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Nuevos hallazgos en el templo mayor

Leonardo López Luján reporta el descubrimiento de esqueletos de aves y un cánido

Refuerzan hipótesis de las tumbas de reyes mexicas en Las Ajaracas

Junto a Tlaltecuhtli se han detectado en ese predio 26 ofrendas entre 2007 y el pasado 11 de febrero, dice el arqueólogo a La Jornada Ahí yacerían los restos de Axayácatl, Tizoc y Ahuitzótl

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Levantamiento topográfico y reconstrucción de la antigua TenochtitlánFoto cortesía del Proyecto Templo Mayor
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La ofrenda 126, una de las más importantes descubiertas hasta hoyFoto Cortesía del Proyecto Templo Mayor
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Osamenta del cánido, lujosamente ataviado, descubierto en el área donde se halló a TlaltecuhtliFoto cortesía del Proyecto Templo Mayor
 
Periódico La Jornada
Lunes 21 de febrero de 2011, p. 8

Varios esqueletos de aves relacionadas con el Sol, el rey y los guerreros muertos en batalla, además del hallazgo de los restos de un cánido ataviado de manera elegante, son algunos de los indicios que sugieren la existencia de sepulcros de gobernantes mexicas al pie del Templo Mayor.

La búsqueda de las sepulturas que contendrían los restos óseos cremados de los soberanos mexicas continúa, explica en entrevista Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor, quien encabeza el equipo multidisciplinario que trabaja desde 2007 en las excavaciones en el predio Las Ajaracas (cuyo nombre original es Mayorazgo de Nava Chávez), donde fue hallado el monolito de Tlaltecuhtli hace más de cuatro años.

En esta área de la antigua Tenochtitlán se han realizado varios pozos y túneles con para corroborar la hipótesis basada en documentos históricos del siglo XVI.

Uno de los indicios más sugerentes detectados en meses recientes, revela López Luján, es el hallazgo de esqueletos de aves, como el del tlauhquéchol o ibis espatulado, cuyos restos solamente han sido encontrados al pie del Templo Mayor y en torno a la escultura de la diosa Tlaltecuhtli.

El depósito ritual más abundante

Junto al monolito de la diosa mexica de la Tierra –de más de 10 toneladas de peso– se han hallado 26 ofrendas entre marzo de 2007 y el pasado viernes 11 de febrero, cuando fue detectada una más.

De estos depósitos rituales se han extraído más de 25 mil objetos, lo que demuestra no sólo la enorme importancia religiosa del área que se explora, sino también el indiscutible poderío político y económico del imperio mexica, manifiesta el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Durante la séptima temporada de campo que se desarrolla de manera ininterrumpida desde 2007, explica el arqueólogo, nos ha sorprendido la concentración de riquezas en un espacio tan reducido, lo que no tiene comparación en contextos similares de las culturas olmeca, maya o teotihuacana.

Esto, prosigue, debido a que los sacerdotes mexicas acostumbraban sepultar toda suerte de dones a sus divinidades dentro de cajas de piedra o en cavidades perforadas bajo el piso.

Por ejemplo, en esta temporada han aparecido restos botánicos de algodón, chía, amaranto, calabaza, copal y pencas de maguey, mientras que entre los animales nunca registrados se hallan cangrejos, langostinos, estrellas de mar, huachinango y águila arpía.

También han sido exhumados, en ese espacio de 500 metros cuadrados lobos, monos arañas, águilas reales, peces sierras y miles de conchas, corales y caracoles, además de cuchillos de pedernal, punzones, púas de autosacrificio, cuentas de piedra, máscaras de madera, imágenes de basalto y ollas de cerámica.

Sin embargo, subraya López Luján, en 2008 se efectuó el descubrimiento más espectacular a dos metros de profundidad del lugar donde se halló el gran monolito, la ofrenda 126.

Éste es, sin lugar a dudas, el depósito ritual más rico en la historia de la arqueología mexicana. Es una caja de 195x90x100 cm que contenía alrededor de 14 mil objetos.

Análisis multidisciplinario

Otro hallazgo trascendental, continúa López Luján, fue el del esqueleto de un cánido –un perro o lobo– que fue enterrado con dos orejeras de mosaico de turquesa, un collar de cuentas de jadeíta, un cinturón de caracoles marinos y ajorcas de cascabeles de oro.

Por una incisión que mostraban los restos del cánido, al parecer fue sacrificado y colocado de manera inusitada en el lugar.

Esos animales tienen un referente con el inframundo, porque son los que acompañaban a los difuntos hasta el final del camino.

