo del siglo XVIII, desde una perspectiva esotérica, ya que es una época en que se sigue confrontando el catolicismo con las deidades prehispánicas.

Dijo que al proyecto de Jodorosky llegó luego de que éste la visitó cuando representaba a Marlene Dietrich en el teatro, “hace como seis meses. Al final de la función me buscó –sólo lo había visto de niña– para pedirme que participara en su película. Me dio un guión en el que mi papel sería de una periodista del futuro”.

Arielle es un dínamo magnético. Todas sus expresiones se las debe, dice, al medio cultural en el que crecí. Mi abuela fue la primera persona que dio a conocer a Rufino Tamayo en Francia, donde le organizó su primera muestra. Tuve una doble cultura en casa, donde desde niña vi, en un armario, alrededor de 600 piezas prehispánicas, que eran de la colección de mi padre.

–¿Con qué expresión artística se siente más a gusto?

–Con el canto llegué a una plenitud. Una ocasión, en la Ópera de Lyon, hice un concierto en el que cantaba boleros; de pronto, vi que la gente tenía brillo en la cara: eran lágrimas, pues algunos lloraban al escuchar esas piezas. Fue un momento inolvidable.

En Glamour a mort (Glamour a muerte) “trabajo sobre Sor Juana Inés de la Cruz; hay una pieza alusiva a ella. Fue por medio de la percepción de Phillipe Katrine –el productor–, que nos introducimos en la música de la época de la monja”.

–¿Hay una atracción hacia los personajes femeninos?

–Claro, incluso la virreina que interpreto en El baile de San Juan es muy rebelde. Para mí el universo femenino es el gran misterio.

–Para ser actriz, ¿se necesita ser glamoroso?

–Sí, es algo que se tiene que dar a la gente, porque lo pide, es lo que espera de ti. Es verdad que cuando estoy en el escenario las personas creen que soy muy glamorosa.

Atrevida y osada

Pero más que glamorosa, la francesa es, según dice, “contestataria, porque hago tantas cosas… y créeme que es algo en lo que se debe considerar tener mucha fuerza, ser atrevida y osada. En Francia soy de las pocas cantantes a las que les dicen que tienen que cantar en vivo cuatro días antes y lo hago. Tengo la fuerza y el método”.

Recordó que su inquietud por todas estas formas de expresión detonó cuando leía a Jean Cocteau, quien decía: sorpréndeme. Creo que hay que sorprender a la gente, para sentirse vivos. No hay que caer en un estereotipo del que no se pueda salir, pues sería estar como una mariposa clavada con un alfiler.