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El Premio Nobel de Literatura 2006 ofreció una entrevista exclusiva a este diario

Ser famoso me convierte en un gran blanco: Orhan Pamuk

No es mi error que los lectores vean en mis libros más aspectos políticos de los que hay, señaló

Está en la FIL Guadalajara para presentar su reciente novela El museo de la inocencia

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Orhan Pamuk, ayer, durante la conversación con La JornadaFoto Héctor Jesús Hernández
Enviada
Periódico La Jornada
Domingo 29 de noviembre de 2009, p. 2

Guadalajara, Jal. 28 de noviembre. Ser famoso me protege, pero también me convierte en un gran blanco. Decir la verdad es algo muy problemático, pero eso es la libertad de expresión, un tema que sigue siendo tabú en mi país cuando se habla de política, de religión, de los militares, aunque es cierto que eso está cambiando, aunque lentamente. Habla Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura 2006, en una plática con La Jornada, único medio impreso mexicano al que concedió una entrevista en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.

Pamuk (Estambul, 1952) asiste al encuentro para presentar su nueva novela, El museo de la inocencia, publicada por Mondadori, en la que presenta un reflejo de la vida social, política y económica de la Turquía de la segunda mitad del siglo XX: es la vida de Kemal, de la clase alta, y su amor por Füsun, en una historia que podría parecer trágica, que sin embargo habla de la felicidad.

El museo de la inocencia es acerca de esto: nunca podemos ser felices solos, en el sentido de que felicidad no es sólo disfrutar de la vida, estar satisfecho con ella, sino darse cuenta de que la felicidad no es sólo acerca de ser feliz sino hacérselo saber a otros, como lo hace Kemal en la última línea del libro.”

–Sin embargo, los lectores y la crítica siempre creemos ver en sus novelas un trasfondo político muy fuerte.

–No es mi error que todos vean en mis libros más aspectos políticos de los que en verdad se encuentran ahí. Por supuesto El museo de la inocencia es político, pero mis libros son políticos de una manera más profunda. Quiero hablar de ese tema en mis libros, pero no quiero legitimarlos con la política.

“A veces bromeo al decir que el único castigo que el Estado turco puede perpetrar sobre mí son todas las preguntas políticas que tengo. Pero el mundo es más vasto, grande e interesante que la política.

El museo de la inocencia, en un primer vistazo, no es una novela política, pero sí lo es de una manera más profunda, porque es acerca de la represión de la mujer, sobre cómo se quiere poseerlas, contenerlas en mi país, o por las pretensiones de la clase alta, las elites gobernantes de occidentalizar, y que son ligeramente criticadas; pero lo político no lo es todo.

Al final, la novela es acerca de la vida, de las elecciones, las consecuencias de esas elecciones, y las cosas más importantes de la vida: amigos, familia, el papel del amor, madres, padres, la diversidad de los individuos que siguen caminado de una manera digna, pese a ser ridiculizados en la sociedad por ser diferentes.

Kemal fue diferente, porque se salió de esa sociedad burguesa, porque se enamoró locamente, no lo califico como obsesivo porque ese es un término médico. Yo me salí de la vida burguesa porque vivo en la literatura.

Puedo imaginar el dolor

En su nueva novela Pamuk habla de lo que conoce; nuevamente recorre las calles de su ciudad, olores, lugares, sabores.

Para algunos críticos literarios representa su obra más personal y para muchos lectores Kemal es el Nobel. En ese punto llama la atención el cuadro que pinta de ese dolor amoroso que padece el protagonista al sentir perdida a Füsun, ese loco enamoramiento que lo lleva a coleccionar todo lo que ella haya tocado, visto o sentido.

“Me preguntan –dice Pamuk– si yo soy Kemal, porque describo perfectamente ese dolor amoroso en la Turquía de 1970. Les digo: ‘No, yo soy escritor, puedo imaginar ese dolor’; creo que cualquier hombre ha vivido un dolor así, pero eso es mío y no voy a hablar de eso. Sí hay un punto en el que me identifico con él: era un hombre de una comunidad, de la clase alta, gloriosa, que vivía feliz en un país pobre. Yo también, y los dos la abandonamos.”