El análisis de tan excepcional acervo, indica el director del Proyecto Templo Mayor, requiere de la participación de diversos especialistas y muchos años de análisis de laboratorio. Más allá de la riqueza de estos materiales, su valor reside en la inestimable calidad y cantidad de información científica que aportan, especialmente acerca de aspectos ecológicos, tecnológicos, económicos, políticos y religiosos de la civilización mexica.

En los estudios participan biólogos del INAH, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional, gracias a quienes se ha logrado identificar más de 300 especies endémicas de los más variados ecosistemas.

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Especialistas del INAH, durante el registro de los objetos hallados en la caja ritualFoto Cortesía del Proyecto Templo Mayor

Entre las conclusiones que han arrojado las investigaciones se ha determinado que numerosas aves de presa fueron capturadas, curadas y alimentadas durante largos periodos previos a su muerte, muy cerca del recinto sagrado, en un lugar llamado Totocalli o Casa de las aves, ubicado dentro del palacio de Moctezuma.

Uno de los más brillantes episodios de esta compleja labor científica, rememora Leonardo López Luján, se escribió hace apenas unos años, cuando el gobierno de la ciudad de México ordenó la demolición de dos edificios dañados por el terremoto de 1985.

Tal decisión, prosigue, alentó a los especialistas por indagar en el solar Mayorazgo Nava de Chávez (conocido como Las Ajaracas), ubicado al pie del Templo Mayor.

En este lugar, según refieren las crónicas del historiador indígena Hernando Alvarado Tezozómoc, del fraile dominico Diego Durán y del soldado español Bernal Díaz del Castillo, fueron realizados los funerales de al menos tres soberanos mexicas: Axayácatl, Tizoc y Ahuitzótl.

De acuerdo con tales documentos, fue allí donde se cremaron los cadáveres reales y, en un edificio contiguo llamado Cuauhxicalco, se inhumaron las cenizas junto con ricas ofrendas y los cuerpos de los servidores sacrificados para la ocasión.

A partir del hallazgo de Tlaltecuhtli, el 2 de octubre de 2006, comenzó en los meses posteriores la séptima temporada de campo en el Templo Mayor, donde se ha recurrido a tecnología de punta y una metodología científica para explorar el área.

Desde entonces hemos trabajado con un equipo de 25 personas, conformado por especialistas de alto nivel de México, Japón, Francia e Italia, el cual no ha dejado de excavar pese a las condiciones adversas del área.

Cuatro líneas de acción

A la par que se configura la construcción del museo dedicado a Tlaltecuhtli, en el mismo lugar donde fue hallada, el equipo de López Luján trabaja en cuatro líneas de acción en torno al colosal monolito y al Templo Mayor.

Se realizó un levantamiento topográfico de todos los edificios mexicas actualmente visibles en el Centro Histórico: las ruinas que se encuentran en la zona arqueológica, el Palacio Nacional, la Catedral Metropolitana, el antiguo Arzobispado, el Centro Cultural de España en México, el predio de Moneda 16, la casa del Marqués del Apartado, el Colegio de Cristo y la estación Pino Suárez del Metro.

Con la información obtenida, señaló el investigador, se elabora un plano tridimensional de alta precisión que servirá para generar modelos hipotéticos de ese recinto sagrado.

Una segunda línea abarca el estudio geofísico del área prehispánica, que consiste en el empleo sistemático del radar de penetración, el magnetómetro y el resitivímetro, instrumentos que permiten conocer las características del subsuelo.

Otra vertiente, prosigue Leonardo López Luján, es el registro gráfico pormenorizado de las pinturas murales que decoran numerosos edificios de la zona arqueológica.

“El objetivo central –agrega– es publicar este excepcional corpus pictórico en la serie La pintura mural prehispánica en México, coordinada por María Teresa Uriarte de la UNAM.”

Y, en una cuarta línea, subraya, la excavación del área donde se halló la escultura de la diosa Tlaltecuhtli, en virtud de que existen indicios históricos, iconográficos y arqueológicos que permiten suponer que cerca de ahí se encuentra el sepulcro de uno o más soberanos mexicas.

Para este propósito se han perforado varios pozos de bombeo que permiten abatir el agua del subsuelo sin afectar los inmuebles colindantes. Los especialistas han descendido entre nueve y 15 metros con variantes que determina el área de excavación.

En este lugar del Centro Histórico, otrora recinto ceremonial mexica, puntualiza, el mayor obstáculo para las labores arqueológicas es la presencia de un manto freático muy superficial, que para colmo está contaminado con aguas residuales.