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Apuntes del exilio
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Susana de la Garza, compañera inseparable del autor de Las mujeres del alba, durante la reciente charla con La Jornada Foto José Antonio López y Notimex
 
Periódico La Jornada
Domingo 27 de febrero de 2011, p. 3

El libro Apuntes del exilio, de Carlos Montemayor, es un bello poema diseminado en 44 páginas, publicado de manera póstuma con una dedicatoria del autor: A Susana y nuestras estaciones. La publicación fue patrocinada por Oak Editorial y La Cabra Ediciones; aparece también el logotipo del Instituto Nacional de Antropología e Historia por voluntad del poeta. Con autorización de Emilio Montemayor, hijo y albacea del escritor, compartimos con los lectores de La Jornada, casa periodística de Carlos Montemayor, los versos iniciales.

He vuelto sin rencor a tu abrazo y al mundo.
Al deseo que no espera más prendas
que su propia certidumbre en los labios.
Al quemante aliento de tu voz cuando lloras
o ríes mojando de estrellas nuestras almas y recuerdos.
Al sabor que sólo quiere entender la luz de tu saliva,
la verdad de tu espalda estremecida, tus cálidos muslos,
tu pubis húmedo, origen de lo que existe y desea existir.

Hay vestigios radiantes en los sueños que tienden
sus constelaciones
y en el espumoso mar las van dejando caer
y sólo se reflejan en tus ojos.

He vuelto al origen de nuestra propia caricia,
de nuestro doliente placer que es un océano incansable,
un incandescente diamante.

Un sendero nos conduce a la desmemoria, otro a la luz.
Una puerta es de marfil, otra de viento y música.
¿Cómo atravesar la puerta correcta
–digo, si hubiera una tal puerta–
y eludir el camino donde aún nos hallamos?

Reconozco en esta quietud
la señal que proviene de tu aliento
y desde lo más remoto me llama.

¿Hay algo eterno, entonces,
que aguarda tras la caricia deseada,
en los cuerpos que se desvisten del cansancio
y abrazan su carne fugaz y sudorosa,
siempre intolerante y apresurada?

¿Es lo mismo, acaso, que presentí en tu tibieza,
en los senderos de tus piernas
que me llevaban y traían
desde el vacío hasta la orilla de tu cuerpo,
al asombro de seguir en ti y contigo
atento a la respiración que de mis brazos
lentamente retornaba a tu cuerpo
mientras dormías y te cubrías de sueños?
En algún lugar, en el pliegue del deseo,
en la estrella donde el sudor aún brilla,
algo que pareciera eterno espera,
atisba mi desvelo,
tiende la caliente sábana de su instante.