Opinión
Ver día anteriorLunes 23 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Novillos mansos y mensos
U

n rayo enano de sol hería las esculturas que adornan la Plaza México símbolo de los sentimientos que dan una larga farolada a la muerte en los pitones de los toros. Todo lo contrario de lo que sucedió en el ruedo la tarde de ayer con una corrida descastada, y los bureles rodando por la arena. En la que desaparece la suerte de varas por no ser necesaria. La fiesta de los toros, al carecer del toro negro, renegrío, el cinqueño bravo y pujante, agoniza. No es la misma que dio motivo a Federico para ejemplificar la identidad entre el duende y la muerte.

Ese duende que se encuentra en el arco vacío y que si de verdad se tiene hay que sentirlo para comprenderlo. Lleno como está de aspiración melancólica y vaga. Aire mental que sopla con insistencia sobre la cabeza de los toreros muertos. El duende torero que busca la muerte y la burla con arte y no es el toreo mistificado que vemos cada ocho días con novillones acondicionados genéticamente, sin casta y que en su andar semejan el caminar y el actuar de los bueyes de la yunta jalada por viejitos, así de inofensivos. Como los de Julio Delgado lidiados la tarde de ayer.

El toreo requiere del toro, de pelaje suave y sombrío, pujante y fiero, las astas asesinas símbolo de la más terrible visión del mal, la muerte sobre la tierra y el pensamiento demoniaco. El toro representante de nuestros pensamientos y sensaciones más siniestras y destructivas, y por tanto, continuidad de uno mismo y determinante de la sensación de muerte en el torero. Así como el cante jondo es la sensación de puñalada que rasga el vientre, saeta en la noche que llora y llora por mucho tiempo, buscando cante y rasgueo.

Con estos toritos se estrellaron las buenas intenciones de los toreros en especial de un joven que se ha hecho torero en España: El Calita, al que le falta cuajar pero puede caminar en el arte de lidiar reses bravas. No en el de lidiar novillos que no se podían poner en pie. Manolo Mejía con su indiscutible maestría pasó desapercibido pese a regalar un toro y el alicantino José María Manzanares con más sitio se desdibujó a su vez. Eso sí despachó a sus enemigos de un par de estocadas riñonudas que levantaron a los aficionados de sus asientos y lo hicieron salir de la plaza con el titulo de matador de toros y novillos inofensivos a su vez.

¿A dónde va seguidilla con un ritmo sin cabeza?