Opinión
Ver día anteriorLunes 19 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Segundo acto
L

a del sistema financiero es la segunda de las grandes reformas que el presidente Barack Obama se ha propuesto realizar. La revuelta de quienes se han opuesto a la reforma de salud no ha cesado y la actitud de quienes la encabezan va más allá de cualquier lógica política. Intentar revertir una reforma que más de la mitad de los estadunidenses ven necesaria, y que para buen número de ellos es una tabla de salvación a sus problemas de salud, es una actitud irresponsable que raya en la necedad.

Ahora sigue la reforma del sistema financiero, que, a diferencia de la de salud, no tiene efecto inmediato ni impacto directo en el común de los estadunidenses, para quienes su salud es algo más concreto y cotidiano que las fluctuaciones en la bolsa de valores, las pillerías y mala administración de los señores del dinero, o el derrumbe del sistema financiero.

Para los estadunidenses la crisis financiera es resultado de una falta de control de los órganos encargados de supervisar el correcto funcionamiento de las instituciones financieras que permitieron que un grupo de delincuentes de cuello blanco se embolsaran millones de dólares a costa de sus ahorros, de sus casas y del endeudamiento del país.

En este contexto, el salvamento que el Estado se vio forzado a hacer de un puñado de las más grandes instituciones financieras fue visto con poca simpatía, debido a que las consecuencias las pagarán todos por parejo. Por si fuera poco, advirtieron con estupefacción cómo los altos funcionaros de las instituciones rescatadas se otorgaron bonos millonarios, con los mismos paquetes de salvamento que recibieron del Estado.

La reacción ante tal despropósito dio la oportunidad a Obama para lanzar una iniciativa de reforma, cuya esencia es regular la disipada conducta que prevalece en el sector financiero. Como era de esperarse, se le acusó de entrometerse en asuntos que corresponden sólo al sector privado y, por supuesto, desde el Partido Republicano surgió nuevamente la especie de que en la Casa Blanca hay un presidente socialista.

Lo que para unos es una intromisión del gobierno en la esfera privada de las instituciones financieras, para otros es absolutamente necesaria, pero lo que no entienden es por qué el presidente insiste en mantener como los principales responsables de las cuestiones económicas a dos personajes que en el pasado inmediato han tenido una estrecha relación con el sector financiero y que se percibe no ha sido finiquitada aún.

No les basta que se diga que los responsables de la política económica del gobierno deben ser quienes mejor conocen los laberintos de Wall Street por haber transitado en ellos. Ante sus ojos, tanto el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, como el principal asesor económico de la Casa Blanca, Larry Sommers, han tratado con excesiva cortesía a las instituciones financieras, que, por cierto, han sido las responsables del colapso económico de Estados Unidos.