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El latido cordial de la guitarra que pulsa Paco de Lucía
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Periódico La Jornada
Sábado 3 de noviembre de 2012, p. a16

Intensidad de intensidades.

Todo hierve, todo gime, todo sangra en hemoglobina de fuego y de quejío, en glucosa amarga, acidulada. Todo canta en seis cuerdas de guitarra.

Sentado en la soledad oscura, un hombre lanza, saetea flores de aire que se clavan en el viento. Las extrae –es plúmbeo y oro el colorido de esas flores númenes– de un instrumento que tienen las mismas caderas, los mismos enormes ojos negros de una gitana, manos en jarras, plantada a media plaza en una tarde de Sevilla.

Es Paco de Lucía el sedente. Francisco, hijo de Lucía.

Abraza esas caderas, las abrasa.

Las voces que viven en el aire son primero seis, cada una en una cuerda y todas esas cuerdas, una a una hasta contar media docena en su total canoro, ciñen en metálico corpiño el torso, el vientre, la cabellera fluvial de lo que suena: la guitarra de Paco de Lucía.

Rito, embrujo, encantamiento.

Escucharlo en vivo es acompasar la danza ritual del fuego. Uno puede apagar la luz en casa y prender la epidermis, el estéreo y las entendederas, porque el nuevo disco de Paco de Lucía es la mismísima hostia. Joer.

PacoDeLucía En Vivo. Conciertos. Live in Spain 2010 se titula este álbum doble producido por el propio artista, quien en el cuadernillo interior del disco explica que ya echaba de menos hacer un disco en directo. Una grabación en vivo es un lujo, puedes sentir la respiración de los músicos que están a tu lado, es espontáneo, te lo pasas bien.

Uno como escucha lamenta que incluyan los momentos (lógicos) de aplausos y vítores, que a muchos dan idea de cómo estuvo aquello, pero en las bocinas no deja de ser muy intrusiva tal acción contra la concentración en la música. Hay quienes gustan de escuchar aplausos luego de la música; una solución salomónica sería que la grabación ya contenga un delay, para que a quienes no nos gusta oír aplausos en los discos no tengamos que correr a bajar el volumen. En contraste, uno tiene frente a sí algo más que la música en vivo: la música, viva.

Paco de Lucía también tiene quejas y celebraciones: a veces hay fallos, pero te encuentras en un estado de excitación en el que la adrenalina te ayuda a encontrar soluciones, casi siempre sorpresivas y que a veces superan la composición original. La energía que se crea en el escenario nunca se conseguiría en un estudio de grabación. Allí te puedes acercar a la perfección, pero el alma de la música es más probable que aparezca en un directo.

Estos dos flamantes discos aparecen siete años después del álbum de Paco de Lucía, Cositas buenas, grabado en un estudio. La novedad, en coherencia con las palabras de este guitarrista genial, es que tenemos ahora la energía volcánica de los conciertos lista para estallar en los altavoces en su cadencia vibrátil, su candente vibrato, la tersura de crines de caballos purasangre volando con el viento y sonando como solamente suenan las grullas en los sueños: un sonar de aves serenas, ardiendo por dentro con una sonrisa quieta en apariencia porque fluye como el sonar de un arroyuelo en espiral, justo en los hoyuelos de esa gitana plantada a media plaza una tarde de Sevilla, esa meca del imaginario que irradia el flamenco a la humanidad entera.

Olé, olé y olé. Y sigue oliendo.

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