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Toros

Un repaso menos alegre de otra temporada grande sin grandeza en la Plaza México

Escaso trapío y mansedumbre en el ganado y muchos toritos de regalo a las figuras

Faltaron unos diestros y sobraron otros

Autorregulación, dependencia y orejas a granel

Foto
Ya son 18 temporadas grandes en la Plaza México de una empresa con escaso nivel educativo en materia taurina, de espaldas a la afición pero atenta a la importación de toreros buenos, regulares y malosFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Lunes 21 de marzo de 2011, p. a39

Si el mismísimo secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, considera que las telenovelas pueden ser (aunque hasta ahora no lo hayan sido) instrumento importante para abatir el analfabetismo y el rezago educativo, y que si muchas veces se le llama la caja tonta (de hecho se le dice la caja idiota desde su autorregulada aparición), también puede ser la caja más lista, el instrumento más poderoso para la educación de millones y millones de personas, se entiende entonces la creciente dependencia de la fiesta de toros en México y que políticos y funcionarios la consideren culturalmente incorrecta.

Lo anterior, que pareciera no tener relación con la tauromaquia, viene a cuento porque ya son 18 temporadas grandes en la Plaza México de una empresa con escaso nivel educativo en materia taurina, de espaldas a la afición pero atenta a la importación de toreros buenos, regulares y malos, y de la mano de unas autoridades de la ciudad de México y de la delegación Benito Juárez que se niegan a ver y oír lo que hace y deshace una empresa tan autorregulada como intocable. Como el duopolio televisivo, pues.

Desde luego algunos avances hubo con relación a la temporada 2009-2010, prueba de que en México también en materia taurina vamos por el camino correcto, pero no a la velocidad que quisiéramos, como apuntó el secre Lujambio al referirse al rezago educativo que van a disminuir –¿o ya están disminuyendo?– las telenovelas.

¿Qué avances? Ninguno en cuanto a criterio empresarial y políticas de servicio, a publicidad y mercadotecnia o a propósitos de enmienda, pero sí cuantitativos, como el hecho de haberse dado 20 corridas en lugar de 19, o registrar el coso ocho entradas con más de media plaza en lugar de las cinco del serial anterior. Y si bien sólo se otorgaron 36 orejas y no 37 como en la temporada pasada, se concedieron un rabo e incluso el indulto a un novillón que no fue picado, y en lugar de competencia torera el público recibió 15 toritos de regalo, no incluidos en lo que había pagado por ver toros. Un cachondeo monumental.

De los 20 mexicanos anunciados en el derecho de apartado faltaron Miguel Ortas Miguelete y Antonio García El Chihuahua, y no anunciados e injustificadamente ausentes, no obstante sus triunfos del año anterior en esta plaza: Fermín Spínola y Fabián Barba. Tampoco la empresa quiso traer a toreros triunfadores de los estados y cosos europeos como Joselito Adame, Israel Téllez o Alfredo Ríos El Conde. Y la afición se quedó con las ganas de ver la confirmación de alternativa del hidrocálido Juan Pablo Sánchez, triunfador en la plaza de Las Ventas, o una despedida a la altura de la trayectoria del maestro Mariano Ramos.

El toro más bravo que salió por toriles en ésta y otras muchas temporadas se llamó Ilusión, de la ganadería de Santa María de Xalpa, y fue regalado por Octavio García El Payo en la corrida inaugural, cortándole dos orejas. Los toreros importados más pundonorosos y respetuosos del traje de luces y del público fueron los badajocenses Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante. Y la verdadera revelación de la temporada fue el diestro neoleonés Alberto Espinoza El Cuate, que en la penúltima corrida desplegó una actitud y una torería dignas de mejor suerte.

Es lo que puede conseguir un empresario que dice: Yo no fabrico figuras, pongo toreros; si convocan y provocan, magnífico, si no, ni modo. Lo dicho: educación con telenovelas.