Hay que leer esta novela, añade, “como se lee Ana Karenina, que puede ser leída de diferentes maneras, identificarse con los personajes, discutir el libro. El motor del libro es el amor de un hombre, cómo espera enojado, lleno de remordimientos, manipulaciones, maquinaciones que no cualquier hombre confiesa. A veces pienso que revelo demasiado de las verdades internas de los hombres. Las mujeres reaccionan con una sonrisa, pero los hombres a veces se enojan. Me identifico con Kemal, pero no soy él”.

–Una de las frases que marca un cambio entre el pasado y el presente es cuando usted escribe que los jóvenes son más inteligentes que antes.

–Sí, lo dice la madre de Füsun. ¿Estoy de acuerdo? Parcialmente, y eso es también una señal de volverse viejo. El ser joven es ser optimista, inteligente, agresivo, y cuando envejecemos creemos que ya no tenemos eso. Especialmente en los países no occidentales nadie recuerda esos sueños de juventud. En Turquía las cosas están cambiando, la economía está haciendo boom; eso lo veo también en América Latina, pero también es cierto que si eso está cambiando no es sólo porque los jóvenes son inteligentes; los de mi generación también lo somos”.

–Habla también de uno de los grandes tabúes, la virginidad. ¿Qué otros temas prohibidos quedan pendientes de discusión?

–Evidentemente la virginidad es un tabú, pero eso de que las mujeres tenían que llegar vírgenes al matrimonio era algo que se sugería, que no se habla en voz alta, en mi familia no se discutió jamás, por ejemplo. Las clases altas están cambiando; claro que todos los tabúes están rodeados de silencio y hay muchos: la libertad de expresión, de la religión, de Kemal Ataturk, el ejército, y la situación kurda.

Los turcos están hablando de estos últimos, hay un intenso debate en la política ahora.

–¿Y la cuestión armenia?

–Ése es otro tema, pero eso también está cambiando, los intelectuales turcos, no sólo yo, sino varios, firmamos una petición, pero es un cambio que se está dando lentamente.

–Recientemente hubo un acuerdo para restablecer relaciones diplomáticas entre Armenia y Turquía.

–Sí, pero no hablo mucho de eso, no estoy involucrado en el aspecto diplomático.

–¿Qué tan difícil es defender esa libertad de expresión? Ocurrió con usted, y recientemente con Antonio Tabucchi y el gobierno italiano.

–Antonio Tabucci y yo somos famosos; por supuesto en Turquía eso también te convierte en un blanco; incluso quienes no están interesados en tus libros pero quieren hacer un comentario político te atacan: 95 por ciento de las personas que me han puesto en peligro o mis enemigos nunca han leído mis libros. Yo no quiero ser famoso en Turquía por eso, quiero ser famoso por las personas que leen mis libros.

En Turquía muchos me conocen, pero, muchas veces, por la representación negativa que hacen de mí los tabloides. El artículo 301 en Turquía está en vigor, quizá no tenga tantos problemas o sean menos. La fama que tengo como escritor me protege, pero también algo muy pequeño puede convertirse en un problema muy grande. Siempre hay que tener la verdad ante nosotros, aunque sea un problema.

Responsabilidad que acepto

Pamuk fue enjuiciado bajo el artículo 301, que prohíbe atacar la identidad turca, después de que en 2004 declaró a un diario suizo que Turquía asesinó a 1.5 millones de armenios y 30 mil kurdos en 1915. El caso terminó en 2006, cuando un tribunal desistió continuar el litigio.

La fama hace las cosas más fáciles, tienes menos problemas. Obviamente conlleva mucha responsabilidad, y yo la acepto. Es por eso que después del Premio Nobel trabajo mucho más.

Uno de esos trabajos, además de escribir, es la creación del verdadero Museo de la Inocencia con los objetos que aparecen en la novela, cuya sede será Estambul.

Orhan Pamuk abre las actividades del Salón Literario de la FIL este domingo a las 12 horas; a las 17 horas presentará El museo de la inocencia. Ambas citas son en el Auditorio Juan Rulfo.