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Ver día anteriorViernes 4 de marzo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mira, Bartola...
A

sí dice la canción. Lástima que el inefable Pedro Infante no esté para cantársela con la picardía acostumbrada al secretario de Hacienda. Éste, sin embargo, armado de maestrías y doctorados en economía, entenderá por qué los dos pesos que le dejaban a la sufrida Bartola en el siglo pasado se hayan convertido, merced a la inflación y a tantos descalabros económicos, en los 6 mil pesos que él consideró el umbral del bienestar. Seis mil pesos –aseguró con aplomo, aunque después se retractó– son suficientes para pagar casa, auto y escuelas particulares. ¿Casa, don Ernesto? ¿Dónde? ¿Auto, señor secretario? ¿De qué marca y modelo? Y en cuanto a escuelas particulares… ¡por favor!

En La Jornada en línea se le vino el mundo encima. Le dijeron hasta de lo que se iba a morir (cínico, inconsciente, desubicado). Horas después del artículo ya habían reaccionado por escrito 150 lectores que se burlaron de las declaraciones, y le preguntaron si los 6 mil pesos eran mensuales o diarios, así de desfasados encontraron los datos del secretario de Hacienda. También querían saber si eran antes o después de impuestos, porque algunos, haciendo cuentas detalladas, descubrieron que después de los lujos mencionados por Cordero como muestra de la recuperación económica (casa, auto y colegiaturas particulares), no quedaba dinero para comer, ni para otras necesidades que la Bartola de la canción daba por un hecho (la renta, el teléfono y la luz). No faltó quien se atreviera a calcular cuánto costaría añadir lujos más atrevidos, como pasajes, ropa y medicinas. Porque a nuestra Bartola, después de pagar la renta, el teléfono y la luz, le sobraba dinero pa sus gastos, y le permitía hasta un guardadito para el alipús de su no muy generoso marido.

Pero el secretario dijo mucho más. Dio argumentos que después contradijeron su pretendida aclaración de que los 6 mil pesos habían sido un error numérico. Originalmente anunció que en 2010 tuvimos un crecimiento del producto interno bruto de 5.5 por ciento: ¡realmente impresionante! Pero que no lo percibimos, porque somos muy exigentes. Sonó a malagradecidos. También nos llamó pesimistas, de esos que van por la vida con una percepción más negativa que la mostrada por los datos duros en los que inevitablemente caen los economistas. Siempre, por alguna razón, los mexicanos probablemente somos los más exigentes con respecto a lo que nos gustaría. (Atención, amas de casa, hay que aprender a vivir con los dos pesos que recibía Bartola.)

Perdón, secretario, con perspectiva histórica entenderá que es imposible olvidar los palos que nos han dado los datos duros. ¿Cómo olvidar al presidente que juró defender al peso como un perro, el mismo que al iniciar su gestión nos convocó a prepararnos para administrar la abundancia. Y al terminar el sexenio nos dejó en quiebra, y con una deuda externa de 100 mil millones de dólares: ¡la más elevada del mundo!

Pero como los perros no saben de economía, ni se puede administrar la abundancia con jarabe de pico, el peso de José López Portillo sufrió una megadevaluación, hubo control de cambios por primera vez en la historia contemporánea, y los depósitos en moneda extranjera fueron arbitrariamente canjeados a la tasa fijada en Los Pinos por las pistolas del presidente. Un robo que mató la confianza para mantener depósitos en bancos mexicanos en moneda extranjera. ¿Quién se iba a arriesgar?

El secretario nos acusa de malagradecidos y pesimistas, sin considerar que después de Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas, los mexicanos aprendimos que, en asuntos económicos es mejor seguir religiosamente a santo Tomás apóstol: ¡ver para creer!

En apoyo de sus comentarios, Cordero aseguró que nuestro pesimismo está sustentado en muchos estudios que no se limitan a la parte económica. Así que, compitiendo con los ensayos magistrales de Octavio Paz, el secretario se atrevió a incursionar en el análisis sicológico del mexicano.

Lo que pasa es que Cordero quiere ser presidente (se dice que es el candidato de Felipe Calderón), y por eso afirma que la recuperación económica es un hecho irreversible, aunque no lo reconozcan así en Estados Unidos, de cuya economía él mismo reconoció que dependemos para echar a andar nuestro propio crecimiento.

En estricto rigor los datos duros de Cordero no están del todo equivocados. Tenemos una tasa de crecimiento de entre 4 y 5 por ciento, una inflación controlada, las mayores reservas económicas de que se tenga memoria, y las remesas están volviendo a crecer, conforme se recupera el empleo en Estados Unidos. El problema es que sin seguridad es imposible percibir la recuperación anunciada, aunque Cordero haya asegurado en varias ocasiones que no hay ninguna evidencia de que la violencia esté impactando las tasas de crecimiento del país. Pregunto: ¿quién tiene tiempo para analizar la economía cuando estamos en una guerra civil y siguen muriendo mexicanos?

Mira, Bartola / ahí te dejo esos dos pesos, / pagas la renta, el teléfono y la luz. / De lo que sobre, coge de ahí para tus gastos, / guárdame el resto para echarme mi alipús…