Opinión
Ver día anteriorViernes 30 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Economía Moral

Corea y el Foro Mundial de la OCDE sobre el progreso social

¿Puede Corea servir de guía paradigmática del progreso social?

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a Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, o club de países ricos (OCDE) llevó a cabo en esta semana su tercer Foro Mundial en Busán, Corea del Sur (Corea en adelante), mismo que giró en torno al concepto y medición del progreso social. La OCDE, que preside el ex secretario de Hacienda de México José Ángel Gurría, ha organizado un proyecto internacional cuyo objetivo último es adoptar un procedimiento para medir el progreso social. En el Foro en Busán, principal puerto de Corea y centro de la industria más próspera de este país –los astilleros donde se construyen gigantescos barcos petroleros y de carga de contenedores–, el tema central ha sido qué es el progreso social y cómo podemos medirlo.

Al llegar a Busán (ciudad de 3.8 millones de habitantes), la persona que visita por primera vez Corea queda impresionada: la ruta que comunica el moderno aeropuerto con la zona hotelera incluye dos kilométricas y muy impresionantes obras de infraestructura: un puente y un túnel, por las que circula un parque automotor en el cual no existen las carcachas y en el que predominan los autos medianos y grandes, la inmensa mayoría de los cuales (90 por ciento según algunos) son de marca coreana y hechos en Corea: Hyundai, Dae woo, Samsung, Kya y otras marcas locales. A ambos lados de estas vías se observa una multitud (literalmente más que decenas o cientos) de edificios altos y modernos. El visitante tiene la impresión de que todo es nuevo en el país, que es un país nuevo (aunque sepa que es milenario). El presidente de Corea, quien participó junto con su homólogo de Eslovenia y con Gurría en la ceremonia inaugural del foro, señaló que su país se transformó en 40 años en un país desarrollado con un PIB per cápita que ha llegado a 20 mil dólares (más del doble que México), lo que le permitió pasar a formar parte de la OCDE (véase gráfica). Implícitamente reclamó que haya países miembros de esa organización con menos de 10 mil dólares, sin mencionar de nombre a México y a Turquía.

Resulta apropiado que la OCDE haya organizado un foro sobre el progreso social en un país que aparece como el más exitoso de toda la OCDE en la materia. ¿Puede la experiencia coreana servir de guía para la definición de progreso social? ¿Es el prototipo ideal?

Entre los aspectos más impresionantes del desarrollo de Corea durante los últimos 40 años destaca el alto grado de autodeterminación en la conducción de las políticas económica y científico-tecnológica. Antes de viajar a Corea, Enrique Valencia, estudioso de la política social y experto coreanista, me contó cómo los coreanos asimilaron la tecnología de construcción y operación de trenes bala: la primera línea de tren bala la hicieron con un concurso internacional en el cual la propuesta de la empresa concursante sobre su programa de transferencia tecnológica a Corea pesó mucho. Seis años después estaban construyendo un segundo tren bala con tecnología propia. Algo similar han hecho en campos como la electrónica, la construcción de barcos de carga y la automotriz, que les permite en muchos casos ser líderes a nivel mundial, como LG, que está ofreciendo ya el primer reloj de pulso que es al mismo tiempo teléfono celular, cámara y comunicador de Internet. Los coreanos decidieron hace muchos años que sí se puede y están pudiendo hacerlo muy bien. Lo mismo puede decirse en materia de política económica. Los coreanos no han obedecido el Consenso de Washington y han llevado a cabo, como ha reiterado continuamente Stiglitz, una política económica autónoma y pragmática que ha sido factor determinante, junto a la tecnológica, de su impresionante desarrollo.

Parece haber, sin embargo, también un lado muy oscuro. Los coreanos (y coreanas) son, y se comportan, como nuevos ricos. Todos parecen estar pegados a la tv y al celular y escuchan ambos a altísimos volúmenes. Casi no se ven coreanos leyendo. En términos del planteamiento que presenté en la entrega del 11/9/09 dedicada al progreso social y su medición, podríamos decir que han desarrollado, como nación, colectivamente, sus capacidades tecnológicas y de gestión de la producción, pero han desarrollado (sobre todo) sus necesidades de objetos, de tener, a costa de sus necesidades cognitivas, emocionales y de autorrealización. Se han convertido en homo consumens, en consumidores voraces y vulgares que consumen chatarra, sobre todo chatarra cultural, porque en materia de alimentación la comida chatarra parece estar presente en mucho menor medida que en México, lo que se refleja en menores niveles de obesidad. El síndrome Corea lo podríamos caracterizar como el desbalance entre el desarrollo económico y tecnológico, muy avanzado, y un desarrollo cultural que parece haberse rezagado severamente.

En las ponencias sobre el tema del progreso en el Foro Mundial predominaron los enfoques centrados en las estadísticas y mucho menos en la reflexión profunda, lo que se explica, en parte, porque la clientela de la OCDE son las oficinas nacionales de estadística. Incluso la ponencia de Stiglitz, conocido premio Nobel de Economía, quien coordina una comisión encargada por el presidente Sarkozy de proponer formas de medición del progreso social, al parecer de manera independiente de la iniciativa de la OCDE, se quedó en la superficie del problema, refiriéndose sobre todo a la mejoría de los indicadores de cuentas económicas nacionales y a la incorporación necesaria del medio ambiente en estas cuentas. La presentación coreana de Yee y Chang sobre el tema fue la más interesante de todas las que escuché y podría reflejar que en Corea hay también un vigoroso desarrollo del pensamiento en materia social. Los autores consideran que tenemos que definir en qué consiste la buena sociedad. Es decir, que la concepción del Progreso Social puede requerir la transformación de la sociedad y no sólo la mejoría de la existente. Escucharlos a ellos y a Pali Lehohla, de Sudáfrica (uno de los comentaristas de Stiglitz), reforzó en mí la convicción, que he venido desarrollando en los últimos cuatro o cinco años, de que el futuro del pensamiento social no puede venir de los países del primer mundo; que el pensamiento crítico, independiente, sólo podrá venir del tercer mundo. Para ello, sin embargo, los pensadores de este mundo tendremos que declarar, como lo hicieron los coreanos en materia económica y tecnológica, que sí se puede, que en el tercer mundo podemos desarrollar pensamiento autónomo y crítico, que podemos dejar de depender del pensamiento originado en el primer mundo, así como Corea dejó de depender de la tecnología generada en él.