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Ofreció cinco conciertos en el famoso recinto del Eje Central

El nítido sonido de la orquesta de Glenn Miller inundó el Blanquita

Se escucharon Serenata a la luz de la luna y Polvo de estrellas, entre otras

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La agrupación heredera de la banda original estadunidense hizo bailar a la concurrencia en el salón del Eje CentralFoto Roberto García Rivas
 
Periódico La Jornada
Martes 13 de octubre de 2009, p. 9

El nítido sonido de los alientos, que le dio fama y reconocimiento mundial hace ya más de seis décadas, inundó la amplia sala de otro icono del espectáculo: el Blanquita. La orquesta de Glenn Miller se presentó en el local del Eje Central, donde la agrupación, heredera de la banda original que formó el músico estadunidense, ofreció cinco conciertos el pasado fin de semana.

De su rúbrica, Serenata a la luz de la luna, a los archirreconocidos temas como Kalamazoo, De buen humor, Trenecito de Chatanooga, Patrulla americana y Polvo de estrellas –según se dijo, la pieza más grabada de todos los tiempos–, el público reprimió el gusto de mover completamente el esqueleto, aunque a la salida pudo hacerlo con el acompañamiento de los videos que un vendedor al grito de están calados ofertó a 50 pesos, y que con satisfacción observaba la velocidad con que se desvanecía el altero de sus productos.

Las más conocidas del repertorio

Interpretar el inmenso archivo de Miller sería imposible y desgastante, pero los 19 músicos, elegantemente ataviados de esmoquin, tocaron, eso sí, brevemente, las más conocidas del repertorio, incluidas esas cancioncillas de letra cursilona y ritmo acaramelado con las que la adolescencia de los 40 incurrió en los prolegómenos de los escarceos sexuales.

Deena Russo, curvilínea cantante de buena voz, y Johnny Gorman, quien fingió en sus acercamientos con las damas de la primera fila, son los coros. Toman el lugar de los Modernaires, quienes acompañaron a la orquesta allá en los días previos a que Miller fuera llamado al frente europeo de la Segunda Guerra Mundial para integrar la banda de la Fuerza Aérea estadunidense, de la que también saltaron piezas del baúl de los recuerdos, como Saint Louis Blues en tempo de marcha.

Un piano, magistralmente ejecutado por Mark Bowling, un bajo y batería forman la sección de ritmo; los demás de la orquesta, integrada en 1954 con el auspicio de los herederos de Miller, son saxofones, clarinetes, trombones y trompetas que, como se mencionó, son la marca de la casa.

Larry O’Brien, trombonista, es el director del grupo que en Estados Unidos ofrece unos 250 conciertos al año; además, suele viajar a Japón y a algunos países de Europa.

O’Brien arrancó buenas palmas con sus interpretaciones de Frenesí, Perfidia –ambas de autoría mexicana–, y para cerrar Adiós, de Madriguera, piezas que fueron de las grandes favoritas de Miller.