Opinión
Ver día anteriorDomingo 10 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El Caballito
¿S

e han preguntado porque en el siglo XVIII se colocó una escultura ecuestre representando al inepto Carlos IV en medio del Zócalo? Resulta que con motivo de la proclamación del monarca en 1788 como nuevo rey de España, el arquitecto Ignacio Castera propuso construir dos estatuas ecuestres en honor tanto del nuevo rey Carlos IV, como de su antecesor Carlos III. La falta de recursos sólo permitió que se construyera la primera. En tanto se juntaban los fondos para una escultura de bronce, se mandó realizar una talla en madera que por la fragilidad del material poco duró.

En 1794 llegó a la Nueva España el virrey marqués de Branciforte, quien tenía fama de corrupto; buscando la simpatía del monarca le solicitó autorización para levantar en el centro de la Plaza Mayor una escultura ecuestre en bronce de la efigie real, para substituir la anterior de madera ya inexistente.

Se contrató al arquitecto y escultor Manuel Tolsá y con el objeto de conseguir el dinero para financiar la obra que costaría 18 mil 700 pesos, Branciforte ordenó organizar corridas de toros llegándose a juntar más de 50 mil pesos, de los que se apropió una buena parte. Ya con los fondos, se iniciaron los trabajos en 1796 y surgió el problema de no poder reunir los 600 quintales de metal que se necesitaban para la fundición. El escultor se vio forzado a suspender los trabajos y buscar una solución alterna; recordando la estatua de madera mandó esculpir una pieza provisional tallada en ese material. En diciembre de 1796, en la fecha deI santo de la reina María Luisa, se develó la estatua realizada de madera y estuco recubierta con hojas de oro. Branciforte nunca pudo ver la estatua de bronce, ya que fue regresado a España en 1798 en medio de acusaciones de corrupción.

Tres años tuvo que esperar Tolsá para que se lograra reunir todo el metal que requería la fundición de la colosal escultura. Mientras tanto realizó el esculpido de la pieza definitiva utilizando como modelo un brioso caballo llamado El Tambor, que pertenecía al marqués de Jaral de Berrio.

Cuando quedó listo el inmenso molde, el 2 de agosto de 1802, se encendieron dos grandes hornos de carbón, el molde se recalentó para vaciar la cera del interior y a las 6 de la tarde inició el vaciado del metal; 15 minutos más tarde había concluido la hazaña. Era la escultura de una sola pieza más grande que se había fundido nunca en tierras americanas. Cinco días esperó impaciente Tolsá para que se enfriara el molde: el vaciado era un éxito ya que el bronce lo había llenado en su totalidad. Se practicó un orificio en la grupa para extraer el sobrante y se cuenta que por ahí penetraron 25 hombres para probar la magnitud de la obra. Esta prueba hizo que una época el pueblo le llamara el caballito de Troya que finalmente terminó simplemente en El Caballito. Fue colocada en 1803 y permaneció en ese sitio hasta el año de 1823. Representa a Carlos IV ataviado como emperador romano, montado en un apuesto caballo en marcha. Hay perfecta armonía y equilibrio entre el animal y el jinete. Se le considera una de las estatuas ecuestres más bellas y bien logradas del mundo.

Poco se conoce, ya que no se alcanza a ver, que la pata trasera derecha esta pisando un carcaj, recipiente para flechas que era uno de los símbolos del imperio mexica. Originalmente había también un águila que esculpió Tolsá a un lado del carcaj. Gracias al arquéologo Leonardo López Lujan, nos enteramos de que después de la Independencia, el águila fue destruida a golpe de martillo, lo que no pudo hacerse con el carcaj debido a que éste se encontraba en uno de los puntos de apoyo del caballo.

En otra ocasión hablaremos de todas las cabalgatas que El Caballito emprendió por la ciudad. Como ya empieza a anocher, el frío nos lleva al cercano Café de Tacuba a merendar unos ricos pambazos con un lechero, o sea un café con leche en vaso, servido con habilidad por las meseras de muchos ayeres.