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Soledad, estrés y clientes raros
 
Periódico La Jornada
Jueves 19 de julio de 2012, p. a48

El trabajo sexual, dicen quienes lo ejercen, es una actividad donde el estrés, la soledad o el ritmo de vida agitado son aspectos difíciles de manejar, y muchas veces dejan su huella.

Mucha gente piensa que eres su esclavo, no entienden que sólo está pagando tu tiempo. A veces eso hace difícil tener una erección al 100 por ciento, por eso debes sabes dónde tocarte, dice Robert, quien atiende lo mismo a chavitas guapísimas de 20 años, con ganas de echar desmadre, que a sexagenarias en busca del orgasmo que nunca experimentaron en su matrimonio.

En esta chamba, dice, hay que tener el temple suficiente para atender a gente drogada o con padecimientos mentales, o incluso a quienes canalizan su excitación de manera violenta o excéntrica. Y siempre, siempre, poner buena cara.

Felipe, por su parte, apunta que una de las partes más difíciles de ser escort es pagar la cuota de soledad necesaria para trabajar sin ataduras. Por eso no tiene pareja, y su familia no sabe cuál es su modus vivendi.

Quien diga que en este trabajo todo es pasársela bien está mintiendo. Siempre llegas a un punto de depresión. Te sientes vacío porque siempre tienes que estar solo, y empiezas a recibir la carga de las mujeres golpeadas, insatisfechas, que sufren abuso o no han sido tocadas en cinco años.

A pesar de que el mundo del sexoservicio le ha dejado recuerdos sórdidos, sigue pensando que si todo tuviera un orden lógico y legal, esta actividad serviría para hacer feliz a la gente. Malo es robar, matar o vender drogas.

Felipe sabe que algún día se va a retirar, pero mientras ese momento llega, y entre un servicio y otro, sigue cultivando el sueño grande de montar su propio despacho de arquitectura, tener un ingreso fijo y acabar con esta vida. Saber que tanto lo bueno como lo malo valió la pena.