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Bajo la Lupa

Egipto: revolución inconclusa y ascenso de los Hermanos Musulmanes

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Un manifestante devuelve una granada de gas lacrimógeno a policías antimotines, durante los disturbios ocurridos ayer en la plaza Tahrir, en la capital egipciaFoto Reuters
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ara los puristas conocedores de la Revolución Francesa la revolución de las pirámides en Egipto, gestada por los jóvenes desempleados y hambrientos, quedó inconclusa; para otros, más puristas, fue brutalmente amputada por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), que secuestró la energía volcánica de la milenaria nación egipcia, extasiada por el aroma de jazmín proveniente de Túnez.

Seremos un tanto menos puristas y optaremos por una hermenéutica más flexible de las revoluciones ciudadanas del siglo XXI –222 años después de la paradigmática Revolución Francesa– por lo que permisivamente podríamos catalogar la hazaña de los jóvenes egipcios, quienes derrocaron inverosímilmente al sátrapa Hosni Mubarak, como la primera revolución de las pirámides que no cambió al régimen propiamente dicho y derivó en la instalación en la cúpula del poder de la casta militar del CSFA, cuyo jerarca es el polémico mariscal Muhamed Hussein Tantawi Soliman (76 años), proveniente del ancien régime, quien, más allá del vulgar gatopardismo –si por sus actos los juzgareis–, deseaba, primero, controlar los daños, y segundo, operar una cosmética transición seudodemocrática con la tácita bendición de EU, que le otorga una ayuda militar anual de mil 300 millones de dólares.

Interesante: el CSFA secuestró la primera revolución de las pirámides y EU, mediante su ayuda militar de profundidad estratégica, tiene raptada a la élite castrense egipcia.

Lo que pudiéramos también llamar en forma heterodoxa la segunda revolución egipcia, como continuación de la primera inconclusa, está siendo desplegada esta vez por los poderosos Hermanos Musulmanes, quienes han permeado su omnipotencia en los cuatro rincones de los 22 países de la Liga Árabe y han chocado masivamente con las fuerzas armadas en la legendaria plaza Tahrir, lo cual ha obligado al CSFA a echar reversa notable.

Desde el derrocamiento en 1952 de la monarquía egipcia (la dupla Faruk/Fuad II, marionetas putrefactas de los británicos), la casta militar gobierna ininterrumpidamente 59 años: Neguib, Nasser, Sadat, Mubarak y Tantawi.

Hay de militares a militares y, dígase lo que se diga, la casta castrense goza(ba) de enorme prestigio en el país del Nilo debido a su descolonización, panarabismo y resistencia frente al irredentismo israelí, que luego claudicó mediocremente en la fase terminal de Mubarak.

Si en la primera revolución de las pirámides estuvieron un tanto distantes, para no decir ausentes, en la segunda revoluciónla revolución dentro de la revolución– los Hermanos Musulmanes han irrumpido espectacularmente tras un ostracismo de 83 años (en la fase del sultán luego rey Fuad I) y están a punto de adueñarse de las correas de transmisión del poder en las próximas elecciones parlamentarias, que no pudieron ser suspendidas por el CSFA con el fin de eternizarse en el poder (tesis errónea de los alemanes del portal Der Spiegel).

Hoy se encuentra en juego el choque de las bayonetas sin leyes y la sharia, la aplicación omnímoda de la respetable ley islámica que tendrá que lidiar con la posmodernidad: la reverencia a los derechos humanos básicos y a los derechos de las minorías, como es el caso singular de los cristianos coptos (10 por ciento de la población total de 85 millones, quienes representan prácticamente 25 por ciento de todo el mundo árabe), perseguidos, ultrajados y usados como chivos expiatorios por la perversidad sectaria de Mubarak.

La colisión de la segunda revolución es mayúscula y marcará, a mi juicio, el nuevo orden del mundo árabe debido al simbolismo multidimensional de Egipto: primera potencia cultural, primera población y primera potencia militar del mundo árabe (décimo lugar mundial).

David Kirkpatrick y Alan Cowell, de The New York Times (22/11/11), reseñan el acuerdo del CSFA y los Hermanos Musulmanes –con la ausencia notable del liberal (en la perspectiva árabe, no occidentaloide) y candidato presidencial Muhamed El Baradei, anterior director de la AIEA, y el boicot del resto de los partidos políticos– para acelerar la transición a un gobierno civil, acordar una nueva Constitución y una elección presidencial a más tardar el próximo junio, así como un nuevo gabinete civil encabezado por un primer ministro tecnócrata (¡supersic!).

Siempre sí se celebran las elecciones parlamentarias, donde se da por descontado el triunfo de los Hermanos Musulmanes, mientras “el gobierno civil (sic) seguirá reportando a los militares –continuación efectiva de lo que representa una ley marcial con ropa civil– hasta el próximo junio”.

¿Cómo reaccionarán los hacedores de la primera revolución ante el doble secuestro de su histórica revolución inconclusa y luego raptada y violada, primero por el CSFA (y a la distancia, EU) y, en segundo término por los Hermanos Musulmanes?

A juicio de Scott Shane, del NYT (20/11/11), lo que suceda en Egipto sentará un precedente influyente para los pequeños (sic) países en la región, determinará si la rama del Islam de los Hermanos Musulmanes es compatible con la democracia y decidirá el futuro de las relaciones con Israel. No hay que perder el tiempo: las relaciones con Israel, en la fase aciaga de la dupla Netanyahu-Lieberman, están irreversiblemente dañadas, tanto con los hacedores de la primera como de la segunda revolución de Egipto, y el tema nodal se centra en la metamorfosis evolutiva de una cofradía religiosa (los Hermanos Musulmanes) desde sus orígenes, hace 83 años, hasta una evolución posmodernista de acuerdo con los cánones del Islam y no de los cañones de la falsa democracia occidentaloide que constituye una vulgar plutocracia en última instancia.

Shane da cabida a una amenaza subliminal de dos expertos de EU miembros del Grupo de Trabajo sobre Egipto, con oídos muy receptivos en la Casa Blanca, quienes, un día antes de lo que hemos denominado la segunda revolución, solicitaron al gobierno de Obama requerir de los militares egipcios que suelten su control del poder como condición (¡supersic!) para continuar la ayuda militar estadunidense, ahora de mil 300 millones de dólares al año, casi la cuarta parte del presupuesto militar de Egipto.

La amenaza del Grupo de Trabajo de EU es ominosa: El epílogo de la revolución permanece empantanado en la duda y no queda claro si el CSFA desea verdaderamente (sic) soltar las riendas del poder, ya que sus militares han pospuesto cancelar el estado de emergencia y protegen los privilegios atrincherados de sus oficiales.

¿Juega EU tras bambalinas a ceder el poder a los Hermanos Musulmanes?

En la conclusión de mi reciente libro Las revoluciones árabes en curso: el detonador alimentario global (Orfila Editores), a presentar en la FIL de Guadalajara el 3 de diciembre, aludo a la tendencia irreversible del auge de los Hermanos Musulmanes.

En otra ocasión abordaré la tesis geopolítica del investigador francés Thierry Meyssan, director del portal Réseau Voltaire, de cómo EU y Gran Bretaña manipulan el ascenso de los Hermanos Musulmanes en el mundo árabe para redireccionar las revoluciones.