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Una prueba viviente de la cultura blues
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Periódico La Jornada
Sábado 25 de junio de 2011, p. a16

Tiene razón el maestro Jorge García Ledesma: el nuevo disco de Buddy Guy es uno de los mejores álbumes de blues que se han grabado en los años recientes.

Living proof se titula y acaba de llegar a los estantes de novedades discográficas. García Ledesma, músico de blues, fundador del grupo mexicano Follaje, recomendó al Disquero esta obra maestra y he aquí el resultado:

Riffs a velocidades de relámpago, esplendores, resplandores, notas áureas que giran, se alejan en el firmamento y tornan en tornados, espeleología en el cielo, espejeante espectacular espléndido volar en un sonar orgiástico que junta lo carnal con lo metafísico, tremebunda energía sexual sonando.

A punto de llegar a los tres cuartos de siglo de bum bum bum, el latido de su corazón blusero, el máximo exponente de la cultura blues, Buddy Guy, festeja por lo pronto en el umbral: Tengo 74 años joven, dice su primera estrofa, en sabroso juego de palabras: I’m seventy four years young, en lugar del correcto: years old porque el idioma que les fue impuesto a los trasterrados africanos y con el cual fundaron el blues, está equivocado: hola, soy 74 años viejo, dicen los anglos, mientras los hombres del blues: qué onda, soy 74 años joven.

Por eso tituló así su nuevo disco: Living proof. Buddy Guy es una prueba de vida, una confirmación de lo viviente, lo latente siempre activo. Soy una prueba viviente, canta Buddy Guy, y el planeta tiembla de alegría porque, Prometeo magnífico, este héroe porta en su guitarra la llama prometeica.

Narra, mientras arranca de su guitarra alaridos de sirena homérica, su odisea el olímpico moreno Guy: soy 74 años joven/ no hay nada que no haya hecho ya/ he sido perro, he sido gato/ cacé algunas colas sin dejar rastros/ y a mi edad sé muy bien cómo estar bien chido/ sé lo que toda mujer necesita/ las respeto y las trato como el caballero que soy/ y ellas regresan noche a noche.

Y hace gemir entonces gentilmente a su guitarra. Riffs paradisiacos, electrizante, voltaico, poderoso flujo de energía nos eleva en aludes metálicos de notas en masa, cascadas de iones, columnas de luz que se elevan cual cámara lenta pero en realidad viajan a la velocidad de la luz, auras de luciérnagas al mediodía.

Es el dulce, eternamente dulce y poderoso blues, blús, bluuussssss.

Una docena de piezas magistrales se entrelazan en juego de abalorios, dos de ellas en amorosa complicidad con sus amigos: Stay around a little longer (track 4), por ejemplo, es un coloquio de filósofos entre la sapiencia dionisiaca de Buddy Guy y la sabiduría socrática de B.B. King, maese de maeses. La moderadora del coloquio se llama Lucille, la guitarra del nonagenario leyenda, el Bebé King.

El otro diálogo lo sostiene con su camarada Carlos Santana: Where the blues begins (track 7), y todo el disco es una cátedra maestra del mejor blues que se ha registrado en mucho tiempo en formato disco (el dúo con B.B. King, por cierto, se puede disfrutar en YouTube, al igual que viejas colaboraciones entre Buddy Guy y Carlos Santana), una pulsión vital que anima magma y esmegma, despierta volcanes, conecta cables gruesos con wattajes monumentales entre el sístole y el diástole, el suspiro y el grito, el gemir y el alarido, una chispa celestial que incendia el vasto territorio, divino y al mismo tiempo carnal, que mantiene encendido el tramo interminable y al mismo tiempo fugitivo, vita brevis, espacio corto y al mismo tiempo eterno: el tramo que palpita entre el aquí y el ahora.

Dulce pálpito: blues, blús, bluuussss.

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