Opinión
Ver día anteriorJueves 4 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El color del humo
P

asadas ya Semana Santa y los hechos en el Vaticano que fueron noticia mundial, cabe reflexionar en las relaciones entre los papas y el teatro y se puede empezar por la espera de la llamada fumata blanca. Nadie puede negar que es un espectáculo eminentemente teatral. Una enorme plaza repleta de esperanzados fieles que miran hacia las chimeneas vaticanas para ver aparecer el humo blanco que les dice que su iglesia ya tiene un nuevo jerarca. Lo que sigue, como todas las ceremonias pero en una dimensión que no tienen otras, también se antoja –por lo menos a los no creyentes como yo– la teatralización del impulso anímico de tener fe en algo o alguien. El ritual se ha repetido casi sin modificaciones a través de los siglos y una modificación importante data del fin de la Edad Media y ha quedado como una leyenda: la de la papisa Juana, mujer vestida regularmente como hombre, que llegó a papa engañando a todos hasta que se reveló su embarazo y por ello fue asesinada. La leyenda también habla de un asiento especial que se usaba para que un novicio introdujera la mano y palpara las partes pudendas del ungido comprobando su sexo masculino. Leyenda o no leyenda, en el Museo Vaticano se conserva ese asiento, aunque ya sin uso, pero es una prueba más de la misoginia ancestral del clero.

Ignoro si esa leyenda ha dado origen a obras de teatro, pero se han escrito dramas acerca de algunos papas en diferentes momentos. Y un papa, conocido como Juan Pablo II, cuando era obispo de Cracovia y se llamaba Karol Wojtyla, escribió por lo menos una obra de teatro –ignoro si fueron más– que aquí pudimos presenciar en 1978 con gran afluencia de público, por iniciativa del dramaturgo Luis G. Basurto. El taller del orfebre es una reflexión acerca de la eucaristía del matrimonio en que tres parejas se reflejan en el vidrio del escaparate del orfebre. El mismo Basurto, el autor católico que no escondió su religiosidad aunque pudo ser crítico del clero en algunos aspectos, escribió su muy exitosa obra El candidato de Dios en que deja entrever que Juan Pablo I fue asesinado, como muchos sostienen, por haber descubierto los desvíos monetarios del banco del Vaticano. Por cierto, el grupo catalán Les juglars escenificó hace unos años un irreverente espectáculo con el mismo tema.

No todos los papas han sido tan bien tratados por los dramaturgos. Pablo II es descrito por Rolf Hochhuth en El vicario como un pontífice pro nazi a diferencia del padre Fontana quien en repudio al Concordato y al fascismo entre nazis y la llamada Santa Sede cose la estrella de David a su ropa y muere en Auschwitz. Lo mismo ocurre con el actual papa Francisco, al que se acusa de tener relaciones con los genocidas durante la dictadura en Argentina a pesar de que ambos príncipes de la Iglesia tienen testigos de descargo. Pero algunos gestos del nuevo papa huelen un poco a gusto por lo teatral, como es el acento que se hace en la pobreza de Francisco contrastante con el boato de que se rodea. Y que el báculo que utiliza no sea de oro macizo, sino chapeado, da lo mismo porque es tan signo de poder como si fuera del metal más precioso. También suscita alguna duda que viva en el Vaticano en un lugar menos lujoso que los aposentos papales. ¿Por qué aceptó el cargo, a menos que el Espíritu Santo lo obligara a ello?

Un corazón pervertido llegaría pensar que todo es pose y un corazón de teatrista, a pensar en la carrera del cardenal Jorge Mario Bergoglio como la preparación de su personaje, pero eso hasta mí me parece excesivo, aunque la idea sea atractiva ante tantos significados posibles dados a los signos. Y si estamos hablando de signos y señales recordemos que se trata de una insitución más que centenaria que opera mediante signos aceptados por su grey. Signos son la hostia y el vino consagrado, signo es la cruz que recuerda el martirologio del Hijo de Dios, signo el que las madres religiosas hacen persignando al hijo antes de que parta. El color del humo es también un signo aceptado por los creyentes de la plaza como todo lo que ocurre a continuación.