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Algunos de sus colegas mexicanos aseguran que la tradición de tejer prendas con hilos agoniza

Seguiré hasta que pueda, señala don Evaristo, maestro rebocero a sus 86 años

Originario de Tenancingo, estado de México, recomienda a los artesanos hacer bien su trabajo, pues es la clave para conservar ese saber ancestral

Primera jornada del encuentro El arte del jaspe y el rebozo, en el Museo Franz Mayer

 
Periódico La Jornada
Jueves 4 de julio de 2013, p. 4

Innovación en los diseños, más programas de promoción y difusión, así como recursos para ampliar la enseñanza del oficio de tejedor, figuran entre las cuestiones que preocupan a los artesanos del rebozo en México, algunos de los cuales consideran que la producción de esta prenda agoniza.

Así lo plantearon los participantes en el panel El presente y el futuro: testimonios de reboceros que se realizó en el primer día del encuentro El arte del jaspe y el rebozo: pautas para la conservación de una tradición, inaugurado ayer en el Museo Franz Mayer.

Uno de los decanos del oficio, don Evaristo Borboa, de 86 años, originario de Tenancingo, estado de México, recomendó a sus colegas hacer bien su trabajo, esa es la clave para que esta tradición perdure, y narró que él se inició como tejedor de telar de cintura a los siete años.

Aprendí de mi padre, pero después agarré un montón de ideas personales. Hoy me siento capacitado para enfrentarme al mejor del mundo en tejidos finos. Dentro del arte, sé hacer una bola de cosas, he tejido de todo, bueno, hasta mentiras también, bromeó el artesano, quien aseguró: Sigo y sigo tejiendo, hasta que ya no pueda dejaré los hilos.

Adolfo García, también de Tenancingo, coincidió con Borboa y habló de la necesidad de crear nuevos modelos y compartir experiencias en torno a la hechura de un rebozo, para el cual se requieren 12 o 13 pasos, pero hay que modernizarnos, revolucionar el diseño, sin perder nuestras raíces.

De Malinalco, llegó la artesana Camelia Ramos quien resaltó que ella da clases de telar de otate (o de cintura), pues así honra la memoria de su padre, quien le enseñó el oficio y antes de morir le dijo: Te dejo este aprendizaje, ahora tú le tienes que poner un sello propio y te queda la tarea más importante: enseñar.

Juan Guzmán, quien pertenece a la tercera generación de reboceros de Moroleón, Guanajuato, señaló que si bien la producción de esas prendas ha atravesado una crisis ante la falta de mano de obra, ha sido un reto conseguir artesanos jóvenes, pero abrí las puertas de mi taller aun contra la situación económica que padecemos.

Pidió que se difunda la idea de que portar un rebozo es una gala de destreza y amor, pues se trata de una artesanía que requiere de mucha paciencia, además, le pedimos a las personas que piensen que por cada rebozo que compran dan trabajo a nueve o 10 personas.

Rescate en Oaxaca

En entrevista con La Jornada, la artesana Natividad Estela Zárate, de San Miguel Cajonos, pueblo de la sierra norte de Oaxaca, dijo que hace 15 años inició el rescate del rebozo en su comunidad, desde la producción del gusano de seda, el procesamiento del capullo, la producción de tintes naturales con añil, grana cochinilla, cempazúchil, pericón, corteza de encino u hojas de chicozapote, hasta el tejido.

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Don Evaristo Borboa, ayer, en el encuentro de rebocerosFoto Roberto García Ortiz

Lo mejor del trabajo, añadió, es ponernos frente a la urdimbre, llena nuestra vida y nuestra fe hacia lo que estamos haciendo, porque sabemos que estamos tejiendo nuestro futuro. Mi bisabuela, mi abuela y mi madre te-jían y eso nos enseñaron.

La tradición se estaba perdiendo en esa región de su estado, continúa, porque se extinguió la crianza del gusano de seda criollo. No obstante, el tejido de rebozos de algodón continuó.

“Lo que rescatamos fue el trabajo con hilos de seda, procesados por nosotros mismos. Cuando tejo pienso que es algo que me fortalece como mujer, sobre todo, siento mucho orgullo porque es algo nuestro, porque conservamos nuestras técnicas ancestrales que, además, se convierte en una entrada económica.

“Desde la crianza del gusano, hasta la puesta en venta, un solo rebozo nos lleva hacerlo un mes. Por eso nos fortalece tanto cuando alguien lo mira y nos dice que es una obra de arte, y sabe que además cada pieza tiene un poco de los ojos, las manos, la vida de las artesanas.

“En mi comunidad somos cinco las familias unidas en una cooperativa. Hacemos todo el proceso, tenemos plantaciones de morera, producimos el capullo, degomamos, hilamos con dos tipos de técnica: el malacate y el pedal, y de ahí se va al telar.

Tenemos también un rebozo que nosotros creamos, se llama arcoiris y está hecho con todos los hilos de colores que teñimos, aproximadamente 25. Una pieza de unos 2 metros de largo por 80 de ancho llega a costar hasta 5 mil pesos. El reto ahora, entre otros, es impartir talleres, por ejemplo a los chilangos; ese es el conecte que a veces no tenemos, concluyó doña Natividad.

El encuentro El arte del jaspe y el rebozo: pautas para la conservación de una tradición, continúa este jueves y hasta el domingo, con varias ponencias, a partir de las 9 horas, una expo-venta los días 5, 6 y 7 de julio, así como una pasarela el sábado a las 16 horas, la presentación del libro Arte popular guanajuatense: con la tradición en las manos, el domingo a las 12 horas, e inmediatamente después el cierre con música tradicional oaxaqueña, con fusión de rock, jazz y de cámara, en el Museo Franz Mayer (avenida Hidalgo 45, Centro Histórico).