Opinión
Ver día anteriorJueves 1º de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Debates
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n varias publicaciones recientes Paul Krugman ha analizado la subvaluación de la moneda china (ver Talking on China, 14/3/10 y “China’s Swan Song”, 11/3/10, en The Conscience of a Liberal, http://krugman.blogs.nytimes.com/2010/03/11/china’s-swan-song). Ha propuesto que el gobierno estadunidense declare formalmente el 15 de abril que esa economía mantiene un tipo de cambio con el dólar artificialmente bajo para fomentar sus exportaciones, aprovechando ventajas competitivas injustas. Esta declaración del Tesoro llevaría a que se impusieran aranceles especiales de 25 por ciento a los productos chinos, con el fin de obligar a que los chinos devalúen el renminbi. Krugman adicionalmente estableció que el crecimiento económico mundial sería 1.5 por ciento mayor si los chinos dejaran de manipular el valor de su moneda.

Obviamente los chinos respondieron. Primero, el viceministro chino señaló que si el renminbi se aprecia, los exportadores chinos se verían obligados a cerrar sus empresas. De modo que no van a devaluar. Después, hubo una respuesta académica de Yiping Huan, profesor del Centro de Investigación Económica de la Universidad de Pekin (“Krugman’s chinese renminbi fallacy”, http://voxeu.org/index.php?q=node/4801) que discute seriamente el planteo de Krugman. El punto nodal del debate no es la subvaluación de la moneda china, que es aceptada por todos, pero no en la misma medida: para Krugman, basado en un estudio de The Peterson Institute for International Economics, está entre 20 y 40 por ciento, mientras para Huan la subvaluación no es mayor a 12 por ciento.

Lo central del debate es el desempeño de la economía estadunidense, de la economía china y de la manera como funcionan las ventajas competitivas en el mercado mundial. Los chinos señalan que la explicación de los enormes superávit en la cuenta corriente no puede encontrarse sólo en la tasa de cambio. El dividendo poblacional, la relocalización de industrias asiáticas y la herencia de un régimen económico centralmente planificado deben tomarse en cuenta.

La economía estadunidense, por su parte, tiene déficit en la cuenta corriente mucho tiempo antes de que China participara en el comercio mundial, de modo que plantear que el superávit chino explica el déficit estadunidense es, por lo menos, incompleto.

El otro tema central es el de la economía mundial: un aspecto puesto de relieve por Krugman es el financiero. Para Estados Unidos y para la economía mundial los chinos parecen tener el control, ya que pueden vender a bajo precio sus activos de dólares, lo que golpearía el valor de esos mismos activos en poder de prácticamente todas las tesorerías de países desarrollados y emergentes. Para Krugman el punto está en la tasa de interés: la venta de esos activos no podría reducirla ya que está prácticamente en cero, lo que impediría que aumentaran los niveles de desempleo. Por el contrario, una caída en el valor del dólar mejoraría la competitividad de los productos estadunidenses, reduciendo el superávit chino y provocándole pérdidas significativas en sus tenencias de dólares.

Para Huang el juego político entre China y Estados Unidos sobre el tipo de cambio del renminbi puede caracterizarse con el dilema de los prisioneros. Ambos gobiernos tienen presiones políticas internas, lo que puede llevarles a actuar en contra de sus intereses comunes. Es obvio que la revaluación del renminbi no mejorará la posición productiva de Estados Unidos, es decir, no le hará recuperar los empleos perdidos. De modo que gravar los productos chinos desataría una guerra comercial que, en un momento en el que la recuperación económica no está consolidada, podría ser desastrosa. En consecuencia, a diferencia de lo que plantea Krugman, para los chinos el producto mundial podría reducirse justamente en 1.5 por ciento.

El debate es interesante. Para la economía mexicana lo que ocurra con el tipo de cambio chino puede ser fundamental. Revaluar el renminbi, como propone Krugman, pondría a las exportaciones mexicanas en una posición de relativa ventaja, lo que podría generar dinamismo económico. Mantener el valor actual del renminbi tendría también consecuencias.