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Los otros migrantes
Impulsa comunidad LGBT nuevo boom de asilo en EU

El año pasado se disparó a 5 mil el número de peticiones: Víctor Clark Alfaro

Transgéneros, con mayores posibilidades, por la feroz homofobia en México

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Vestirse de mujer, el delito por el cual las personas trans son acosados por la policíaFoto Sanjuana Martínez
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Las historias de la comunidad LGBT coinciden en la lucha contra una arraigada homofobiaFoto Sanjuana Martínez
 
Periódico La Jornada
Domingo 24 de junio de 2012, p. 2

Tijuana, BC, 23 de junio. Desde niño, Bárbara Brandy Lemus Pérez supo que sería mujer. Aprendió a sobrevivir a burlas, agresiones de todo tipo, violaciones y acoso. A los 18 años dejó su apariencia masculina para convertirse en una adolescente con peluca, minifalda y tacones. A partir de entonces, todo en su vida fueron desgracias marcadas por la transfobia, por eso a sus 31 años está decidida a pedir asilo en Estados Unidos por motivos de orientación sexual.

En años recientes, cientos de transgéneros, homosexuales, travestis y lesbianas han obtenido refugio en el vecino país. El año pasado las peticiones de asilo en general sumaron más de 5 mil, muchas de las cuales fueron otorgadas por orientación sexual debido a que México es el segundo país con mayor número de asesinatos contra la comunidad LGBT, con 98 por ciento de impunidad.

“De esas 5 mil peticiones, un número importante de transgéneros, no sabemos cuantos, están solicitando asilo en Estados Unidos y descubren que tienen la posibilidad de obtenerlo. A la mayoría se les concede; más casos por orientación sexual, que por la violencia de la narcoguerra. Vivimos una especie de efecto llamada”, dice Víctor Clark Alfaro, de la Comisión Binacional de Derechos Humanos (CBDH), quien participa como testigo experto en los tribunales estadunidenses declarando en favor de la comunidad LGBT.

Desde Los Ángeles, California, Paola, transgénero de 30 años, en trámites de asilo, cuenta que hace unos meses se cruzó por el cerro con un pollero que le cobró 2 mil dólares y camino durante varios días continuos buscando el sueño americano: Prefería morirme en el intento que seguir viviendo allá, donde sufrí muchísimo, los policías me dañaron. Siempre me detenían porque iba vestida de mujer, me metían a la cárcel, me golpeaban, me obligaban a hacerles sexo oral para que me liberaran; me desnudaban, me quitaban la ropa interior, me dejaban desnuda y me metían en una celda donde había puros hombres que se burlaban de mi y me manoseaban... eso era siempre, siempre. Era mucho sufrimiento, horrible, horrible... quería huir.

Vivir en Hollywood

Brenda Brandy Lemus Pérez ha tenido varias ocupaciones: maquillista, estilista, bailarina, trabajadora sexual y lo que más le gusta: drag queen. En el escenario le encanta personificar a Yuri y a Paulina Rubio. Pero especialmente admira a dos mujeres que son sus heroínas, una de ficción, la Mujer Maravilla, y la otra una actriz-mito, Marilyn Monroe. “Siempre me visto como ella y tengo su libro, una enciclopedia con sus fotografías que me costó carísima. Me dedico a dar shows, soy su doble. Me transformo”.

Es sumamente femenina, dice que creció como niño al lado de su madre y que nunca tuvo un padre. Quiso ser abogada, pero no encontró las condiciones ni siquiera para terminar su educación básica. Actualmente estudia la primaria abierta en horario nocturno. A los 18 años decidió dejarlo todo y vivir por su cuenta: Intenté estudiar teatro. Quise trabajar de extra en Tv Azteca, pero cuando me preguntaron que si era gay, les dije que sí y me cerraron las puertas. En el día era hombre, pero en la noche me transformaba.

Vivía en Pantitlán y un día su casero le dijo: Te hemos visto en la noche y todos los vecinos dicen que te ves súper bien. ¿Por qué no te quedas siempre así? En ese momento, me decidí y cambié mi apariencia para vivir las 24 horas como mujer. Me dejé crecer el cabello, pero el cambio repentino de mi apariencia me impidió muchas cosas: volver a ver a mi familia y rescatar mi origen. Dejé todo. Y empecé a vivir la discriminación.

En el 2007 fue detenida y estuvo en el Reclusorio Norte acusada falsamente de robar tarjetas de teléfono de una tienda Oxxo. Cuenta que al dependiente no le gustó su apariencia. Vestía minifalda, y blusa ceñida con unos zapatos dorados marca Jennifer López: “Las zapatillas más caras que he tenido en mi vida, súper preciosas, me costaron más de 3 mil pesos. Pedí la tarjeta, pagué con un billete de 200 pesos, me dieron el cambio y se me olvidó la tarjeta en el mostrador. Fui a reclamarla y no me la querían dar. Eso bastó para que el encargado me dijera: ‘ustedes siempre con sus mamadas’ Me empujó, me tiro al suelo y le habló a la policía”.

