DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   4 DE OCTUBRE DE 2010 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Presentación

El castor está de regreso en casa
Gerardo Carreón Arroyo

El jaguar en México
Carlos A. López González

Las alas de México
Juan Cornejo y Carolina Hartmann

La tortuga laúd, una viajera incansable
Débora García Muñoz y A. Laura Sarti Martínez

El aullido del lobo regresa a las tierras silvestres mexicanas
Óscar Moctezuma O.


Correo electrónico:

[email protected]

  

Águila real Foto: John y Teresa Harris/FILM CORE NHU

Las alas de México

Juan Cornejo
Biólogo. Trabajó desde el 2000 como curador de aves en Africam Safari, y a partir del 2009 es asesor de la Curaduría de Aves de este zoológico
Correo electrónico: [email protected]

Carolina Hartmann
Zootecnista. Trabaja desde el 2009 como curadora de aves de Africam Safari, coordinando los programas de reproducción y conservación de especies de aves amenazadas
Correo electrónico: [email protected]

Aun a 2 mil 500 metros de distancia del suelo, mientras remonta su vuelo sobre acantilados y peñascos, por encima de los grandes árboles de los bosques, podemos observar la elegancia de su planeo. Sus movimientos, en los que percibimos la fuerza de su musculatura, nos permiten distinguir el color castaño dorado de las plumas lanceoladas de su cabeza y nuca, que le han valido el nombre de águila dorada.

La también llamada águila real (Aquila chrysaetos) históricamente se distribuía en prácticamente la mitad del territorio nacional. Se encontraba en las zonas áridas y montañosas, en los bosques de coníferas, de encinos y de pino-encino, y en los matorrales espinosos. En la península de Baja California, y de manera continua en la altiplanicie mexicana; en la sierra Madre Occidental desde el este de Sonora y oeste de Chihuahua hacia el sur por el oeste de Durango y norte de Nayarit y Sinaloa; en la sierra Madre Oriental desde Coahuila, centro de Nuevo León y Tamaulipas, hacia el sur por el oeste de San Luis Potosí; y en zonas de Zacatecas, Aguascalientes, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Michoacán, Estado de México, Distrito Federal, Guerrero hasta la región montañosa de la sierra Norte en el estado de Oaxaca.

Actualmente se ha confirmado su presencia en algunas localidades de Aguscalientes, Estado de México, Guanajuato, Hidalgo, Michoacán, Querétaro, San Luis Potosí, Durango, Zacatecas, Jalisco, Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, Baja California, Baja California Sur y Sonora.

Los ejemplares que tenemos en México pertenecen a la subespecie canadensis, que se distribuye desde Alaska hasta el centro de México.

Existen otras cinco subespecies, todas de distribución Paleártica, repartidas por Eurasia, el norte de África y Japón.


Mapa de “Distribución en México del águila real”. Elaborado en Naturalia con base en información disponible

Un águila posada en un nopal

El águila real ha tenido gran presencia en la historia de México desde que los antiguos mexicas la incluyeron dentro de su compleja estructura social y religiosa, hasta nuestros días en que forma parte de uno de los símbolos nacionales –el escudo nacional– y continúa jugando un importante papel cultural-religioso.

Cuando hablamos de águila real, sabemos que se trata de una imponente águila, ligeramente mayor que la calva (Haliaeetus leucocephalus), y sólo superada en México por la arpía (Harpia harpyja). Los adultos se distinguen por el mayor tamaño de la hembra que alcanza de 90 centímetros a un metro, con una envergadura (la distancia que hay entre las puntas de ambas alas desplegadas) de 2.15 a 2.27 metros y un peso de 3.8 a 6.6 kilogramos. Los machos varían entre 80 y 87 centímetros de longitud, con 1.82 a 2.12 metros de envergadura y de 3.5 a 6 kilogramos de peso.

Como todos hemos visto en el escudo de nuestra bandera nacional, el plumaje de los adultos es principalmente café, en ambos sexos; la espalda es castaño oscuro con matices rojizos, mientras las partes interiores son más claras. La cola es ligeramente más clara que el cuerpo, y sus plumas tienen una pequeña mancha blanquecina. Los juveniles (hasta los cuatro años de edad) son de color café más oscuro, con las plumas de la cola blancas con una ancha banda negra en la parte final.


De su nidada sobreviven uno o dos pollos, debido a la escasez de alimento, que permanecen mucho tiempo en el nido y dependen completamente de sus padres durante los primeros 50 días, tiempo en que empiezan a ejercitar sus alas. Cuando pueden volar, los padres les enseñan a cazar, pues carecen del instinto para ello, y los acompañan en sus primero vuelos fuera del nido, hasta que se independizan Foto: John y Teresa Harris/Film Core Nhu

Una característica distintiva de la especie, sólo compartida en territorio mexicano con las águilas tiranas (Spizaetus tyrannus) y las águilas elegantes (Spizaetus ornatus), es que sus patas están completamente cubiertas por plumas, que sólo dejan al descubierto sus imponentes garras.

