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Fue un fenómeno mediático a la par del Mundial de Futbol de Sudáfrica

Rescate de los mineros chilenos, de las mejores historias de 2010

A dos meses de su liberación, 14 fueron dados de alta por el sicólogo

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Después de 17 días, los mineros fueron ubicados; en la imagen, el primer mensaje que enviaronFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Sábado 18 de diciembre de 2010, p. 8

Santiago, 17 de diciembre. Sesenta y nueve días después de haber quedado sepultados en una mina en el norte de Chile, 33 mineros fueron rescatados en una impecable operación que coronó una de las mejores historias de 2010. A más de dos meses de su liberación, casi la mitad de ellos está por retomar su vida laboral.

El jueves 5 de agosto, cuando se disponían a almorzar, ocurrió el derrumbe que los sepultó a 700 metros de profundidad en la antigua mina San José, en el desierto de Atacama.

Se iniciaba así una de las mejores historias de 2010, que hizo transitar a Chile por emociones extremas, pasando por la angustia los primeros 17 días en que no se tuvo contacto con ellos hasta la máxima emoción cuando se concretó su rescate, el 13 de octubre.

El año 2010 estuvo marcado por la tragedia en Chile, comenzando con un devastador terremoto y posterior maremoto, que dejaron más de 500 muertos, y finalizando con la muerte de 81 presos en el incendio de una cárcel de Santiago. Por este motivo, el rescate de los mineros fue la nota esperanzadora del año.

Tras el derrumbe, los mineros fueron a un refugio de seguridad, donde sólo encontraron algunas latas de atún y algo de leche. Sin salida alternativa, casi en penumbras, con un sofocante calor y escaso alimento, la muerte comenzó a rondarles.

Primero sentimos el sonido cuando cayó la roca, después vino como un viento y se levantó mucho polvo. Pensé que no íbamos a salir, relató Jimmy Sánchez, de 19 años, el más joven del grupo, a la última edición del semanario The Clinic.

Ver los vasos con medio vaso de atún es para volverse loco. Quedamos muy mal de ánimo. El encierro desespera, agregó.

En las afueras de la mina sus familiares se reunían, preguntándose si estaban ilesos y si contaban con aire, luz o comida.

Enterado del accidente, el presidente Sebastián Pilera canceló una visita a Colombia y volvió a Chile. Antes envió a la mina a su por entonces desconocido ministro de Minería, Laurence Golborne.

Un nuevo derrumbe dos días después hizo fracasar el intento de un rescate, obligando a delinear un nuevo plan: comenzar con orificios de 12 centímetros de diámetro, asumiendo que la liberación tardaría meses.

La idea era alimentarlos por esa pequeña vía mientras se excavaba un orificio lo suficientemente ancho para extraerlos. Hubo varios intentos fallidos, hasta que después de 17 días, cuando arreciaba ya la desesperanza, fueron ubicados. Por el pequeño orificio, los mineros atrapados hicieron llegar un mensaje: Estamos bien en el refugio los 33.

La historia cobró entonces ribetes épicos. Al fondo de una mina, 33 hombres sobrevivían en un ambiente lúgubre, con calor y humedad, mientras afuera sus familias se instalaban, primero con unas pocas carpas, luego creando un pequeño pueblo bautizado Campamento Esperanza, al que llegaron cientos de periodistas.

Sesenta y nueve días después se gestó la inédita operación de rescate, que culminó al cabo de 22 horas, cuando uno a uno los mineros emergieron en una pequeña jaula de metal conocida como cápsula Fénix.

Millones de personas siguieron la transmisión del rescate por televisión, que se convirtió en un fenómeno mediático comparado con la cobertura de la final de la copa del Mundo de Sudáfrica.

Los mineros y sus familias –convertidos en celebridades– recibieron terapia médica y sicológica para recuperarse.

Esta semana, 14 fueron dados de alta, confirmó el sicólogo a cargo del grupo, Alberto Iturra.

Ahora tienen que volver a la realidad sí o sí, señaló Iturra, sin detallar por qué el resto continuaba en terapia.

Mientras se recuperaban todos estaban bajo licencia médica, la cual les permitió recibir sus salarios. Por eso ahora muchos piensan qué hacer con sus vidas, mientras otros dictan charlas, como Mario Sepúlveda, Omar Reygadas o Raúl Busto.

Algunos prefirieron alejarse de la exposición pública y la mayoría no concede entrevistas sin previo pago. Lo están pasando bien y se han desempeñado extraordinariamente bien en sus actividades públicas, agregó el sicólogo.

Sin embargo no todo ha sido felicidad: a los pocos días del rescate algunos sufrieron cuadros de angustia y otros que tenían problemas con el alcohol se excedieron, y aún no pueden controlarse.

A los que les gusta el trago siguen tomando lo mismo de antes. Han tenido sus disputas y sus cambios de opinión, pero no más que otros grupos. Hay algunos que están incluso celosos por la fama de otros, agregó.