Nadie la defendió, ni la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, donde acudió solicitando apoyo. Me cortaron el cabello, fue lo que másas me dolió. Cuando salí ya no quería vivir. Yo he conocido la maldad de la gente, dice. Por eso quiero irme de México, me gustaría sentirme libre. En Estados Unidos es diferente, dicen que la policía te respeta.

Su sueño es vivir en Hollywood o por lo menos en Los Ángeles y está decidida a buscar la tierra prometida, ese lugar donde sus amigas le han dicho que los gays son felices y nadie los molesta. Por eso, desde hace año y medio decidió dejar el Distrito Federal y venirse a vivir a esta ciudad fronteriza, para buscar la forma de pasar al otro lado.

Siempre ha sufrido el acoso policial, pero la primera vez que la violaron fue en esta ciudad: “Yo siempre había tenido sexo con todos, hasta con sacerdotes, muchos sacerdotes, de hecho viví en casa de uno de ellos, pero cuando llegue a la zona de tolerancia de Tijuana andaba muy alegre distrayendome con todo, entonces me detuvo un policía, sin decirme nada, me agarró y me esposó. Yo le dije: ¿cuál es mi delito? Y me dijo: ‘andas vestido de mujer y trabajando’. Fue homofobia. Y me llevó a la cárcel”.

Las cremas y maquillajes que vende no le dan para vivir: algunos días trabaja en la zona de tolerancia, especialmente en las esquinas de Mutualismo y la Calle Segunda. Por cada servicio cobra 200 pesos. Le gusta vestirse con mallones cien por ciento pegados y blusas ajustadas, topsitos de chica sexy. El día que más he ganado en mi vida fue hace unos meses cuando un mexicano que andaba drogado al terminar me dijo: ¿cuánto es?... yo le dije 200 y creyó que eran 200 dólares y después, como me quedé más rato con él, me dio 350 dólares.... jajajaja.

Últimamente no hay buena suerte: “Con el sexo me ayudo, de aquí a que me caiga un trabajo de maquillista está difícil. Anoche no hice nada. Aquí es muy mal pagado. En la ciudad de México, en la Zona Rosa, cobraba 700 pesos, aparte el hotel, aparte me compraban condones, lubricante, que se yo... Aquí muchas muchachas se van hasta por 50 pesos con tal de tener para comprar globo, ice o crystal”.

Bárbara Brandy ha denunciado a los policías acosadores, pero tiene miedo que la asesinen. Le urge un pasaporte, porque dice que no tiene dinero para pagarle al pollero: ¿Cómo me puedo cruzar? No hay manera. Ojalá alguien me quisiera ayudar. Yo quisiera quedarme aquí, que existiera la Mujer Maravilla en mi y cambiar México, te lo juro. Quisiera hacer el Centro Cultural de la Diversidad Sexual, pero no puedo porque estoy en el buró de crédito.

Abuso y hostigamiento

Bárbara Brandy acudió a solicitar ayuda al Centro Binacional de Derechos Humanos dirigido por Víctor Clark Alfaro, un hombre comprometido con la causa de los grupos vulnerables: migrantes, comunidad LGTB, trabajadoras sexuales: De los trangéneros que defendemos la mayoría está en la zona de tolerancia y padecen el mismo cuento de nunca acabar: acoso, hostigamiento y abuso de los policías que no conocen las leyes, muchos creen que estar vestidos de mujeres es un delito y no quieren que caminen fuera de la zona de tolerancia; o por no traer su tarjeta de salud... no son los policías quienes deben de pedir la tarjeta, sino los inspectores de servicios médicos municipales.

Y explica el procedimiento utilizado para solicitar asilo en Estados Unidos: “Tienen que cruzar con pollero o por su cuenta. Al llegar al puerto de entrada, le dicen al oficial: Soy homosexual, quiero pedir asilo. Los pasan a un interrogatorio y luego a un centro de detención mientras se da todo el proceso. Y después pueden salir bajo fianza. Pueden estar presos desde un par de semanas, hasta un año y medio. Es el riesgo”.

Comenta que los costos de los polleros se han disparado: de 2 mil a 4 mil dólares por la línea, es decir, por el puerto de entrada encajuelado o en el motor, y de 10 a 12 mil dólares a pie. Cada mes y medio he sido testigo experto en los juicios de asilo de transexules y en todos los casos se les ha concedido. “Está justificado, porque en México hay un ideal cultural de la hipermasculinidad que es el machismo. La Iglesia católica ha dañado mucho y ha provocado que se fomente la cultura de la homofobia. Sufren muchísimo. El último trans asesinado la mataron a golpes: no pasa nada, la autoridad dice que fue pasional y no investiga”.

Cruzar la frontera significa cambiar de vida y Paola está convencida que en México nunca iba a encontrar la libertad y la paz que descubrió en Estados Unidos: Yo desde los 5 años sabía lo que era, peleaba con mis hermanas para quitarles las muñecas y darles mis carros... En México hay mucha gente ignorante. Me sentía atado; aquí soy libre, no estoy con el temor de que me vayan agarrar y golpear, no me faltan al respeto. Soy muy feliz. Lo único que me falta son los papeles.