La sobrevivencia de los fuertes

Esta gran rapaz, una vez que forma pareja la mantiene de por vida, y solamente la cambiará si uno de los dos llega a morir; esto significa que es una especie monógama. Cada pareja es dueña de un territorio bien definido, cuyo tamaño dependerá de las características del hábitat, la disponibilidad de alimento y la densidad de parejas. En Estados Unidos se ha calculado que puede variar entre 2 mil 300 y 9 mil 324 hectáreas.

Dentro de su territorio, los dos miembros de la pareja construyen hasta cuatro nidos, de los que cada año eligen uno para anidar, y los demás los tienen como dormideros o lugares de descanso. Normalmente buscan una saliente o gruta a gran altura en acantilados o riscos, aunque en ocasiones les gusta utilizar grandes árboles solitarios.

Los nidos están formados por varas y ramas delgadas, y en la parte central añaden continuamente pequeñas ramas y hojas verdes para mantenerlos limpios. Una vez completada la estructura, puede llegar a tener hasta 2.5 metros de diámetro.

La época de cortejo y apareamiento tiene lugar entre los meses de noviembre y diciembre; durante este tiempo ambas aves vocalizan y realizan sus vuelos nupciales. Entre enero y principios de febrero, y a intervalos de tres a cinco días, la hembra pone normalmente un total de dos huevos, aunque puede variar entre uno y cuatro.

La incubación la realiza principalmente la hembra durante 43 a 45 días, aunque el macho también colabora en la tarea. Los huevos aproximadamente miden 8 x 6 centímetros y pesan 140 gramos, son de color crema con marcas de color café en los polos.

Si existe escasez de presas y los padres no pueden llevar suficiente alimento para todos los aguiluchos, el pollo que nace primero llega a matar a sus hermanos menores (fratricidio) asegurándose de este modo que recibirá suficiente alimento. Sólo en los años de mayor abundancia de comida y en los lugares mejor conservados, sobrevive más de una cría por nido.


Perrito llanero Foto: Juan Carlos G. Bravo


Liebre Foto: Óscar Moctezuma O.


Serpiente de cascabel Foto: John y Teresa Harris/FILM CORE NHU
Presas de águila real. Su vuelo sereno y majestuoso, le permite desplazarse en círculos, planear y remontarse hasta alcanzar grandes alturas, para descender a una velocidad de 200 km por hora en picada, cuando va en pos de una presa

Los aguiluchos nacen con un plumón grisáceo que a la semana empieza a ser sustituido por otro más largo de color blanco. A las dos semanas les empiezan a salir las primeras plumas, las de las alas, y unos días después, las de la cola. Se aventuran en sus primeros vuelos a mediados de julio y agosto, y aproximadamente a los dos meses y medio de vida empiezan a acompañar a sus progenitores en las cacerías.

Desde entonces, aún pasarán tres meses hasta que se independicen de sus padres. Para finales de invierno, los jóvenes inician la etapa de dispersión, deambulando sin territorio fijo y explorando nuevas áreas, periodo que dura de cuatro a cinco años, hasta que se convierten en adultos, buscan pareja y ocupan su propio territorio.

En picada tras la comida

El águila real está en la cima de la cadena alimenticia y prácticamente no tiene enemigos naturales. Su presencia es un indicador de la buena calidad del hábitat, pues sólo en los lugares bien conservados esta especie encuentra las condiciones necesarias para permanecer y reproducirse.

Forma parte fundamental del equilibrio ecológico de los lugares en que habita, al regular las poblaciones de pequeños mamíferos. Su dieta se compone principalmente de liebres (Lepus spp) y conejos (Sylvilagus spp) (del 70 al 100 por ciento), aunque come otro tipo de presas, como pequeños mamíferos –cacomixtles (Bassariscus astutus) y zarigüeyas (Didelphys virginianus)–, aves, reptiles (culebras) e insectos. Incluso puede llegar a comer carroña cuando las presas vivas escasean.

La forma en que caza es toda una estrategia en la que los elementos de acechanza, velocidad, sorpresa y fuerza están incluidos. Tiene dos estrategias principales: esperar posada en un lugar prominente a localizar una presa y sorprenderla con un vuelo rasante a nivel de suelo, o bien divisar desde el aire la presa y atraparla mediante un picado a gran velocidad. Ambos sexos cazan por igual, salvo cuando la hembra está incubando; en esa etapa principalmente el macho se hace cargo de esta actividad.

