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Ver día anteriorDomingo 25 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde otras ciudades

Una deuda asfixiante

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El transporte público de Madrid, subarrendado a particularesFoto Tomada de Internet
M

adrid. La derecha española defiende de forma recalcitrante una máxima de los liberales ortodoxos: las cuentas públicas, mientras más saneadas, mejor. Bajo ese paraguas dialéctico se resguarda para adelgazar el funcionariado público, (semi) privatizar algunos servicios básicos, como la sanidad y la educación o simplemente subarrendar empresas que funcionan con superávit, como es el caso del transporte público.

En Madrid, su alcalde Alberto Ruiz Gallardón, político conservador con vocación de reformista, tiene una contradicción que ya empieza a provocar estupefacción y sonrojo. Mientras su partido y él mismo hablan del modelo liberal como la panacea de los problemas de la sociedad, su gestión heredará la mayor deuda pública en la historia de la ciudad. Más aún, la capital española debe algo menos de siete mil millones de euros, es decir, paga al día más de 700 mil euros de intereses, lo que significa que únicamente Madrid supone 25 por ciento de la deuda total de los ayuntamientos del país.

Si se compara Madrid con Barcelona –dos ciudades de tamaño similar y con una población y necesidades parecidas–, la diferencia es abrumadora: la capital catalana tiene una deuda de 770 millones de euros.

No es un misterio para ningún madrileño que la deuda de Madrid tiene su origen en algunos de los proyectos faraónicos de un alcalde empeñado en pasar a la historia por transformar de principio a fin la ciudad. Uno de los planes más ambiciosos y caros fue el de la avenida M30, que decidió transformar para rodearla de zonas urbanizables y que costó tres mil 500 millones de euros. Pero incluso las aceras, muchas en buen estado, han sido cambiadas por otras, ante la sorpresa de los propios vecinos, que ven con sorpresa como Madrid cambia a diario mientras crece sin cesar una deuda que pasará a varias generaciones.

Armando G. Tejeda, corresponsal