ojarasca

 Mezcala, Jalisco

Las 25 batallas ganadas

(y las que faltan)

 

Gloria Muñoz Ramírez. Mezcala, Jalisco. Dice Felipa González Torres, coca de la comunidad de Mezcala, que junto con el resto de su pueblo defenderá su territorio. Felipa es una mujer brava que al mismo tiempo no para de reír (ni de hacer reír a los demás). Ella no duda ni tiembla al afirmar que estas tierras “nuestros padres nos las regalaron con aprecio de sangre, por lo que no podemos dejarlas. El gobierno se mete y no pide permiso, y yo pienso que para entrar a una casa primero se toca y si se da permiso de entrar, pues se entra, pero si no, no se entra. El gobierno ahora nos quiere pisar, pero no nos vamos a dejar, venga quien venga a tratar de arrebatarnos esto que es nuestro…”

En la ribera del lago más grande de México, el de Chapala, una comunidad indígena combativa lucha por su territorio. La defensa no es nueva para estos herederos de los combatientes insurgentes de la lucha independentista. Son los hijos del último bastión de la insurgencia. Y nunca fueron vencidos.

La batalla actual no es contra las fuerzas realistas, sino contra los planes y proyectos neoliberales impulsados por caciques locales o por iniciativas de los tres niveles de gobierno. Mezcala, no acostumbrada a perder (recuerdan con orgullo, como si hubieran sido ayer, las 25 batallas ganadas al ejército español), sigue dispuesta a resistir.

 

Rosa Moreno Claro, mujer de 64 años, está convencida: “El gobierno a través de sus engaños ha tratado de invadir nuestra comunidad porque quiere quitarnos nuestra tierra y darnos a cambio sus proyectos de turismo con cabañas, lanchas, restaurantes y hoteles donde quiere que le sirvamos… Nosotros no queremos nada de eso porque dentro de la comunidad tenemos la tierra y no la queremos compartir con el gobierno ni con nadie, eso definitivamente”. Aquí, explican, “han tratado de meternos la división. Dentro de la comunidad así como existen personas que entienden la raíz de su origen, hay otras que hacen caso a las promesas del gobierno que tienen el signo de pesos. No viven ellos para proteger al pueblo, sino que a nombre del pueblo quieren sacar provecho individual. Les han metido en la cabeza que el gobierno quiere meter el progreso, pero no les explican que la tierra comunal no se puede vender, o sea que los están engañando. Los señores del dinero se valen a través de prestanombres originarios del pueblo para tener tierras, pero eso es automáticamente no vale porque todo tiene que ser a través de la asamblea de comuneros”.

 “La comunidad” —insiste doña Rosa— “está fuerte como los robles, bien paraditos, y no nos dejaremos caer”. A ella se une la algarabía de Felipa: “de aquí no nos saca nadie, qué caray”.

A unos kilómetros de Mezcala, siempre sobre la ribera del lago de Chapala, se encuentra la comunidad de Ajijic, ejemplo y modelo de la invasión y colonización actual. Es el lugar con mayor número de residentes estadunidenses en México, que a su vez es el país con más estadunidenses fuera de su país en el mundo. Aquí el segundo idioma es el inglés, y el pueblo, por supuesto, ha cambiado su apariencia y cultura en los últimos 20 años.

Esto es lo que se pretende hacer en Mezcala. Sólo que aquí se han encontrado con una comunidad coca que no ha dejado entrar los programas de certificación de tierras comunales, que no son otra cosa que la privatización de las mismas; ni los proyectos turísticos acompañados de planes inmobiliarios.

 

Rocío Moreno, de los nuevos y nuevas comuneras de Mezcala, una joven y activa mujer dedicada de tiempo completo a la defensa del territorio y quien, entre otras cosas, organiza talleres de historia y de recuperación de la memoria con los niños, jóvenes y ancianos de la comunidad, relata que en la coyuntura del 2010, en ocasión del famoso bicentenario, los gobiernos federal, estatal y municipal “pretenden borrar la historia y lastimar el corazón de nuestro pueblo. Dicen que es hora de festejar, sin embargo, nosotros nos preguntamos ¿Qué tienen que festejar ellos?”

Rocío se refiere al contenido que el gobierno quiso darle a la isla de Mezcala, “corazón del pueblo”, en la que se llevó a cabo una resistencia heroica de los indígenas ribereños entre 1812 y 1816, periodo en el que el ejército realista no logró someter a los sublevados. En 2005, cuenta la también historiadora, “el Instituto Nacio­nal de Antropología e Historia Jalisco, la Secretaria de Cultura y Turismo del estado de Jalisco y el Ayuntamiento de Poncitlán, han intentado privatizar el corazón de nuestro pueblo, la isla de Mezcala, con el pretexto de restaurar algunos edificios que se encuentran en la isla”. La comunidad, indica, “nunca se opuso a los trabajos de restauración, sin embargo, si se ha visto en la necesidad de señalar las diferentes irregularidades que han realizado, en las que incluso los mismos especialistas del inah han señalado anomalías como enjarrar los edificios, modificar estructuras, cortar árboles injustificadamente, y ‘borrar’ un periodo de la historia, entre otras… Además de todas estas anomalías técnicas, estas instituciones han sobrepasado a nuestras autoridades tradicionales, como la asamblea general de comuneros, quienes están encargados del cuidado del territorio. En los cinco años que han estado realizando este trabajo, han ignorado a estas autoridades pues consideran que los comuneros son sólo un sector, un grupo de Mezcala, cuando son el gobierno y los encargados del territorio”.

El objetivo era hacer aquí uno de los actos principales del bicentenario, para lo que estaba (y está, pues no quitan el dedo del renglón) contemplada la instalación de una caseta de cobro para poder ingresar a la zona “salvaje e irresponsablemente restaurada”. Pero no han podido. “Aquí todo el mundo está invitado a venir a visitarnos”, dice Felipa, “porque la historia no se vende”. La comunidad, añade Rocío, “no busca comercializar su pasado”. Lo más reciente es “el invento de un fideicomiso que se encargue del manejo de la isla, pero nosotros les hemos dicho que la comunidad de Mezcala es la dueña legítima y por lo tanto no permitirá ni caseta, ni fideicomiso”.

Este 25 de noviembre la comunidad, como cada año, estará de fiesta. Habrá baile, feria y concursos alrededor de una fecha histórica en la que los pobladores celebran la lucha de los insurgentes. “Esta fiesta no tiene costo, ni vive de la coyuntura de los festejos del bicentenario del gobierno actual, que vuelve a cometer los mismos errores y arbitrariedades que motivaron a la gente antigua a levantarse contra ellos. Los festejos del bicentenario son, pues, la fiesta de los de arriba, el parche de su miedo e ignorancia, su esperanza para verse necesarios”.

 

Cirilo Rojas López, representante de bienes comunales, añade: “La gente de los partidos y del gobierno dicen que nosotros no queremos el progreso. Pero para ellos esa palabra significa el poder para hacer lo que quieran sin consultar al pueblo. El progreso significa tenernos bajo su dominio y no estamos de acuerdo. La comunidad es celosa y se enoja cuando vienen a incomodarla con cosas que no le convienen”.

 

 

Pancho Villa, sin fecha. Foto: Hermanos Brown