Recuperando un símbolo de nuestra identidad

En febrero de 2007, el presidente Felipe Calderón, dentro de los Programas de Conservación de Especies en Riesgo (Procer) de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), definió 30 especies mexicanas para ser recuperadas, seleccionando al águila real como una de las cinco primeras para ser atendidas. Resultado de esto, nacieron los Programas de Acción para la Conservación de las Especies (PACE).

El PACE para el Águila Real 2008 fue creado de la colaboración de la Dirección de Especies Prioritarias para la Conservación y el grupo de expertos pertenecientes y asociados al Subcomité Técnico Consultivo para la Protección, Conservación y Recuperación del Águila Real, retomando el trabajo previo del subcomité, impulsándolo, identificando necesidades críticas y programando estrategias de conservación a corto mediano y largo plazo, tales como la protección, el manejo, la restauración, el conocimiento la cultura y la gestión, cada uno con sus diferentes componentes.


Pollo de un día de nacido. El 2006, declarado por la Semarnat “Año del Águila Real”, se logró con éxito en Africam Safari que un águila nodriza criara a dos polluelos en un mismo nido, sin que se presentara fratricidio, demostrando de esta manera que el estudio y la investigación de la especie en cautiverio, permiten obtener resultados en conservación y posibilita la recuperación de una de las especies con mayor importancia para el patrimonio de los mexicanos Foto: Juan Cornejo

El número de individuos que residen en México se desconoce, según el PACE para el Águila Real 2008. Se han registrado al menos 50 nidos de águila real, pero se cree que sus poblaciones continúan disminuyendo como años atrás, ya que algunos de los factores de amenaza, tales la transformación del hábitat a causa del avance de la frontera agrícola y ganadera, el envenenamiento directo o indirecto por el uso indebido de control de plagas y plaguicidas, la cacería directa a manos de ganaderos, la captura de ejemplares vivos para surtir el comercio ilegal de cetrería o mascotas y la muerte por colisión con estructuras como tendidos eléctricos o electrocución con los mismos, continúan vigentes.

De acuerdo con la misma referencia del PACE, tampoco existe un conteo oficial de los ejemplares que viven en cautiverio en la República Mexicana, aunque se han contabilizado más de 60 individuos con base en las listas de los Predios o Instalaciones que Manejan Vida Silvestre (PIMVS) y las Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA).

Entre ellos puede destacarse el Parque de Conservación de Vida Silvestre Africam Safari en Puebla, el Zoológico de Chapultepec en la Ciudad de México y el Zoológico de León en Guanajuato. Debido a las condiciones en las que se encuentra la especie, recibe protección en el territorio nacional al estar catalogada por la NOM-059-SEMARNAT-2001 como especie amenazada, y su comercio internacional está restringido al haberse incluido en el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas y en Peligro de Extinción de Fauna y Flora Silvestres (CITES).

Sin embargo, hay que destacar que también hay esfuerzos de conservación ex situ (es decir, fuera de su hábitat natural) de esta majestuosa especie, encabezados por diversos zoológicos. Hasta el año 2006, ninguna institución había logrado la reproducción del águila real; Africam Safari fue la primera de ellas, logrando el nacimiento, desde entonces, de 11 polluelos como parte del programa de conservación de la especie. Con éste se pretende conformar una red de conservación a nivel nacional junto diferentes entidades tanto privadas como gubernamentales.


Hábitat del águila real en las praderas de Janos, Chihuahua Foto: Óscar Moctezuma O.

¡Ojalá logremos rescatar no sólo un ave que nos representa ante el resto del mundo, sino el orgullo de que la imponente águila real siga surcando los cielos de México! Una excelente noticia al respecto es que en febrero pasado nacieron dos crías de los huevos que incubaron artificialmente en Africam Safari. La primera será criada a mano y la segunda con un águila nodriza, sumándose al grupo de águilas que conserva esta institución. Este logro brinda grandes posibilidades para la recuperación de la especie, pues es la primera vez que en México se reproduce el águila real en cautiverio.

Finalmente, a los lectores de La Jornada Ecológica que deseen conocer más sobre nuestra águila real, recomiendo consulten los siguientes textos:

El iztaccuauhtli y el águila mexicana. ¿cuauhtli o águila real? González Block, M. 2004. Arqueología Mexicana vol. XII, número 70.

Las aves de México en peligro de extinción. Ceballos, G. y Márquez Valdelamar, L. 2000. Instituto de Ecología, UNAM, CONABIO, Fondo de Cultura Económica.

El águila real. Emisario del Sol. Dot, N. y Escalante, P. 2003. Procter & Gamble. México.

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