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Un año sin el Nobel portugués

En 1998 viajó a Chiapas y en 2001 marchó al Zócalo capitalino con el EZLN

Hay un poder dentro de la sociedad y del Estado: el narcotráfico, advirtió el escritor
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Asistentes a la ceremonia para depositar las cenizas de SaramagoFoto Afp
 
Periódico La Jornada
Domingo 19 de junio de 2011, p. 3

Yo soy comunista, pero en México soy zapatista, solía decir el escritor portugués José Saramago, y con ello sintetizaba, de muchos modos, todas las emociones, reflexiones y posiciones políticas que lo vincularon con este país.

México fue importante para el premio Nobel de Literatura, y viceversa. En México, Saramago (16 de noviembre de 1922-18 de junio de 2010) viajó a Chiapas en 1998 y se reunió con el subcomandante Marcos, los zapatistas y el obispo Samuel Ruiz, porque consideraba un deber moral el visitar y expresar solidaridad a un pueblo que lleva soportando cinco siglos de crímenes y torturas.

Un ejemplo de esos crímenes fue la matanza de Acteal de 1997, de la que escribió: Si no nos movemos hacia donde está el dolor y la indignación, si no nos movemos hacia donde está la protesta, no estamos vivos, estamos muertos.

En México Saramago marchó con Manuel Vázquez Montalbán, Miguel Ríos y Joaquín Sabina; estuvo cercano a Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska, se fue de parranda al salón Los Ángeles con Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.

Aquí, en este territorio donde mucho se le apreciaba, Saramago le respondió al presidente Ernesto Zedillo que en México sí había guerra. Y cuando marchó al Zócalo, lo hizo al lado de su esposa Pilar del Río para acompañar a los zapatistas que vinieron a la capital del país a reivindicar los derechos de los pueblos indígenas.

Saramago también habló y fue homenajeado en el Palacio de Bellas Artes, recibió las llaves de la ciudad de México, llamó a los mexicanos a no caer en el desencanto ante la decadencia de la clase política y se manifestó contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador impulsado por el presidente Vicente Fox.

En México, el autor de Caín tuvo sus dudas –al igual que muchos mexicanos– sobre la veracidad de los resultados de la elección presidencial de 2006, y advirtió sobre la contaminación de la planta venenosa de la corrupción y el poder de infiltración del narcotráfico, del que decía:

Hay un poder dentro del país, dentro de la sociedad, incluso dentro del propio Estado mexicano, que es el narcotráfico.

Saramago también expresó esperanzas, como en 2004, cuando los males del país estaban por aumentar y recrudecerse todavía más, pero sus palabras siguen brindando consuelo en el presente:

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El escritor en su visita a la UNAM en 2004Foto María Meléndrez Parada

Espero que México se levante y eche a andar, con todos sus colores, formas y razas. Que no se quede atrás, y que la emergencia de los pueblos indígenas de toda América, necesaria desde mi punto de vista, pueda tener en México una esperanza.

En el país, Saramago visitó diversos lugares, como el Palacio de Minería, el Antiguo Colegio de San Ildefonso, la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ciudades como Toluca y Morelia, y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, además de librerías y otros espacios culturales, donde presentó obras como La caverna y El hombre duplicado.

Todos ellos, lugares abarrotados por los ciudadanos de un país de no lectores, como lo expresó el irónico Monsiváis cuando, en mayo de 2003, estuvo con el escritor portugués en la librería del Fondo de Cultura Económica de Miguel Ángel de Quevedo.

El día que Saramago marchó con los zapatistas al Zócalo, el 2 de marzo de 2001, llamó a los miles de jóvenes ahí reunidos a combatir con acciones la apatía, la indiferencia, los pequeños egoísmos y todo lo que paraliza a los ciudadanos.

“La única victoria sustancial que necesitamos hoy para llegar a mañana –alentó– es no resignarnos y pensar que nuestra prioridad absoluta es el ser humano.”

Un día después de la muerte del Nobel de Literatura, Elena Poniatowska publicó en La Jornada:

Su solidaridad con los más olvidados lo ha hecho enfrentarse a gobiernos y a líderes corruptos, y acercarse a jóvenes universitarios, indígenas, hombres y mujeres que se encuentran en desventaja y en situaciones injustas.

La periodista también escribió: Saramago se inclina sobre nosotros con toda su paciencia, con la ternura que emana de su altura de hombre bueno. Le asombra que sus lectores le digan que lo aman, no sólo en México sino en todas partes del mundo.

Quizá por todo ello, y por el interés también de su viuda Pilar del Río, es que en julio próximo se abrirá en el Antiguo Colegio de San Ildefonso la exposición José Saramago. La consistencia de los sueños.

Se trata de un título más que acertado para este indiscutible cómplice de México, como lo llamó Poniatowska tras enterarse de la muerte de este escritor universal, humanista, comunista y libertario, además de zapatista.