Opinión
Ver día anteriorLunes 6 de junio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro lado

Su celular, un compañero de cuidado

H

ace algunos meses llamó mi atención que una amiga respondiera a una llamada de su celular y lo mantuviera apartado de su oído unos veinte centímetros. Lo primero que se me ocurrió fue que tenía una infección por lo que le sugerí que viera a un especialista. Un poco sorprendida por mi comentario, me vio con cierta indulgencia y me dio una explicación del peligro que producen las ondas que emiten los celulares. Producto de mi incredulidad y abrumado por las teorías que cada día y a toda hora se escuchan sobre todo tipo de agentes malignos para la salud, respondí que era una precaución innecesaria ya que los estudios que se refieren a dicho peligro carecen de base científica.

Recientemente me encontré de nuevo con mi amiga quien, con una mirada de te lo dije, me mostró un artículo de prensa que daba cuenta de una revisión exhaustiva de diversas investigaciones que advierten sobre la posibilidad de que la radiación de los celulares produzcan cáncer. El artículo señala que la Agencia de investigaciones sobre el cáncer, adscrita a la Organización Mundial de la Salud, como resultado de esa revisión, incorporó los celulares a la lista de carcinogénicos que afectan a los humanos. Advierte que hay una evidencia limitada entre quienes usan con mucha frecuencia los celulares y el tumor conocido como glioma.

Esa misma semana el director del departamento de neurocirugía e investigaciones neurológicas de uno de los centros hospitalarios más importantes en Los Angeles, explicó en un programa de televisión que los estudios muestran cierta correlación entre el uso de celulares y ese tipo de tumor, por lo que existe cierta posibilidad de que su empleo esté asociado a ese mal. Agregó que se desconoce con certeza cuál es la duración y frecuencia en su utilización que pudiera estar asociada con alteraciones en los tejidos cerebrales. Sugirió que, precautoriamente, se utilicen audífonos o la bocina, y se evite que los niños empleen celulares. Concluyó que es necesario proseguir con estudios serios al respecto y no prestar atención a los que se realizan por encargo de las compañías que fabrican esos teléfonos ya que, por razones evidentes, sus conclusiones pueden ser parciales.

Llevado por mi pragmatismo científico adquirí unos audífonos para mi celular y, a través de ellos, me comunique con mi profética amiga. Le pedí que en nuestro próximo encuentro nos concretemos a conversar sobre el clima y que evitara darme una lista de las especies marinas que no debemos consumir, porque están en proceso de extinción, o del daño que infligimos a la naturaleza cuando comemos un trozo de carne de res. La ignorancia, le dije, es menos comprometedora.