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Aprender a morir

Vitalismo y realidades

C

ambian los nombres, no las ideas. El entonces arzobispo de Buenos Aires afirmó en 2007: En Argentina se vive una cultura del descarte por la que se aplica la pena de muerte mediante el aborto y la eutanasia de ancianos mediante el abandono. Esta cultura es como una nueva ilustración que se expresa en un progresismo ahistórico, sin raíces y en un terrorismo demográfico (sic).

“En Argentina –proseguía con giros locales y anhelos fraternales el hoy papa Francisco– hay eutanasia encubierta. Las obras sociales pagan hasta cierto límite; si te pasás, morite, total sos viejo. Hoy se descarta a los viejos cuando, en realidad, son la sede de la sabiduría del pueblo”, no sin antes lamentar la cotidianidad de la prostitución infantil en ciertos ámbitos, incluso como parte de los servicios de algunos hoteles.

Al referirse al caso de una joven con discapacidad que había sido violada, y a la que con toda razón se le practicó un aborto, el prelado bonaerense censuraba la medida y advertía: Seamos conscientes de que con eufemismos no podemos tapar la cultura del descarte. El aborto, el uso de preservativos o las uniones civiles de homosexuales no entran en el eje fundamental del derecho a la vida por el que clama la Iglesia, que consiste en dejar vivir y no matar; dejar crecer, alimentar, educar, curar y dejar morir con dignidad, no interferir manipuladoramente. Pero ya tendrá tiempo el nuevo pontífice de enterarse de la eutanasia encubierta a nivel mundial, por el empecinamiento de una minoría y la ignorancia y temor de la mayoría, sin una legislación que respalde su derecho a morir responsable y dignamente, no sólo cuando Dios quiera, como aún se dice.

Concluyó en el Distrito Federal el mes del descuento de 30 por ciento en la emisión del documento de voluntad anticipada para fomentar en la ciudadanía la cultura de la voluntad anticipada, no de dejar a notarios solidarios mil 200 pesos por cada documento. Pero si al decir de Ignacio Morales Lechuga, presidente del Colegio de Notarios del Distrito Federal, el documento tiene poco arraigo entre capitalinos, ya que desde la entrada en vigor de la Ley de Voluntad Anticipada en el DF (enero de 2008) a la fecha sólo 774 personas, entre 50 y 80 años de edad, se han acogido a esta norma, es obvio que no serán los descuentos lo que convenza a la gente de asegurarse una muerte digna.