Opinión
Ver día anteriorLunes 7 de enero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Andanzas

Amalia y folclor

Foto
Ballet Folclórico de Amalia Hernández durante una de sus presentaciones en el Festival Internacional Cervantino de 2004Foto María Meléndrez Parada
A

ctualmente se celebran 60 años de lo que fue aquel grupito de bailarines, unas seis personas, que constituíamos la médula de lo que con el tiempo llegó a ser el monumental Ballet Folclórico de Amalia Hernández, bien expresado, porque siempre fue más de Amalia que de México. Fue ella quien transformó danzas, vestuario y colores, en uno de los espectáculos más exitosos y llamativos del show business mundial. Hija del general Lamberto Hernández, por un tiempo regente de la ciudad de México, se inició en el ballet aquí en el Distrito Federal con Madame Nelsy Dambré y el maestro Zybin, de origen ruso y arraigado en este país, quien dio más campo en el folclor que en la intensa disciplina corporal requerida por la danza clásica.

Amalia Hernández fue parte de aquel grupo que formó la inolvidable Waldeen en los años 40, llamado Ballet Moderno de México, quien proveniente de Estados Unidos comprendió el potencial estético, emocional y social de un país prodigioso, en el que decidió vivir.

Heredera de diversas corrientes de la danza en Estados Unidos, Waldeen encontró en el sabor del pueblo mexicano formidables elementos que sintetizó en el cuerpo de una danza mexicana de raíz, de la cual expresó claramente su riqueza y fuerza extraordinarias, así como la eterna tragedia de los indígenas y la sociedad nacional en su famoso ballet La coronela, de 1942.

Ya la ilustre Nellie Campobello, talentosa e incomprendida, había puesto el dedo en el renglón de una vigorosa mexicanidad en la danza que gritaba a voces desde la pintura, la música, la literatura y el folclor, la necesidad de crear una verdadera danza mexicana, a partir de la fusión del ballet con otras disciplinas.

Sin embargo, fue Waldeen, talentosa y triunfadora, quien cautivó al público de Bellas Artes con el estreno de La coronela, libro abierto de un mensaje dancístico que no se había logrado con tal precisión y fuerza en la escena nacional. Fue revivir la epopeya de las cananas, rebozos, fusiles, faldas y sombreros de la Revolución, bailada por Dina Torregrosa magistralmente, según contaba Waldeen.

Participaron entonces, como parte del Ballet de Waldeen, además de Torregrosa, Amalia Hernández, Guillermina Bravo, Chepina Lavalle, Edmee de Moya, José y Ricardo Silva y algunos otros cuyos nombres por el momento no recuerdo. Coronela, indios, desheredados, curas, damiselas emperifolladas, soldados y pelados plasmaron para siempre en la escena la figura combativa de la mujer mexicana. La coronela, valiente y brava, símbolo de una nación lastimada por el abuso y el maltrato a personas humildes, a trabajadores y campesinos ya inmortalizados en la litografía nacional, interpretada por una de las principales figuras del ballet de doña Amalia en la parte de la revolución, pues todo lo demás es siempre alegría interminable, toda el alma de una nación rodando por escena colmando el placer amorfo de turistas hasta el paroxismo.

Es bueno que dicha agrupación se llame ahora Ballet Folclórico de Amalia Hernández, porque en realidad es todo de ella: danzas, vestuarios, cantos y música, transformados para tal vez hacerlos olvidar las verdades de esta nación y divertir al público. Nada de tragedias ni sombras amenazadoras, todos los indios, el pueblo, es bello, sonriente y muy contento per sacula saculorum.

Con todo, la obra es inmensa, el trabajo y la disciplina que implantó Amalia fueron duros, pero los bailarines aprendieron a reír dos horas seguidas y a cambiarse de ropa en medio minuto, pues el que no lo hacía, era multado. En 60 años, con el apoyo continuo de los poderosos, pues Amalia perteneció toda su vida a la elite. Los grupos folclóricos del país palidecen ante tal estruendo, o han copiado poco a poco las aberraciones de un diseño esplendorosamente hollywodense que atrae a la gente.

De todas formas el Ballet Folclórico de Amalia Hernández cada día parece ser más fuerte y está en todas partes gracias a una mercadotecnia perfectamente calculada y planeada acorde con los lineamientos del mundo globalizado y sintetizado, que da trabajo a cientos de bailarines, a los que habría que preguntar cuánto ganan, cuánto trabajan y cómo se llaman, pues jamás aparece el nombre de nadie.

Así, pues, larga vida a una de las joyas nacionales. Todavía falta el gran momento que esperamos todos los mexicanos: saber hasta dónde va a llegar esta amnesia, fumarola embriagada de success y felicidad en medio de la carnicería de nuestra realidad y el desplome de tanta muerte inútil, mentira tras mentira, tomadas de pelo e injusticias a borbotones. Viva el cinismo nacional; somos un gran potencial turístico. México lindo y querido.