Opinión
Ver día anteriorMartes 15 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

Voto y voluntad popular

Nueva tribu perredista

D

e entre todas las lecciones que, a querer y no, ha dejado el caso Iztapalapa, la de mayor importancia podría ser la diferencia hallada, por causa de la ilegalidad, entre el voto depositado en las urnas y la voluntad política popular.

Y, por más que se parezcan, queda claro ahora que no son lo mismo, el capricho y los intereses dominantes los han diferenciado hasta el punto de dejar irreconocible en ellos su intrínseca naturaleza.

El voto que alguna vez en la historia se interpretó como el instrumento de la voluntad política de la ciudadanía, y emblema fundamental de la democracia, ha ido perdiendo sus atributos en la medida en que la política deslavó sus ideologías, y se ha convertido en otro artículo que se adquiere por temporada, y regularmente a bajo precio.

En Iztapalapa, la voluntad política que también está sujeta a los impactos de las campañas de los dueños del mercado, no se venció, y marcó la diferencia, aunque el hambre y la necesidad en general, casi los obliga a abandonarla.

Los tramposos de siempre, una vez tricolores, otra azules, se cortaron las venas al saber que toda su inversión se iba al caño. El fracaso rotundo, ruidoso, los sacó de quicio. Estaban seguros de su compra, seguros de que la gente de Iztapalapa, uno de los mayores mercados de votos del país, estaba bajo su control, y se equivocaron, perdieron.

La noche del jueves pasado, por todos lados, desde el gobierno central hasta la Asamblea Legislativa, se decía que Clara Brugada sería impedida para llegar al puesto en el que la puso la voluntad popular; es más, Jesús Valencia, plomero político por vocación, se anunciaba en todas partes como el digno sucesor de Rafael Ponfilio.

Las apuestas se inclinaron en su favor, a fin de cuentas todos sabían que Valencia era, o es, uno de los hombres de confianza de Marcelo Ebrard. Pero entonces la voz de artistas, intelectuales, políticos y personalidades de diferentes ámbitos de la ciudad y del país, exigieron no el respeto al voto, sino a la voluntad de los iztapalapenses.

Entonces, el viernes por la mañana, el jefe de Gobierno y Clara Brugada se reunieron para analizar la situación en la delegación del cerro de la Estrella –que no es otra más en el canal–; no había mucho más que decir: Marcelo Ebrard había escuchado, con una sensibilidad poco usual en estas lides, el reclamo de la inteligencia, y desechó lo demás.

Todo el apoyo a Iztapalapa, sentenció Ebrard antes de salir a Copenhague, primero para sacarla de la absoluta marginación en la que habitan sus pobladores, y luego para borrarla del mapa de la ignominia desde donde todos la conocen.

Ebrard sabía, así lo midió, que el ataque de los monaguillos del poder sería inclemente, que una vez más se le juzgaría por sus ligas con Andrés Manuel López Obrador, pero sin ser desafiante, simplemente cumplió con la gente, puso las cosas en orden, y con ello exigió el respeto que le escamotean los dueños del mercado.

No obstante, los mercachifes de la política tratan de ignorar que fue López Obrador quien devolvió la dignidad a la voluntad de la gente, y Ebrard quien la hizo cumplir. A ese binomio, al conjunto de esas fuerzas, le tienen miedo, terror. Por eso en sus encuestas los minimizan o lanzan el escándalo en contra de ellos por sus actos.

Ya es hora de perder el miedo y de aceptar que también en el mito de su democracia, la voluntad popular puede ganar, y que México puede cambiar.

De pasadita

Para que nadie dude de que el mal es endémico, Alejandra Barrales anunció que con pedazos de algunas de las tribus del PRD, iniciará una nueva corriente, es decir, será la jefa de otra tribu. Está bien que nadie dé crédito al discurso de Jesús Ortega, con aquello de la unidad, pero lo único que no necesita el PRD es otra tribu, y lo peor es que si se lee bien el asunto, lo que nos quiere decir la presidenta de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa es que Marcelo Ebrard requiere de una base de apoyo que hasta ahora le han regateado, o negado, los jefes de las otras tribus, y es que el anuncio es bastante descarado, y no puede ser entendido de otra manera. ¿Tan mal andarán los bonos del jefe de Gobierno en su partido? Ya veremos.