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Tu vida, nuestra historia, documental en el que la sonera dejó plasmada su imagen

Murió La Negra Graciana, la emblemática arpista y decimista del puerto de Veracruz

Grabó dos discos e hizo una gira por Europa, pero su vida fue tocar en Los Portales

Foto
La Negra Graciana SilvaFoto Víctor Mendiola/ Archivo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 30 de julio de 2013, p. 9

Veracruz, Ver., 29 de julio.

Esta tarde calurosa, en Los Portales de Lerdo, la noticia fue confirmada por los soneros jarochos que aún vienen a tocar en los bares: La Negra Graciana, la arpista y decimera del municipio de Medellín, ha muerto.

A los 79 años se fue Graciana Silva, única mujer arpista que por años fue emblema del son jarocho tradicional, a la que se le veía llegar a Los Portales cargando su arpa en una mano mientras en la otra llevaba el paliacate jarochísimo y rojo, para enjugar el sudor que bañaba su rostro y cuello cuando cantaba, tocaba, improvisaba y reía.

Supo del reconocimiento a su arte en Tlacotalpan, durante las fiestas de La Candelaria este año, gracias al documental Tu vida, nuestra historia, dirigido por Carlos Saldaña Sandria y el grupo cultural Idea Morada.

En 1994 grabó con el sello Corason, de Eduardo Llerena y Mary Farquharson, el disco La Negra Graciana, sones jarochos con el Trío Silva, en el que la acompañaron su hermano Pino Silva, Zeferino Romero, en el requinto, y su cuñada Helena Huerta, también arpista.

Gracias a ese disco, el primero para el mundo comercial discográfico, viajó a Europa.

La arpista se maravilló con el teatro Ville de París, en el Harbour Centre de Toronto y el Barbican de Londres. En su gira por Europa se grabó el álbum La Negra Graciana en vivo desde el Theatre de la Ville, comercializado en 1999.

A su regreso a México, la arpista volvió a llevar su música a Los Portales del puerto de Veracruz.

Me hace falta un arpa nueva..., solía decir, cuando el instrumento aún costaba 6 mil pesos.

Graciana aceptaba rasgar las notas de La bruja por una cerveza oscura fría, que bebía en dos tragos; luego sonreía y carraspeaba. Sus dedos, regordetes y morenos, parecían palomas sobre las cuerdas, mientras su voz, ya disminuida por las preocupaciones, se imponía sobre todo el pasillo portalero.

A Graciana Silva sus descubridores le grabaron 18 canciones tradicionales y muy antiguos sones jarochos, entre los cuales destacan los que sus papás habían amado especialmente, como El siquisirí o El balajú.

Graciana era de personalidad impactante: amulatada, de ojos que parecían feroces. Era sencilla y franca; le preocupabala vida cotidiana.

Hasta donde pudo portaleó; dejó de hacerlo hace por lo menos cinco años. Un diciembre que visitó Los Portales, fue tan solicitada que terminó agotada, pero con una sonrisa. Dijo que ya había sacado para la cena.

La Negra vestía la moda sin edad del Sotavento: vestidos de tira bordada, blancos de escotes sobrios, o conjuntos de dos piezas en tonos pasteles.

Tocaba sones jarochos, que ya pocos saben y cada vez piden menos los parroquianos, como la versión vieja del Colás, el Son de los conejos, La bruja a la manera sotaventina y su amada La iguana, que le hacía mover los pies y los hombros como si temblara.

Como artista nata, Graciana se echaba el paliacate al hombro y encajaba su arpa en las rodillas y el pecho: una imagen que no se volverá ver pero que permanecerá en el corazón de muchos.

La Negra Graciana fue velada en el municipio de Medellín, en el puerto de Veracruz.