Opinión
Ver día anteriorDomingo 5 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
No Sólo de Pan

Autosuficiencia y soberanía alimentarias

E

n el marco del programa de comedores públicos gratuitos de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal hicimos la semana pasada un acercamiento con productores campesinos de Milpa Alta a fin de explorar la posibilidad de que sean ellos los proveedores directos de insumos tales como: tomates, calabazas, chayotes y chiles verdes, jícamas, papas y zanahorias, ejotes, chícharos y habas, quelites variados como el quintonil o planta del amaranto o la de la chía, entre otros muchos, así como de nopales y frutos y, desde luego, de maíz para nixtamal, pues lo ideal es que el GDF posea su propia producción de tortillas para sus programas alimentarios. Por su parte, productores de Atocpan, Xochimilco, ofrecen una gran variedad de chiles secos baratos, para sustituir el saborizante artificial llamado knorr-suiza en los platillos que una anterior planeación dietética de corto alcance había impuesto, entre otras aberraciones, a quienes sólo tienen asegurada una comida al día cinco veces por semana.

Gran sorpresa nos llevamos al enterarnos de que los tercos campesinos que defienden el cultivo de su maíz ancestral, en vez de reciclarse con cultivos más redituables en el mercado, no mostraron el mismo empecinamiento para cultivar su prodigiosa milpa de origen mesoamericano porque los ingenieros agrónomos de Chapingo vinieron a enseñarles cómo hacer más productivas sus tierras (¡!)

Ningún trabajo nos costó llevarlos por el camino de regreso a su propia experiencia: la mezcla en una parcela, de los cultivos prehispánicos maíz, frijol, calabaza, chile, quelites, tomates y otros complementos que se dan según sean el clima y el suelo, delimitada por nopales o magueyes, aguacates o frutales, es comparativamente mucho más productiva en cuanto a biomasa alimenticia total, que todos los experimentos de la llamada revolución verde impulsada por la FAO. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura –les explicamos– cuyos representantes actuales siguen apostando por la producción de pocos alimentos en cantidades mayores, práctica que no sólo destruye la biodiversidad hasta límites escandalosos como son los transgénicos de Monsanto, sino además favorece la especulación y anula la soberanía alimentaria en una división internacional del trabajo con concentración de capital en pocas empresas transnacionales.

Fue reconfortante comprobar lo evidente que resultó para los campesinos este mecanismo y más aún fue confirmar que para personas como ellos resulta más fácil que para los expertos de escritorio, comprender que la soberanía alimentaria de un país pasa necesariamente y en primer lugar por la autosuficiencia alimentaria de los productores directos, de cuyos excedentes productivos se alimenta el resto de la población. Pues como nadie puede sobrevivir con base en un solo producto, así sea el maíz para los mexicanos, cada campesino debe cultivar, como lo descubrieron nuestros antepasados, milpas verdaderas, pluricultivos que satisfagan todas las necesidades nutricionales y culinarias de la familia de tres generaciones, antes de enviar sus excedentes respectivos al mercado urbano.

De otro modo, seguiremos por inercia la pendiente mundial que lleva a creer que soberanía alimentaria es no importar maíz, trigo o arroz: reduccionismo alimentario digno de los tecnócratas que han hambreado a gran parte del mundo y rellenado como cerdos a otra parte. Ojalá la prestigiada Universidad Autónoma de Chapingo cuestione estas prácticas y sus egresados, en vez de llegar al campo a enseñar a sabios ancianos cómo cultivar sus parcelas, vayan a aprender de ellos y, como sucede por ley natural, mejoren los aportes de sus antecesores en vez de contrariarlos haciéndole el juego a un sistema que también afecta a los universitarios en sus personas y familias.