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Bob Wilson dirige la ópera que se escenifica en el Teatro Real de Madrid

Montan obra poética, más que biográfica sobre Abramovic

Es una propuesta multidisciplinaria en la que también participan el cantante Antony y el actor William Dafoe

Soy material y nada más, dice la icono del performance nacida en Belgrado

Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 15 de abril de 2012, p. 2

Madrid, 13 de abril. La vida y la muerte de Marina Abramovic es, según sus creadores, una ópera en el significado original y más amplio del género. Es un espectáculo multidisciplinario que reclama del espectador todos sus sentidos y en el que se entremezclan poesía desgarrada, episodios biográficos intensos y severos, así como la genialidad de una serie de artistas que crearon esta obra que se presentó en el Teatro Real de Madrid.

Los nombres de los creadores de esta pieza coral habla de la envergadura del proyecto: la artista yugoslava Marina Abramovic, el director de escena Bob Wilson, el compositor y cantante Antony y el actor William Dafoe.

La ópera se vio por primera vez en Madrid, la segunda ciudad europea después del estreno en Londres, el año pasado, en una coproducción del Manchester International Festival y el Teatro Real.

Es una obra coral, que al mismo tiempo supone la ruptura con el clasicismo en el mundo de la ópera: el compositor es un creador de música folk sin la menor preparación académica, no hay orquesta, el coro es un grupo de música popular de Belgrado, el narrador-actor-cantante que lleva sobre sus hombros el hilo conductor de la obra es un actor, Dafoe, quien encarna a cuatro personajes. Además de que la música, al menos una parte, está grabada y las secuencias no cuentan una historia al uso, sino un festín de emociones y vivencias.

La vida y la muerte de Marina Abramovic es, sin duda, uno de los acontecimientos culturales más relevantes de Europa. En el espectáculo se conjuga con genial maestría la transgresión desgarrada y tortuosa de una de las artistas contemporáneas que más ha influido en la segunda mitad del siglo XX, Marina Abramovic, creadora de videoinstalaciones y fotografías, además de una de las realizadoras más extremas de performance.

La artista nacida en Belgrado entregó a Bob Wilson, uno de los directores de escena más revolucionarios y rupturistas, una serie de textos sobre su vida, en los que narra su tortuosa infancia en una familia repleta de patologías y rencores, un país en decadencia y un régimen totalitario, así como el desamor, el abismo del vacío, las migrañas interminables y la atracción por el suicidio.

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Escena de la ópera La vida y la muerte de Marina Abramovic que, con localidades agotadas, realiza temporada en la capital españolaFoto Teatro Real/ Javier del Real

Al proyecto se sumaron el genial compositor y cantante Antony, elevado a figura totémica por su voz inigualable y sus letras melancólicas y dolientes. Y finalmente se sumó otra pieza esencial, el actor William Dafoe, quien despliega toda su maestría en un papel con múltiples registros y de enorme complejidad.

Marcada por tres ciudades

Bob Wilson, acostumbrado a romper moldes y a recibir coléricos reproches de los espectadores más ortodoxos, explicó que La vida y la muerte de Marina Abramovic es una ópera en la definición más pura y originaria del género, pues la ópera no sólo es escuchar, sino también ver. En ella utilizamos todos los sentidos, así que ésta es una obra poética, no una mera biografía. Es algo creado para el escenario con mi propio lenguaje.

Wilson lamentó el ensimismamiento de los centros clásicos de la ópera, como Nueva York, donde viven un poco al margen de la creación contemporánea y de lo que ocurre en el mundo y en el ámbito del arte. Las mejores óperas de los años recientes las hemos visto con Bruce Springsteen o los Rolling Stones en el Madison Square Garden. O con los músicos de nuestro tiempo, como Antony, que son quienes tienen que crear óperas contemporáneas como ésta.

Abramovic, el motor del proyecto, quería filmar su propio funeral y hacerlo en las tres ciudades que la han marcado a lo largo de su vida: Belgrado, donde nació; Ámsterdam, donde vive, y Nueva York, donde triunfó artísticamente y vive una parte del año.

“Cada vez que hago una biografía parto del mismo principio: renunciar por completo al control. Así, al entregar el material a un director, él puede en cierto modo reordenar mi vida. Puede desembocar en un relato cronológico o no –eso carece de importancia. Yo soy material y nada más. No aporto nada, pero lo que ocurre es que cada vez mi vida se vuelve nueva para mí”, explicó la artista.

La ópera, que tendrá 10 funciones en el Teatro Real, con localidades agotadas desde hace varios días, después viajará a Ámsterdam y Barcelona.